“El mundo necesita un cambio, ocupamos decirle a las sociedad que no es necesario matarse por diferencias políticas o religiosas… ¿o quién lo hará?, ¿dios?”.
JAMES NATCHWEY, en el documental “Fotógrafo de Guerra (2003)”.
Imagen: "Sonrisa de dios en el jardín", autor desconocido
La tarde del último domingo de agosto estuvo nublada, pero con un calor desesperante, de esos momentos en que se agradece que mi cuarto sea oscuro, pues generalmente a las 16:00 horas se necesita de la energía generado por un foco, sin importar estación ni condición climática.
No fui al servicio ni viajé a Tepatitlán, pues un amigo oriundo de ese municipio cumple años por estos días y desde el lunes invitó a varios compañeros a su casa. Tampoco fui al centro; el sábado me llamaron porque unos viejos conocidos se reunieron en un popular bar de la Perla Tapatía y les dije que probablemente no contarían con mi presencia…y así fue.
Por diversas situaciones preferí quedarme en casa y a las 17:00 horas, ya con la luz encendida en mi habitación, suena el teléfono y al contestar me preguntan por mi hermana Iris. Generalmente les digo que no está y cuelgo, o cuando sí se encuentra a quien buscan, simplemente le aviso al solicitado, sin preguntar quien llama.
Pero el acento norteño, muy similar al de mi amiga sonorense Paloma, me agradó demasiado que quise alargar 10 segundos la conversación al preguntarle ¿quien la busca?...error.
No fueron 10 ni 20 segundos…1 HORA 20 MINUTOS fue lo que duré platicando con esta mujer que respondió al nombre de Liliana, es miembro de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, mejor conocidos como Mormones.
Conozco la historia y antecedentes de esta institución, pero siempre resalto la capacidad de entablar una charla con imponente dulzura y amabilidad que tiene esta gente, que me es imposible colgarles y de paso decirles: ¡ya, dejen de estar jodiendo, jamás me bautizaré en su iglesia!
Comenzó a platicarme de dios, bla bla bla, que es nuestro y padre y nos quiere, bla, bla bla, de Jesucristo y me preguntó si yo creía en él. Respondí que sí, más recalqué no ser devoto, mucho menos fanático.
“Hermano Arnulfo, ¿has escuchado sobre Moisés?”, me preguntó Liliana, y mientras su agridulce y juvenil voz me impidió exhortarle a que nunca más volviera a decirme “hermano”, recordé aquella película que vi hace tiempo, para acomodar de mejor manera mi respuesta.
“Sí, se quien fue”, respondí, “una princesa lo vio navegar por el Río Nilo en una cuna o que se yo, cuando era un bebé, después creció, abandonó su reino porque dios le ordenó ser profeta, duró 40 días en el Monte Sinaí, regresó a su pueblo, a quienes salvó después de dividir el Mar Rojo. Su gente no aprendió sus enseñanzas y se volvieron materialistas al adorar a un cordero de oro que no recuerdo quien fabricó.
“¿Pero sabes cuál es la principal aportación de Moisés?”, me cuestionó con cierto aburrimiento, luego de escuchar mis argumentos.
“Este…no, no recuerdo algo más”, respondí. Algo decepcionada, mencionó que los 10 mandamientos, título del filme en el que basé mi respuesta, los mismos que te hacen memorizar en varias doctrinas, Dios los encomendó a Moisés, para que fueran divulgados en todo el mundo.
Siguió con su temática teóloga y sigo sin comprender que otro motivo me orilló a no finalizar la llamada lo más pronto posible. De repente, me invitó a que por la noche, realizara una oración, en la que platique con dios y le pregunte que me hace falta y cual de todas las iglesias es verdadera.
Con cierta modestia le comenté que desde hace más de cinco años, me he olvidado de esa clase de actividades. En 2005 creí pedirle al “Padre Celestial”, como le dicen los mamones, por aquellas personas que murieron en el tsunami en Asia, o por los niños que sufrían en Irak.
Pero en esa época fue cuando empecé a leer y ver documentales. Conflictos bélicos desde que el primer ser humano se apropió de un caballo y un árbol; Imperio Romano, Santa Inquisición, conquista de continentes desconocidos, dos guerras mundiales; pestes, hambrunas, Sida, entre otras situaciones, te obligan a buscar respuestas y soluciones en otros lados.
Personajes como Napoleón, Hitler, George Bush o distintos Presidentes, Papas, Líderes Sociales o para no irme lejos, Cárteles del Narcotráfico, secuestradores, violadores, etcétera, nos hacen dudar de la existencia de un dios, o bien, si en realidad es tan bueno y generoso como lo venden todas las religiones.
Seguro que mi respuesta le incomodó a Liliana, lo noté en su tono, que perdió suavidad y me contraatacó con Noé, a quien dios le ordenó construir un arca, a la cual muchos de sus vecinos se negaron a abordar, pues lo consideraron ridículo y como castigo murieron en un diluvio que si no me falla la memoria, también duró 40 días… ¿Qué significarán 40 días para dios?, luego se lo preguntaré y si me responde, prometo decírselos…
“Dios sabe porque ha habido tantas guerras, es una muestra de su poder; si no hay fe entre los hijos, no puede haber ningún milagro”, amedrentó la “hermana Liliana”.
Lancé otro golpe, sutil, pero bien colocado. “Desde pequeño nuestros padres nos inculcan a temerle a dios: no hagas, no digas, porque te va a castigar diocito y te vas a ir al infierno”, respondí. “Crecemos con la conciencia inquieta de opresión que cuando caemos en los pecados, ni cuenta nos damos y hasta nos alegra hacer el mal al prójimo y acumular enemigos, pero eso sí, amamos a dios y le heredaremos a nuestros hijos la fe y el respeto a semejante divinidad”.
Lili continuó con la historia de Joseph Smith, pero esa no la mencionaré porque en verdad me causa pena ajena.
Aclaro, como lo hice con Liliana desde un principio: nada tengo en contra de aquel que motiva a la sociedad a portarse mejor, a sonreír y regalar gestos de bondad; al contrario, le agradezco y con gusto platico con él, mientras no sea con el objetivo de comprar a Cristo, o hacerme un descuento para ingresar a su secta y aunque los mormones tengan razón y solo ellos sean santos, no me quiero bautizar ni entregarme a dios…desde un nombre horrible hasta la porquería del País que vivo no me motivan a cumplir el Primer mandamiento que dictó Moisés.
Me urge encontrar que hacer los domingos y de momento no utilizaré alguna noche para rezar y pedir por la humanidad, ya tendré 40 años y la conciencia totalmente sucia para hacerlo…