George Orwell
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Foto: Niño en desfile de los Hamás (la-voz-liberal-melvin.blogspot.com)
Y sigo aturdido por el boom del bicentenario; el coloso, la canción de Aleks Syntek y más motivos que ni caso tiene recordar son la causa principal. Es cierto que prometí escribir situaciones alegres, el lado positivo de cada hecho, pero en mi mente sigue el nacionalismo erróneo, adoptado desde temprana edad por la mayoría de nosotros.
No recordaré por milésima vez nuestra situación actual, que según Hilary Clinton, es similar a la Colombia de hace 20 años. En esta ocasión trataré un tema bélico de impacto mundial, ya que todos los países, bloques, culturas, tribus, reinos e imperios que han existido conocen la palabra “Guerra”. Tampoco me extenderé en explicar qué es o porqué surge, pero sí en uno de los tantos métodos en que los dirigentes motivan a sus respectivos pueblos a despreciar a sus “enemigos”.
“Intentamos entender cómo la gente aprende a odiar tanto, cómo para estar dispuesta a morir a costa de matar”, menciona la periodista británica Saira Shah, en “Muerte en Gaza”, documental enfocado en la función que tienen los niños en el movimiento armado entre palestinos e israelíes.
En las primarias, los niños aprenden un himno, el cual cantan cada lunes a lo largo de 9 años. También se les inculca a honrar una bandera y un escudo que no debe ser usado en camisetas, espejos, ropa, o guitarras. Se aprenden los nombres de los héroes, fechas y lugares de batallas, que son parte de nuestra cultura. No está por demás recordar que los cantos nacionales de la mayoría de los países invitan a sus compatriotas a recordar, aclamar y realizar una guerra.
Pero es el aborrecimiento al gringo, nazi, comunista o palestino lo que en realidad preocupa. Escuchar desde pequeños cómo los demás menosprecian al chilango, celebran la maldición del judío e idiotizan a las religiones de medio oriente por su vestimenta y acciones, en lugar hablarnos sobre Benjamín Franklin, Konrad Adenauer, Lenin o Buda, generan que desde nuestra niñez ubiquemos quien debe ser “Masiosare”.
Es indescriptible buscar en Google imágenes de Palestina, Vietnam, Ciudad Juárez o Sinaloa, y ver que la mayoría de las fotos se relacionan con hechos sangrientos; saber que existen estas regiones porque de ahí son Hamás o el Cartel del Pacífico.
Afortunadamente, después crecer y vivir en la realidad, muchos aprendieron que existen vías ajenas a las balas, misiles y bombas para exigir al invasor, y no enemigo, que por favor se regrese a su sitio de origen. También es alentador saber que existen niños que quieren jugar, estudiar y convivir con sus familias en lugar de defender ideales confusos, llenos de contradicciones y excepciones.
Tirar el arma no es traicionar a tu país; venderle tu dignidad a un gobierno corrupto no es nacionalismo, menos un acto heroico. En muchos municipios, los habitantes protegen al narcotraficante que pavimentó y alumbró calles, levantó templos y escuelas y hasta le consiguió trabajo a muchos desempleados. Mientras que los policías detienen a jóvenes inocentes, los soldados asesinan a indígenas y los tránsitos inventan infracciones para recibir una “mordida”.
Quienes pertenecen a la milicia dejan de ser humanos desde el momento en que se desenvuelven por medio de órdenes, actúan a través de códigos y al igual que sus ametralladoras y tanques, son una máquina más. Muchos militares, antes de atacar al enemigo, reprimieron a su propio pueblo, que solamente exigía justicia e igualdad, mejores condiciones de empleo, educación y trato.
Por lo general, los soldados son personas incultas, flojas, que debido a su poca o nula capacidad intelectual, se vieron obligados a unirse al ejército y ven en su revólver, el respeto que siempre quisieron tener y creen merecerlo. Su presencia genera hambrunas, pestes y genocidios.
Es un orgullo total contradecir a nuestro glorioso Himno Nacional Mexicano y decirle a Francisco González Bocanegra, lo equivocado que estaba al pensar que a nuestro país, “un soldado en cada hijo te dio”.
Gracias por leerme...ASR