Comenzaré este
año con un libro que me llevó poco más de un mes leerlo, amplísimo, de los
mejores clásicos y de los referentes del gran Fiodor Dostoievski.
Crimen y Castigo es una
excelente descripción del entorno que se vivía en la Rusia imperial en la
segunda mitad del siglo 19 y de las ideas revolucionarias de la juventud contra
la mala organización política y social, con pasajes psicológicos principalmente
del personaje central, Rodion Romanovich Raskolnikof.
IMAGE: DEVIANTART.COM
Un joven
humilde, generoso y con un prometedor futuro a causa de su intelecto, sin
embargo deja la universidad a causa de la pobreza de la familia, complementada
solamente por su madre y una hermana.
Pese a sus ideas
humanistas, un mal día comete un doble asesinato, primero contra una mujer
prestamista, Alena Ivanovna, a quien consideraba necesario eliminar, y después
a Elisabeth, hermana de ésta, bajo el impulso del miedo a ser delatado luego de
que lo descubrieran en la escena del crimen.
En
apariencia el origen de este acto fue para robar a la vieja usurera, ayudar a
su madre y regresar a la universidad, sin embargo, el trayecto de las letras
nos indica que el motivo de la crisis emocional que invadió a Raskolnikof no
se debió al arrepentimiento de su acto.
Arrebatado
por sus pensamientos, que surgen tras conversaciones que se dieron en tabernas,
primero al escuchar a dos desconocidos que planean un asesinato y la otra, un diálogo que él sostiene con un sujeto a quien apenas conoce, Marmeladov.
Rodion
Romanovich cree ser una persona elegida para guiar a la humanidad a un
movimiento social: “tal vez fue la intensidad de sus deseos lo que lo hizo
creer que era un hombre al que se había revelado más que a los otros hombres”.
¿No sería
tal vez un futuro Napoleón el que mató a Alena Ivanovna?, exclamó el policía
Zametof, quien se interesó en el caso y con sólo indagar la actitud del asesino
y leer un artículo que éste publicó meses atrás es como lo descubre.
"Si un
joven cualquiera se cree un Licurgo o un Mahoma del futuro, lo primero que se
le ocurrirá será suprimir todos los obstáculos que constituyan un obstáculo
para su misión...es una trampa de la vanidad en la que pueden caer individuos
vanos y tontos, especialmente jóvenes…La mayoría de ellos predican la destrucción
de lo que existe en nombre de lo que debería existir".
Raskolnikof reconoce su crimen, sin embargo,
no es nada más el sufrimiento de permanecer en presidio lo que lo atormenta y
sostiene lo que redactó en su artículo: "hay hombres que tienen perfecto derecho a cometer toda suerte de
actos culpables y criminales, hombres para los cuales las leyes no tienen,
hasta cierto punto, validez".
La causa de sus enfermedades
y tormento mental se debe al miedo de ser descubierto por sus amigos,
familiares, y sobre todo a la gente que ayudó. En esta crisis emocional se
encuentra “La Madre Rusia”, que critica a
sus hijos por su pobreza, por casarse al poco tiempo de enviudar, y en
contraste, a las clases altas que la abolición de la esclavitud no las ha arruinado.
También la
discriminación a “finlandeses que venden queso en San Petersburgo” y a alemanes;
personajes como Catalina Ivanovna, a quien le importa más su “noble linaje” que
la condición infrahumana en que vive, o la hipocresía y esnobismo de Petr Petrovich,
quien por su indumentaria lograba engañar a los pobres, aunque en realidad era
tacaño y poco adinerado.
En la historia dos madres sumergidas en este escenario mueren en la
locura: Catalina Ivanovna, esposa de Marmeladov y madrastra de Sonia, y Pulqueria,
progenitora de Raskolnikof.
“Yo también quería el bien de la humanidad;
centenares y millares de buenas acciones habrían compensado ampliamente esta
única locura o, mejor dicho, equivocación, ya que mi designio
original no era tan loco como podría creerse…si todo hubiera salido bien, me
habrían ceñido las sienes con una corona. Ahora, ¡a presidio!”
El crimen
de la vieja fue representar al mal y como castigo tuvo la muerte; el castigo de
Raskolnikof consistió en la vergüenza de saberse descubierto, aunque no se
arrepentía de su crimen, pues continuaba considerándose una persona honrada:
“No fue a
la vieja a quien maté, me maté a mí mismo; a la vieja la mató satán”, confesó
el asesino, quien decía ser ateo.
Trato de
figurarme a Raskolnikof en esta segunda década del Siglo 21, en México, con la
tecnología que lleva prisa y una sociedad confundida por estar siempre a la
vanguardia. ¿A quién habría asesinado?
La pregunta
se debe a que sin duda habría matado antes de demostrar su talento, quizá a un
profesor o a un funcionario público, y en lugar de Napoleón idolatraría al “Che”
Guevara, pues en Crimen y Castigo se
muestra el instinto asesino y masoquista que suelen tener muchos líderes
sociales.
FRASES:
"Dicen
que aquel hombre tenía aficiones filosóficas y la lectura le había perturbado
la mente"
“Lo que
interesa es lo que hay debajo del sombrero; esto es lo que no puede comprarse”
"Es
cierto que las grandes bellezas naturales despiertan la admiración, pero de
todos modos aunque contemple uno el mar, la bahía de Nápoles o un hermoso
amanecer, no desaparece la tristeza, y lo que es peor, no se sabe de qué se está
triste"
"No
era un ser humano lo que destruía, sino un principio"
"No
puedo pasar junto a una madre que se está muriendo de hambre guardando para mí
el dinero que tengo con el pretexto de que algún día todos serán dichosos"
"Es
evidente que la distribución de los hombres que vienen al mundo en las diversas
divisiones y subdivisiones de la Humanidad debe estar regulada por alguna ley
natural"
"El amor de esas despreciables almas es tan detestable como su odio"
"El amor de esas despreciables almas es tan detestable como su odio"
"Para
ayudar a alguien es preciso tener el derecho a hacerlo"
“Si por lo
menos le hubiese dado el destino la facultad del arrepentimiento, el áspero
remordimiento que atenaza el corazón y priva el sueño, la tortura del alma que
hace desear el lazo corredizo o el fondo de un río, ¡cuánto lo habría celebrado!
El dolor y las lágrimas son vida. Pero él no se arrepentía de su crimen”
"La
afirmación del derecho moral a matar es, en mi opinión, todavía más terrible
que la autoridad legal del matar".