22 de marzo de 2016

Identidad

No creo en el lema que dice: "todos somos iguales"; de hecho, nunca lo hemos sido, ni física ni emocionalmente, y quizá nunca lo seremos mientras habitemos este “mundo terrenal”, infestado de gentilicios, sectas, compañías, clubes y demás agrupaciones.


Más allá de las ambiciones del ser humano, causantes de la existencia de fronteras desde los primeros años de civilización, existen identidades propias que han forjado etnias, comunidades y culturas que individualmente nos gusta preservar y presumir, lo cual no creo que sea malo; suponiendo que espiritualmente somos iguales ante Dios, nos da orgullo ver la bandera de nuestro país en un podio olímpico, o nos emocionamos cuando un boxeador connacional derrota a un puertorriqueño, norteamericano o filipino en Las Vegas, o bien, nos enorgullecemos de los logros de los artistas que nacieron en el mismo límite territorial que nosotros.


A principios de marzo de este año, por cuestiones laborales conocí al historiador y escritor Michael Hogan, a quien me indicaron que debía entrevistar en la escuela donde imparte clases. El motivo: la primera conmemoración oficial del Día de San Patricio en Guadalajara, donde él radica desde hace 26 años.


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Cuando lo vi en la recepción del colegio, su boina negra, con un trébol verde y las letras “Ireland”, me “confirmaron” que se trataba de un irlandés, más orgulloso que el duende de la suerte que sirve como escudo de los Celtics de Boston, razón principal por la que olvidé preguntarle en cuál ciudad nació. Y es que además la plática fue interesante en su totalidad; no sólo abordamos sobre su libro “Los Soldados de México”, en el que detalla la relevancia del Batallón de San Patricio durante la intervención estadounidense en México, entre 1846 y 1848: también platicamos de religión, literatura y las características de Guadalajara.


Me sorprendí demasiado cuando vi en su página web que nació en New Port, Rhode Island (Estados Unidos), y más porque a sus “compatriotas de suelo” los llamó gringos en un par de ocasiones, y demostraba su descontento al narrar las interminables guerras de las que han sido partícipes; en cambio, lucía contento y hasta vanaglorioso de la fraternidad entre México e Irlanda, la nación de cuna de su madre, como después me confirmó por correo.


En su obra, el Doctor Hogan trata un tema de identidad, la de sus antepasados. En la charla, nos contó que en 1840 a los irlandeses no se les consideraba de la misma raza: “los irlandeses no son anglosajones, son célticos”, así pensaban los norteamericanos. Añadió que en la paredes de las principales ciudades, había letreros con la leyenda ““no perros, no negros, no irlandeses”. Por esta razón surgió el Batallón de San Patricio, compuesto además por minorías de europeos, como escoceses y alemanes, quienes también fueron discriminados por los gringos.


Es bueno defender tu historia y la porción de tierra que consideras tuya. En la película de Corazón Valiente, la cual por cierto considero regular o incluso mala (no abordaré al respecto, esto no es una crítica de cine) se muestra la ambición de los ingleses de apropiarse del totalidad de la Isla de la Gran Bretaña, por lo cual intentan someter a Escocia. Y a pesar de ser uno de los imperios más poderosos a lo largo de la historia, es una cuestión de identidad lo que impulsa a galeses, escoceses e irlandeses a reclamar su libertad: incluso hay dos Irlandas.


Pudiera parecer ilógico que en dos islas tan cercanas y donde imponen las ciudades inglesas, existan tantas naciones, pero basta con recordar las catástrofes que se suscitaron con la creación de países o imperios como el Austrohúngaro, Checoslovaquia o Yugoslavia; o bien, las cuestiones religiosas que derivaron en la independencia de Pakistán y Sudán del Sur, tras décadas de persecuciones y asesinatos por cuestiones religiosas, principalmente. Quienes no conocemos Europa, solemos considerar a Irlanda como una nación idéntica a Inglaterra, ya sea por la proximidad de las islas, por la entonación del idioma, los paisajes que vemos en la tele o en internet, o demás cuestiones generadas principalmente por la enorme distancia.


De ideas anticapitalistas (le disgusta que en la zona poniente de la metrópoli se estén construyendo demasiados edificios de más de 10 pisos), Hogan simpatiza con emigrantes mexicanos porque, ahora con Donald Trump, sufren los mismos prejuicios que los militares desertores que conformaron el Batallón de San Patricio, acto que consideró como “un flashback anterior a Adolph Hitler”.


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Tendría que renacer Pangea y que cada nación se vuelva multirracial como Estados Unidos, y aún así, surgirían nuevas estirpes. Nos gusta saber de dónde venimos, y no precisamente desde el origen, como pudiera ser un mono, un pez que evolucionó en mono, o una explosión que creó un planeta, donde un pez que se convirtió en mono, ahora es humano. Frecuentemente indagamos acerca de las costumbres de nuestro abuelo, la relación que sostenía con sus primos y sus vecinos, cómo se divertían, a qué jugaban, cómo conoció a la abuela, a qué santos veneraban sus bisabuelos.


Eso es identidad, aunque como bien dijo el Doctor Hogan: “mucha gente no sabe su propia historia”.


 ASR