Salto al vacío
*Nota: Este es el resultado
de cinco noches de intentar meditar, para después analizar y describir una
imagen y crear una historia o simples pensamientos. El resultado: un ejercicio
enredoso e inconcluso, pero agradable y honesto.
Mantén la calma, que ya no hay ruido. El
silencio que tanto amas impera en tu entorno desde hace mucho tiempo.
Sin gritos, ni ofensas ni mentiras, es poco lo
que vale la pena escuchar en este sitio. Tus únicas sonrisas surgen de los
recuerdos, lejanos momentos que compartiste con personas que se han ido, que
han cambiado, que ahora te rechazan, o que fuiste tú quien quiso olvidarlas
apartándote.
IMAGEN: Tomada de Google
Y esas sonrisas duran un suspiro apresurado que
podría compararse con la nada; un suspiro que se ahoga de inmediato ante la
realidad, esa maldita responsabilidad que esclaviza a nuestro espíritu
obligándonos a dejar de soñar, e incluso de recordar.
No tiene caso retroceder. Intentar corregir los
errores no recompensará el volver a encararte con antiguos enemigos, ni la
decepción que sufrirán tus antiguos amigos cuando ratifiquen tus carencias… Pero
sobretodo, te asquea la idea de reencontrarte con tu “yo ingenuo”.
Deambular te tiene al borde del precipicio: has
llegado al límite y no ves diferencia entre dar un paso adelante o hacia atrás…
Y si llegaras a encontrarla, seguirías siendo el mismo indolente de siempre.
Quizá por eso emprendiste la huida sin brújula.
Ahora que tu burbuja de egoísmo está a punto de
explotar y que tu imaginación se ha colapsado, debes abrir los ojos: sabes perfectamente
que es igual de patético encerrarse en sí mismo que el volverse un esclavo de
ese día a día rudimentario que pudre los espíritus; te consta que tu alma ha
vagado en el abismo desde hace rato, lo cual también es aburrido y oxidante.
II
Sólo es un paso… ¿Por qué no me decido a
realizarlo? Caer en el mar y ahogarse, incinerarse en las lavas del volcán, o
simplemente explotar en mil pedazos contra el suelo. ¿Y por qué ese miedo a
purificarse? ¿Qué más da el final? El
verdadero tormento no radica en intentar consumar esta incertidumbre de ni siquiera
tener claro el origen de la fatal melancolía.
El agobiante hastío se debe a la falta de
sinceridad y a la misma indiferencia, que no es más que la apatía universal que
se concibe con nuestro propio ego: aunque mi espíritu sigue brillando, quizá ya
nadie recuerda que fui una mano o un hombro en quien confiar, o incluso la luz
que requirió para salir de un precipicio similar al que me encuentro.
Y estos destellos de humildad, de buenos deseos
y arrepentimiento que aún me quedan, pronto serán cenizas, sin importar si doy
el paso en este instante, si regreso y trato de cambiar o si me mantengo anonadado
sobre el puente que nos guía rumbo al abismo. ¿Quién habrá construido este
puente y con qué fin? ¿Antes de mí, quién estuvo aquí, por qué razón y cuánto
tiempo soportó?
Cuando nos convertimos en prisioneros de
nuestra arrogancia, el abismo resulta ser la cárcel ideal, porque así nos
tragamos nuestro propio veneno y somos los únicos que arden al calor del
orgullo, rencor y odio; y cuando somos nuestro propio juez, se es incapaz de
emitir un veredicto y lo mismo da sin con el tiempo, se decreta cadena perpetua
o una auto ejecución.
Alguien me llama, pero no logro describir la
luz que cruza los nubarrones… ¿Será un ángel que se ha ido, que me cuidó todo
este tiempo y ahora me pide que es tiempo de ir con él? Tal vez sea una señal
para buscar a ese ángel en esta dimensión. ¿Por qué me preocupa este
resplandor… Por qué sigo creyendo que existen los ángeles?
PD: Al ver esta imagen
traté de descifrar cada uno de los escalofríos que emana el saltar al vacío,
aunque durante “el viaje”, no me contemplé sobre un puente o una tarima y
dejarse caer, sino supuse que estaba en mi cuarto, contemplando desde la
ventana un cielo idéntico al que ahí se refleja… De repente no es tan odioso
hablar en tercera persona, pero es mejor expresar nuestro miedo de forma
directa.
ASR
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