Un globo pelirrojo que
vuela en la exosfera
La noche del 16 de septiembre del
2017 será muy difícil de olvidar, porque además de cuatro cinturones de peso
mediano, en la T-Mobile Arena de Las Vegas estaba en juego la credibilidad de
Saúl Álvarez, aquel "globo" que comenzaron a inflar el Consejo
Mundial de Boxeo (CMB) y Televisa hace casi una década.
Como lo haría el más hábil
payasito urbano, Óscar de la Hoya, recién retirado y en busca de una figura
naciente que le diera poder a su empresa Golden Boy Promotions para
consolidarse como un promotor serio, se apropió de ese “globito”; en vez de
soplarle más, lo protegió con su abrigo de los niños problemáticos y sólo
permitió jugar con él a los más chicos, débiles y presumidos; lo estiró una y
otra vez para moldearlo en forma de perro, caballo o cualquier figura que el
público quisiera ver.
Dos campeonatos mundiales, un par
de demandas y cientos de millones de ganancias después, llegó la prueba de
fuego para “Canelo”, quien como dijeron sus entrenadores Eddy y “Chepo”
Reynoso, estaría sentado en un barril de pólvora al retar a Gennady Golovkin,
el boxeador que supo mantener en lo más alto la categoría de las 160 libras,
como lo hicieron sus antecesores Sergio “Maravilla” Martínez y Bernard Hopkins.
Sonó la campana y ambos tardaron
más de 20 segundos para soltar los antebrazos y demostrar su poder: había
respeto de los dos lados. La izquierda del mexicano fue más rápida y nulificó
el poderoso jab de “Triple G”, lo mismo que su cintura ante los volados: a ese
son bailó Saúl para adjudicarse con cierta facilidad los primeros tres asaltos.
Sin embargo, “Canelo” jamás había
peleado en reversa y el cansancio comenzó a notarse muy pronto. El kazajo, con
el pómulo ligeramente inflamado, no se desesperó y encontró la guardia de su
oponente. El primer aviso se registró en el cuarto episodio, con un volado de
derecha que sacudió la cabeza del jalisciense. Fue en el centro del ring donde
el consentido del “Golden Boy” vivió sus mejores momentos, lanzando combinaciones
de más de cinco golpes y con maestría conectó al menos tres ganchos cortos a la
quijada.
Sobre las cuerdas, Álvarez pudo
defenderse, aunque también fue donde más sufrió. Cerraba a tope los asaltos,
como queriendo convencer a los jueces que había sido mejor, pero perdió
importantes puntos al fajarse: la potencia de “GGG” era superior y entre los
rounds 8 y 9, a punto estuvo de visitar la lona. Para el round 10, el mexicano
tuvo segundo aire. Entró agresivo y logró lo que parecía imposible: hacer
retroceder a Golovkin y tambalearlo; ahora fue él quien a nada estuvo de caer.
Con el orgullo lastimado, el
campeón respondió y logró meterlo al ritmo de pelea que le convenía. En los dos
asaltos finales, Saúl retomó su estrategia de contragolpear, pero ahora
escapaba con sus piernas y no con la cintura. Ambos terminaron exhaustos, se
les dificultaba subir la guardia. “Canelo” logró una proeza, pues Golovkin no
fue capaz de cortar el ring a merced como había sucedido en sus anteriores
peleas: detractores y fanáticos fueron testigos que subió al ring como buen
guerrero azteca; sin miedo golpeó al robot kazajo y asalto tras asalto hizo
frente al incesable bombardeo.
Quizá no fue un desempeño excelso,
como cuando Julio César Chávez noqueó a Meldrick Taylor en el último suspiro
del combate, o su plan de pelea no fue tan arriesgado y preciso, si se le
quiere comparar con el triunfo de Juan Manuel Márquez ante Manny Pacquiao, pero
Álvarez soportó la potencia de uno de los mejores noqueadores del boxeo actual.
Quienes vieron robo, a favor o en contra del jalisciense, es simplemente porque
no saben analizar peleas y, de nueva cuenta, se dejaron llevar por el fanatismo
o por el odio.
“El ‘Canelo’ fue más que
Golovkin”, dijo el reconocido analista de boxeo Eduardo Lamazón, al concluir la
pelea, y talvez tiene razón, porque en muchos aspectos el ídolo mexicano superó
ampliamente al múltiple monarca de los pesos medianos. Nada mal un empate en
una pelea que hace dos años parecía imposible de realizarse, debido a las 155
libras en que exigía enfrentar a sus rivales.
Tras los aplausos para ambos
gladiadores, la jueza Adalaide Byrd anotó un inexplicable 118-110 Canelo; quien
vio ganar a Golovkin lo hizo por la mínima: 115-113, y finalmente, la tercera
calificación que leyó Michael Buffer fue el 114-114 que decretó el empate.
El resultado me parece justo:
Golovkin pegó más, pero “Canelo” lo hizo mejor; por grandes lapsos, el punch de
“GGG” frustró la estrategia del pecoso, y viceversa. Pese a no ser un triunfo,
se trata de un golpe de credibilidad como el boxeador más taquillero. Aunque a
muchos les duela reconocerlo, “Canelo” es un boxeador de élite, corroboró que
Golovkin no es invencible y ahora no se ve quién pueda derrotar al pelirrojo,
quien lució mejor en las 160 que cuando militaba en súper welter, con buena
movilidad y quijada de acero.
Orgulloso, pidió el desempate y
no la revancha, pues no se sintió superado por el euroasiático en una noche
donde ganó el boxeo. Tras la espeluznante derrota de Román “Chocolatito”
González, no hay dudad que Saúl se erige como el mejor latino entre los libra
por libra. Finalmente, De la Hoya amarró el cuello de su “globo”. El promotor
Bob Arum tiene a los boxeadores más completos y finos del mundo: Terence
Crawford y Vasyl Lomachenko, pero este deporte, como todos, es negocio y en las
filas de Golden Boy Promotions milita el más taquillero.
El globo no se reventó con las
espinas malinchistas, tampoco con el filo de las “plumas” especializadas en el
deporte de los puños que se empeñan en menospreciar su carrera y credibilidad,
ni con el veneno que escupen supuestos expertos, resentidos porque les negó una
entrevista, o simplemente porque jamás tendrán una novia tan extravagante como
Marisol González, ni siquiera en un “montaje telenovelero”.
“Cuando nací ya se había
repartido el miedo”, dijo “Canelo” cuando se oficializó su combate con
Golovkin, aquella noche de mayo cuando desmanteló a Chávez Jr. Y no
mintió. Hay quienes seguirán lanzando
dardos, pero lo que no saben es que “Canelo”, en plenitud a sus 27 años, es un
globo de gas y su vuelo en la exosfera apenas comienza.
ASR