31 de agosto de 2018

Cristo, el pan y la tortuga

¿Por qué mejor no te cuelgas un cristo? Me dijo la señora a la que compro pan en el Centro, mientras veía fijamente mi dije de tortuga.

Suspiré profundo, en busca de alguna respuesta boba que me evitara lanzar un discurso existencialista. “Es que me la regaló alguien a quien quiero mucho”, le expliqué.

“Pero es mejor un cristo”, añadió.


Doble suspiro. Quise decirle: “no me gusta la imagen de un tipo madreado brutalmente, que bien podría ser alguno de los dos campesinos que recientemente lincharon en Puebla, acusándolos, con pocos fundamentos, de secuestradores y a las pocas horas de que fallecieron, se supo que eran inocentes… al igual que Cristo, a quienes los romanos reconocieron como ídolo 300 años después de haberlo masacrado”… pero mejor sonreí, e hice como que no la escuché.

Sin embargo ella replicó: “¡es mejor un cristo!”. Sonó mi teléfono y lo ignoré, al ver esa lada que inicia con doble cinco y dar por entendido que me marcaban desde la capital, algún banco vendiendo seguros, lo más probable. Le pagué con un billete de Benito, de 20 pesos, claro está, y cuando me dio los 5 de cambio, repitió su frase católica: "¡es mejor un cristo!".

“Es que nunca he comprado un crucifijo, y no me interesa”, respondí yéndome de prisa, recordando que hace no mucho, esa misma señora me preguntó qué bebía, y al explicarle que era un jugo antioxidante de fresa, uva y zarzamora, aseguró que es muy dañino mezclar frutas e ingerirlas (¿Por qué hay gente que a todo le encuentra un pero… que te cuestiona todo lo que haces?).

Acaricié mi tortuga y recordé que hace muchos años leí que ellas representan la paz y la sabiduría. Y me gustó creer esa idea, sin necesidad de construir dioses ni ídolos protectores de credos, mandamientos y demás órdenes religiosas y políticas que han incentivado, durante muchos siglos y milenios, a que las sociedades sean una basura, de estar luchando unos a otros por el odio ideológico y buscar una razón única… un camino único, una verdad auténtica y real, basada en seres supremos que no nos consta su existencia, y en deidades que figuramos a nuestra propia imagen… en cambio a la tortuga la puedes ver en un lago, en el mar, en un charco o en una pecera. Se mueve y es parte de nuestro espacio. Y eso es lo que cuenta: valorar lo que ves, lo que está a tu lado, lo que estimas por lo que has vivido, no lo que supuestamente vendrá para salvarnos si somos buenos, o castigarnos en el infierno si fuimos malos.

¿Algún día cambiaré mi tortuga por un cristo? Tendría que regalármelo alguien a quien aprecio mucho.

ASR