27 de agosto de 2013

El Extranjero

"Estuve a punto de decirle que no era mi culpa", declaró el señor Mersault en al menos tres ocasiones, a distintas personas, durante el funeral.


En El Extranjero, Albert Camus nos cuenta la historia de un personaje solitario, indiferente, quien ingresa a prisión luego de cometer un asesinato; no obstante, su proceso se enfoca en otros peculiares detalles, desagradables para el juez: lo juzgan de haber enterrado a su madre con corazón de criminal tras declarar que no cree en Dios.

“¿Se lo acusa de haber enterrado a su madre o de haber matado a un hombre?”, cuestionó, impotente, el abogado del criminal, al notar el rumbo que seguía la corte y las reacciones de los presentes, quienes en todo momento desaprobaban la fría indiferencia de Mersault.

El autor nos relata cómo un tipo de edad madura, taciturno, amable, serio, con dificultades para desenvolverse en la sociedad y que debido a su apatía por mostrar emociones de repente puede matar a un desconocido.

Alguien a quien le da lo mismo vivir en Argel o en Paris, estar casado o soltero, ser o no ser amigo de un tipo cuya compañía parece incomodarle y hasta su condena; lo mismo da ser ejecutado mañana o esperar otro proceso. Un tipo que sólo parece intimidarle quedar en ridículo.

¿Por qué asesinó al árabe, a quien apenas había visto, con quien no tenía problemas? ¿Fue simplemente porque hacía mucho calor?

El Extranjero es la obra con la que conocí a Albert Camus, a quien de inmediato señalé como uno de mis autores preferidos debido con la frialdad que sus letras describen lo real y muestra su fastidio a la sociedad.

“De todos modos uno siempre es un poco culpable”, decía el acusado, quien aún tenía pensamientos de hombre libre durante su juicio, en referencia al fallecimiento de su mamá. Y fue culpable por irse al cine y a un balneario, en compañía de una mujer, al día siguiente del entierro.

Mersault se parece a Camus en que no conoció a su padre, la comunicación con su mamá fue mínima y también vivió en Argel. Quizá se justifica y muestra su lado pasivo que para muchos es cruel, y en castigo por no guardar duelo tras la muerte de su madre, decide asesinar al árabe. 

Sin duda durante toda la historia, El Extranjero está representado por la imagen de Camus.

Como dato, la canción “Killing an Arab”, de la banda inglesa The Cure, está inspirada en esta obra.

“Hubiese querido tratar de explicarle cordialmente, casi con cariño, que nunca había podido sentir verdadero pesar por cosa alguna”.

FRASES:

"Nunca tengo gran cosa que decir, por eso me callo"

"Estaba convencido de que ningún hombre era tan culpable como para que Dios no lo perdonase, pero que para eso era necesario que el hombre, por su arrepentimiento, se volviese como un niño cuya alma está vacía y dispuesta a aceptarlo todo"

"Sentía deseos de asegurarle que yo era como todo el mundo, absolutamente como todo el mundo. Pero todo eso en el fondo no tenía gran utilidad y renuncié por pereza"

"Los muchachos se habían arreglado para cruzarse con ellas y les lanzaban piropos, de los que ellas reían volviendo la cabeza. Varias que yo conocía me hicieron señas"

"La encontré muy bella, pero no supe decírselo"

“Aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oír hablar de uno mismo”

Gracias por leerme... ASR

25 de agosto de 2013

Caen Mares y 'Vikingo' en Carson


Sorpresa del año

Al menos que Saúl “Canelo” Álvarez diga lo contrario en tres semanas, la campanada del año la dio Jhonny González, quien noqueó en el primer round a Abner Mares en el evento principal celebrado este sábado en el ahora llamado Stubhub Center de Carson, California.


Ante la incredulidad de los asistentes, quienes en su mayoría apoyaban al ahora ex campeón, el capitalino recuperó el título pluma del CMB que en septiembre de 2012 le arrebató Daniel Ponce de León.


Mares, ahora con un récord de 26 (14)-1(1), dominó los primeros lapsos del efímero combate. De inmediato logró entrar en la guardia de su adversario con movimientos de cintura, aunque antes de que concluyera el primer minuto, González le propinó un contundente derechazo.

El tapatío reaccionó bien, con pasos laterales y un constante jab que buscaba arrinconar a su rival en el encordado, quien, aprovechando la distancia que le favorecía, fintó un volado de derecha, el cual engañó a Mares y al dejar este su guardia abajo, un gancho izquierdo en la quijada lo mandó a la lona.

Tras la caída, González lo avasalló. Mares entró al intercambio de golpes y una combinación de volado izquierdo y recto derecho volvieron a tirarlo. Aunque quedaban 10 segundos para concluir el episodio, el réferi, tras el conteo de protección, detuvo el combate, enmudeciendo a los asistentes que presentaron una de las mayores sorpresas de los últimos tiempos.

González, de 31 y quien quizá se jugaba su última oportunidad para una pelea estelar, demostró que su caída ante Ponce de León, la cual no concluyó debido a un corte de su adversario,  la irregular actuación ante el nicaragüense Octavio Osejo en febrero y las ocho derrotas acumuladas en su carrera, no son impedimento para volver a ser nombrado como uno de los mejores plumas del mundo.

El pupilo de Clemente Castañeda perdió su invicto. En entrevistas había indicado que no le interesaba inmiscuirse en una guerra que se vaticinaba, dado el estilo de ambos. Tendrá tiempo para recapacitar y elegir bien su regreso (también declaró previo al combate que le gustaría llegar hasta el peso welter), pues hay que destacar que desde hace dos años ha enfrentado a la mejor oposición y hasta esta pelea, numerosos expertos y revistas boxísticas lo consideraban dentro del top 10 de los mejores libra por libra.

En contraste, Nacho Beristáin, entrenador del capitalino, mencionó en el programa A Los Golpes, de ESPN, que para él y su esquina derrotar a Mares no sería una sorpresa.

Por las circunstancias de la pelea, una revancha sería atractiva y justa, aunque se ve más próximo que González, 55(47)-8(3), se mida ante Leo Santacruz, vencedor de la pelea pre estelar de esta función.

Se consolida Leo

En el mismo evento, protagonizado por cuatro campeones mexicanos y en el que los entonces monarcas fueron despojados, quien demostró seguir en ascenso fue Leo Santa Cruz.

El michoacano no tuvo problemas para derrotar contundentemente a Víctor Terrazas en tres episodios y consagrarse como campeón súper gallo del CMB.


Santa Cruz, de 25 años y con marca de 25(15)-0, aplicó su estrategia de siempre: golpear al cuerpo constantemente y ante la reacción del rival, acomodar potentes volados al rostro, que rápido causaron estragos al “Vikingo”, quien al concluir el segundo round ya no contaba con visibilidad en el ojo derecho, al tenerlo totalmente inflamado.

Y es que en este episodio, el tapatío salió a dar lo mejor de sí, fajándose, aunque sus puños jamás fueron problema para el nacido “El Terremoto”, quien manejó el cuadrilátero a su antojo e intercambió golpes al tres por uno.

Ya muy desgastado, en el tercer round Terrazas cayó producto del ataque que su adversario hasta con facilidad le acomodaba, con combinaciones de hasta seis golpes. La pelea siguió con la misma tónica y el jalisciense volvió a colocar la rodilla en la lona, bastante fatigado, y tras el conteo de protección culminó el combate.

El tapatío, de 30 años, no pudo defender el cinturón que con tantas críticas obtuvo en abril, en una polémica decisión dividida ante Christian Mijares, y dejó un récord de 37(21)-3(3).

Todo indica que uno de los consentidos de Óscar de la Hoya no hará defensa de esta corona y buscará su tercer cinturón ante quien otorgó la sorpresa de la noche, Jhonny González, pues desde varios meses se preparaba para enfrentar a Abner Mares.


Dato: ahora Jalisco sólo cuenta con un campeón: “Canelo”.

Gracias por leerme...
ASR

3 de agosto de 2013

Penumbra


(Publicado en Facebook el 27 de marzo de 2011)

Abrí los ojos. No sabía si estaba inconsciente, moribundo, o tan sólo era un sueño más. Me ardía la garganta, como aquella noche de junio en que me emborraché por primera vez. El riñón cobraba factura al letal vicio que superé un poco tarde.

Me encontraba tirado boca arriba, algo sucio, con ropa vieja y simple. Traía un short que me regalaron en un cumpleaños y una camiseta de tirantes percudida por el cloro. Calzaba mis tenis blancos; el derecho, con las agujetas desamarradas, y el izquierdo, en la zona trasera que cubre el talón, un poco roto.

No reconocí la superficie sobre la cual reposaba. Mis hombros hacían creerme que era grava, aunque mis piernas parecían estar embarradas de lodo. El sitio me pareció familiar, pues pensé que ya había estado ahí hace mucho tiempo, cuando jugaba con mis vecinos de la infancia, o con mis primos costeños. Sin embargo, no volteé a los costados.

 Mi atención pertenecía al cielo, que lucía totalmente gris. El viento gélido golpeaba mi cara. Aún quedaban destellos solares, que fungieron como chimenea ante mi débil cuerpo. Podría decir que pasaron tres días, pero jamás anocheció. El aire soplaba con ira, como queriendo mover la poca luz del sol que me cobijaba.

De repente, intenté mover los brazos. No tuve problema alguno para lograrlo. Metí las manos a los bolsillos del short, noté que estaban vacíos y entonces, empezó a arderme la piel. El sol parecía explotar y en pocos segundos se invirtieron los papeles: quien me mantuvo vivo fue el aire, que apenas pude respirarlo.

Sin embargo, permanecí en el suelo. Sabía que podía levantarme y buscar un refugio. Pero no lo hice, pues daba lo mismo terminar congelado o calcinado. Sentí en la luz una mirada autoritaria, decepcionada, que al ver mi apatía, se retiró. En un principio, lentamente; después, debió recordar que había alguien más que cuidar, y aceleró.

Comenzaron a llegar nubes negras, obesas en su totalidad. Mi pose continuó intacta, pude haber ganado un millón de veces en las estatuas de marfil. Sentí escalofríos, un poco de miedo y en momentos, asco... pero recordé que he sido hipócrita en ciertas ocasiones y coloqué mis manos bajo la nuca.

Cuando empezó a llover, observé en los nimbos momentos tristes de mi vida. En los relámpagos, se escuchaba la risa de mis enemigos; algunos habían sido olvidados, y otros, en su momento hicieron las paces conmigo. Y sin embargo, ahí estaban, señalándome con su dedo índice, mientras se burlaban.

No les hice caso, pero la intranquilidad me invadió. Recordé que existió una mujer que se atrevió a amarme, sin importarle mis errores. Creí extrañarla, al menos en ese instante que necesitaba un abrazo sincero. Sentí las gotas de lluvia como pedradas, arrojadas por quienes desde arriba, engañados, intentaban castigarme.

Me hinqué y cerré los ojos, mientras pensaba en ella. Imaginé que nos besábamos con intensidad, mientras trataba de protegerla de la lluvia; quería encontrar la manera de decirle que también la amé.

Por fin decidí pararme, reí un poco y alcé la mirada, para esclarecerles que su desprecio jamás desbalanceó mi camino. Notaron que yo no imploraba piedad mientras mis rodillas permanecieron en el suelo.



                                                 Penumbra_by_Inebriantia (Deviantart.com, 2005)

La tormenta desapareció junto con las nubes, quienes lanzaron sus últimos truenos, llenos de las mismas maldiciones con las que intentaron condenarme tiempo atrás. Fui feliz, pues derrotar a quienes aborreces puede ser considerado una meta alcanzada. Fantaseé con ella. La tomé de la mano y así caminamos por muchas horas, descalzos, en la arena del mar.

Ya era tiempo de regresar a la realidad. Tenía que buscarla, pedir perdón y aceptar disculpas. Y ella no era la única, había en mi mente cualquier cantidad de personas con quienes debía platicar, aclarar la situación para después reírnos del pasado, o al menos, darse la media vuelta sin resentimiento; quería agradecerles porque fueron el sol en mi penumbra.

Miré a los costados y vi que estaba en la playa, echado en la arena, ensuciada por pequeñas conchas del mar. Observé el reloj y me entristecí al notar que no transcurrieron ni treinta minutos desde que me fui de la casa. Regresé y no quise tomarme una Coca Cola porque ya casi no me gustaban.

Gracias por leerme... ASR