Por
segundo año consecutivo, fue durante un sábado de Fiestas Patrias cuando un
“campeón” decepcionó, o no dio el ancho, en una pelea estelar de box.
Julio
César Chávez Jr. y Saúl Álvarez eran vistos como héroes o villanos, dadas las
circunstancias un tanto similares de sus respectivas carreras, y ahora la
credibilidad de ambos tiene más preguntas que respuestas.
El
día que debieron callar críticas y consagrarse como dignos campeones,
reflejaron la realidad: les quedaron enormes los cinturones; impulsados por la mercadotecnia, apoyados por
dirigentes, promotores y sobre todo, las televisoras, quienes los
sobrevaloraron, se atemorizaron ante oponentes de primer nivel.
FOTO:VIVELOHOY.COM
En
2007 el deporte de los puños, en el que México destaca desde hace al menos
cuatro décadas, regresó a la televisión abierta (primero fue en TV Azteca, en
enero, y meses después Televisa) tras poco más de 10 años de ser una
exclusividad del pago por evento.
En
ese lapso, el público no vio consagrarse a leyendas como Eric Morales y Marco
Antonio Barrera, ni cómo concluía el inmaculado reinado de Ricardo López,
tampoco la consolidación de Juan Manuel Márquez. Ante la inmediata respuesta de la audiencia, el duopolio creó sus propias estrellas.
La
gran mayoría de los mejores exponentes mexicanos han competido en pesos chicos
–de súper pluma para abajo-, ahí que la apuesta de las televisoras se diera en
pugilistas de categorías que generan mayor expectativa en el mercado
estadounidense, que ante la carencia de afroamericanos en los pesados, las
divisiones taquilleras en la actualidad son ligeros, welters y medianos.
Del
lado de TV Azteca estaban Omar y Julio, hijos del mejor boxeador mexicano de
todos los tiempos, Julio César Chávez;
el primero de ellos se fue perdiendo a partir de julio de 2009, cuando su
rival, Marco Nazareth, falleció tres días después de la pelea, consecuencia de
la golpiza que recibió y la negligencia del réferi, que se tardó en detener el
combate.
Por
esa fecha, en Televisa ya figuraba el carismático Saúl Álvarez, apodado “Canelo” debido al color de su
cabello. El jalisciense, que ostentaba una fuerza descomunal, apenas tenía 19
años y ya arrasaba con multitudes, mientras que Julio poco a poco empezaba a
figurar en las funciones sabatinas, sólo que era recibido y despedido con
abucheos; pareciera que el apellido le estorbaba e incluso en una ocasión
anunció que pensaría en el retiro.
En
2011, aún siendo promesas, ambos eran campeones del Consejo Mundial de Boxeo
(CMB), que desde hace 38 años preside el tamaulipeco José Sulaimán. Primero lo
consiguió “Canelo”, el 5 de marzo de 2011, cuando le ganó el título vacante a
Matthew Hatton, en ese entonces con récord de 41 victorias, 4 derrotas y 2
empates. El británico siempre, categoría welter, no había peleado en la
división de las 154 ni estaba en el top 10 de los ranqueados, situación que
generó controversia.
Poco
después, el 4 de junio, el mayor de los Chávez compitió por el cinturón de peso
mediano –también vacante-, ante el ex campeón Sebatian Zbik, resultando
vencedor en una polémica decisión dividida, pues muchos vieron ganar al alemán.
Con
el tiempo y ante la exigencia de mejores rivales, debido a las cuestionables
defensas realizadas, los dos aztecas se enrolaron con promotores y entrenadores
de grandes ligas.
IMAGEN:VIVELOHOY.COM
El
15 de septiembre de 2012, en pleno Grito de La Independencia, bajo la tutela
del popular entrenador Freddie Roach, Julio César Chávez Jr. enfrentó el que
hasta ahora ha sido su más importante -y último- combate.
Desde
su camino hacia el ring, el junior se mostró desconcertado, todo lo contrario
que su rival Sergio Martínez, quien iba decidido a recuperar su cinturón que el CMB le despojó injustamente para
otorgárselo al mexicano.
“El
Maravilla” avasalló de los rounds 1 al 11 a Chávez, quien no reaccionaba dentro
del encordado y en varios descansos discutíó con los integrantes de su esquina.
Para
el último episodio, con el rostro deformado y sangrado debido a la golpiza, el
todavía campeón e invicto salió decidido a noquear al argentino. Lo perseguía, fallaba los pocos golpes que lanzaba y en
cambio recibía fuertes combinaciones, como había sucedido en toda la pelea.
En
la mitad de ese mítico round, tras arrinconarlo sobre las cuerdas, por fin
logró conectar a Martínez, con tres potentísimos golpes de izquierda que lo estremecieron,
haciéndole sangrar el rostro, e hizo que todo el público del Thomas and Mac
Center, de Las Vegas, enardeciera y se entusiasmara.
Ese
momento de inmediato emuló al que en 1990 su padre protagonizó ante Meldrick
Taylor, cuando a 17 segundos de concluir la batalla y estar abajo en la
puntuación de los jueces por primera vez desde que se coronó como monarca,
Chávez propinó un formidable gancho al estadounidense, quien se desparramó
sobre las cuerdas y el réferi optó por finalizar el enfrentamiento.
Pero
Chávez Carrasco, de 26 años en ese entonces, no es ni la sombra de su papá. “El
Maravilla” se las ingenió para sobrevivir; se amarró unos segundos y se fue al
suelo para recuperar aire, movió las piernas y en el conteo de los últimos 10
segundos tuvo la gallardía de fajarse.
Ese
mismo día, producto de la grosera rivalidad entre promotoras y
televisoras, el invicto campeón mexicano
“Canelo” Álvarez peleó en Los Ángeles ante Josesito López, un boxeador que tuvo
que brincar del peso súper ligero al súper welter.
El
ídolo mexicano demostró su superioridad en peso y potencia durante los cinco
rounds que duró la pelea, y tras conocerse la derrota de su rival televisivo,
se rumoró, entre segudores y expertos, que Álvarez era un campeón digno, de
verdad, todo lo contrario que Chávez, a quien su fama se debe por su padre.
Concluido
el combate, el junior regresó el cinturón al veterano sudamericano, exigió una
revancha y días después su examen antidoping resultó positivo en mariguana.
Recibió un castigo de ocho meses sin poder pelear y en ese tiempo descuidó su
físico: si antes le era difícil dar las 160 libras, ahora resultaba más
complicado.
Aunque peleará la próxima semana contra Brian
Vera, en peso pactado en 165 libras, la derrota aún parece afectarle, así como
las indecisiones sobre quién llevara las riendas en su equipo de trabajo, y
sobre todo los altercados con su padre. De hecho, este combate ha cambiado
cuatro veces de fecha.
Todo indica en que el sinaloense, en caso de lograr la tan
ansiada revancha ante Martínez, debería de subir a la categoría de los súper
medianos. Actualmente su credibilidad como boxeador pende de ese episodio 12.
El
fin de semana pasado, en la cartelera más importante del año y con la
oportunidad de conseguir una de las victorias más sorprendentes de la historia,
el “Canelo” se midió ante el invicto Floyd Mayweather Jr., sin duda el mejor boxeador
libra por libra de los últimos 10 años.
En
este evento el de Juanacatlán, pese a estar abajo en las apuestas, tenía todo por ganar y poco que perder
boxísticamente hablando, sin embargo, la presión de ser catalogado como el
mejor boxeador del mundo era grande. Floyd siempre deja entre ver que sus
rivales no pudieron encontrarlo; el canelo ni siquiera lo buscó.
Álvarez,
con un boxeo simple y mezquino, en ningún momento hizo por retener su cinturón
y el apodado “Money” le dio una cátedra al grado de hacerlo parecer tanto un
niño que apenas aprendía a moverse en el
ring y lanzaba sus primeros golpes, y a la vez, un boxeador viejo, acabado, sin
aire desde los ocho rounds, como ha sido común incluso en las peleas que ha
destruido a sus contrincantes.
Sin
la presencia de su promotor y mentor, Oscar de la Hoya, en el MGM de Las Vegas
debido a problemas de adicciones, tampoco los neófitos comentaristas de la
televisora de Chapultepec 18, ni el
público, respaldaron al pelirrojo, quien quedo a deber y en ningún momento
ofreció algún argumento para que sus simpatizantes creyeran en que pudiera dar
la campanada.
Álvarez
estuvo lejos de campeones jóvenes, como Fernando Vargas, quien en el 2001, a pocos
días de cumplir 23 años, dio un dignísimo combate ante el legendario
puertorriqueño Félix Tito Trinidad.
Es
una incógnita la reacción de sus miles de seguidores del pelirrojo más famoso
de México, quienes la mayoría de ellos saben más el nombre de las mujeres con
que ha salido y de los automóviles lujosos que se ha comprado, que los rivales
que ha enfrentado.
También
falta por definir la postura que tomarán Televisa y De La Hoya, pues de los
boxeadores de Golden Boy, Danny García ha superado retos complicados y pudiera
destronar a “Canelo” como el consentido de la empresa que preside Richard
Schaefer.
Si
Chávez vence a Vera y se da la revancha ante Maravilla, donde tiene amplias
posibilidades de salir victorioso, sobre todo por la edad y las constantes
lesiones del púgil pampero, Junior reviviría y su televisora sin duda lo
colocaría como el gran ídolo que han querido fabricar.
Mientras
que el jalisciense no sufrió daños físicos como Chávez Jr., pero sí quedaron
más exhibidas sus debilidades, y probablemente no tardará un año en volver a pelear como su homólogo. Ya no son invictos ni campeones y recuperar la
credibilidad sin duda les costará.
Aunque
a la carrera de ambos aún les queda demasiada cuerda, lo cierto es que
decepcionaron en su primera oportunidad de demostrar a propios y extraños un
potencial digno de ídolo. México ha tenido más de 130 campeones del mundo, y
estas derrotas poco significan para el palmarés nacional, donde figuran nombres
como Salvador Sánchez, Vicente Saldívar, Carlos Zárate, Guadalupe Pintor,
Daniel Zaragoza, entre muchos otros.
Gracias por leerme... ASR