(Escrito entre la noche del lunes 8 de agosto y la madrugada
del 9 del mismo mes)
Creo que tengo dengue. O zika,
chikungunya, paludismo o cualquiera de esas extrañas infecciones que transmiten
los mosquitos, que supuestamente son nuevas mutaciones, pero existen desde los
60 en lugares muy recónditos de África… o al menos eso es lo que entiendo a las
explicaciones que dan varias dependencias de salubridad.
Por la tarde, durante el “mal del
puerco”, me acosté, me quité el
pantalón, no me tapé con la sábana y me quedé dormido. En cuanto desperté, noté
que los sancudos me pusieron una buena chinga. Me quemé algunos granos (conté
23) con la cabeza de un cerillo, ya que lo comezón era extrema.
Salí a correr, pese a un ligero
dolor de cabeza, casi igual al que se padece cuando desayunas tarde y comes aún
más tarde de lo habitual. Unos cinco minutos después, sentí dolor de huesos, y
me asusté, pues supuestamente es uno de los primeros síntomas de las enfermedades
citadas en el primer párrafo.
Deadly Mosquito by Tomkolbeek (Deviantart)
Me regresé a casa, preocupado y
cabizbajo. Pensé en bañarme, pero al llegar tenía fiebre. Cené, me cambié de
ropa y me acosté, con la esperanza de que la temperatura se estabilizara pronto.
Pero no tuve éxito, y creí delirar por varios minutos. Recordé varios instantes
de mi niñez: partidos de futbol en canchas de tierra en Puerto Vallarta, Mérida
y Chiapas; después lapsos de mi etapa en la preparatoria y de repente, algunas
de las frases que recién leí en la mañana, de la obra “Mis Confesiones”, de
Máximo Gorki, respecto a Dios, y mi mente comenzó a viajar de lo lindo.
Tomé mi libro y las primeras
líneas subrayadas se leían así: “no es Dios lo que el hombre busca, sino el
olvido de su dolor”. Con algo de tristeza concuerdo con estas palabras. Sin
profundizar en las oraciones populares como “Dios así lo quiere, o así lo
quiso”, o “hágase tu voluntad”, ni en la forma en que las personas más viles se
escudan en santos y vírgenes, me basta con expresar mi testimonio.
Realmente nunca pienso en Dios
como alguien venerable. Me maravilla la perfección del universo, pero no estoy
seguro si dentro de sus prioridades se encuentre la raza humana, y de repente
me interesa poco. Cuando me hago a la idea de que él espera algo de mí, de que
estoy en este mundo para una misión sencilla, pero única, aún desconocida y
especial, que de verdad habrá alguien a quien le interese lo que haga, piense y
diga, es en los momentos en que la soledad se vuelve amarga.
Nunca me gustó rezar. Por eso
nunca me gustó vivir en Vallarta, porque mi abuelo, a quien siempre quise e
injustamente dejé de extrañar hace muchos años, todas las noches tomaba su
rosario y le daba no sé cuántas vueltas, y yo me moría de aburrimiento. Luego
los mormones invadieron la casa, y sus cánticos alegres y sumisos tampoco me
llamaron la atención. Y ajeno a la religión, mucho tiempo sentí que él estaba
en deuda conmigo: que al no ser un asesino ni un ladrón profesional, debió
darme mejor suerte: que no bastaba tener bien las dos manos y las dos piernas,
ni ver bien ni escuchar como la mayoría, ni mucho menos tener cama, mesa, techo
y dos padres preocupados por mí.
“Yo apostrofaba a Dios: ¿Acaso
sea cierto que no eres más que una ilusión del alma humana, una esperanza
creada por la desesperación en una hora de trágica impotencia?”, otra frase de
Gorki, la cual no acepté, quizá por la terquedad de tener a quién reclamarle
“mi mala suerte”, las tragedias humanas y el permitir que tanto idiota asesine
a su nombre. Y es que si se analiza bien, todas las sectas y religiones apuntan
hacia un solo Dios.
La fiebre disminuye, aunque
empiezo a sudar y me siento peor: síntomas parecidos aparecieron cuando leí por
segunda ocasión El Lobo Estepario, de Hesse; en la primera, que fue a los 16,
no tuvo el mismo impacto. Sigo buscando frases subrayadas: “los ojos débiles
ven muchas cosas, pero, ¿las ven bien?”. El poder de la mente puede ser la
mayor fatiga, y quizá sea este el motivo de mi alteración, y no el veneno de
los mosquitos.
¿Por qué me convulsionan tanto
las letras? No lo hizo la muerte de mi padre, ni cuando me abandonó mi primera
novia que tuve, a la única que fui incapaz de buscarle un pretexto, un defecto
físico o espiritual para alejarme y anidarme en mi ingenuidad y seguir soñando:
con ella me animé a ser como mis compañeros, como mi padre quería verme y nunca
le di el placer: de la mano de una muchacha.
Son letras en teoría ajenas, de
sucesos antiguos pero cuyos mensajes siguen vigentes. Muchas aventuras
pertenecen a seres ficticios, creados por hombres que anhelan alcanzar los
ideales del alma, de Dios, perfeccionando un poco la figura del humano
ordinario. Y aquí es cuando surge otra frase: “¿había descendido Dios de los
cielos a la tierra, o es por el contrario, la fuerza de los hombres la que le
había exaltado desde la tierra hasta el cielo?”
Creo que aún no se sabe si fue
primero el huevo o la gallina, pero aquí Gorki ya define con precisión y
contundencia las bases del comunismo ruso: “el valor del hombre sencillo ante
la arrogancia del burgués y del rey”. La figura del santo Cristo no necesita
milagros, bastan sus enseñanzas. ¿Qué más da si Dios lo envió como salvador, o
bien, llegó al mundo como uno más de nosotros y sus actos lo hicieron, no
mesías, sino un simple luchador social?
Lo complejo de la doctrina de
Gorki es convertir al pueblo en Dios, pero lo que encaja es la diferencia que
generan las clases sociales, que se solidifican con la implementación de reyes,
supuestamente elegidos por orden divino, del cual gozan todos sus descendientes.
“El día era para mí tan oscuro
como la noche; estaba solitario en la tierra como la luna en el cielo, y no
hallaba la razón de nada”. Justamente así me encuentro no nada más ahora que ha
bajado la fiebre. Sin embargo, sigo prefiriendo a la soledad que a la compañía,
no nada más en los momentos en que te devora el orgullo.
“¿Es que el alma humana será bella solamente
en la angustia?” Con estas palabras, ya no quise seguir apuntando, y es que
realmente es una frase fulminante. Por la mañana del martes fui a un
consultorio médico, y la doctora dijo que tan sólo era una infección a causa de
los piquetes. Por la tarde fui a trabajar con normalidad y pude seguir leyendo.
PD: En 1996, o quizá era 1997,
fuimos a visitar unas ruinas mayas, en algún municipio de Yucatán, del cual ya
no recuerdo su nombre, pero sí que regresé lleno de granos por los moscos. Mi
papá creyó que podría darme paludismo debido a la alta fiebre que tenía al
llegar a casa. El médico dijo que no habría razones para alarmarse… y al día
siguiente fui a clases.
ASR
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