3 de agosto de 2016

Sobre racismo, comunismo, existencialismo y otras miserias risibles

Sobre racismo, comunismo, existencialismo y otras miserias risibles

En casi una década de utilizar el internet como principal medio de información, no recuerdo un lapso tan breve en el que, en distintas partes del mundo, se hayan cometido tantas manifestaciones  relacionadas a los crímenes de odio.

Justo cuando en México dejaron de circular las “narco ejecuciones” y los “narco ajustes de cuentas”, con decapitaciones perpetradas con sierras eléctricas y machetes, además de cuerpos mutilados esparcidos en las banquetas o en los pisos de bares, en Oriente Medio apareció ISIS, un grupo armado que nos obliga a ya no asustarnos de las atrocidades que, según nos contaban los maestros mejor instruidos en la primaria, realizó la Santa Inquisición para someter a los indígenas.

En septiembre del año pasado el mundo se unió por la muerte de Ailan Kurdi, un bebé sirio de 2 años. Su pequeño cuerpo siendo sostenido por un guardia costero, consternó a millones de personas, varias horas antes de que esta imagen fuera portada de periódicos de todos los continentes: la información ya es instantánea y totalmente global.

Muchos artistas gráficos exhibieron los mejores trabajos de sus carreras, inspirados en Aylan Kurdi.

Miles de reporteros se volvieron poetas -o poetastros, mejor dicho- en su intento de dedicarle un espacio a Ailan. Alemania, Canadá y otros países abrieron sus fronteras y en ese mes recibíeron a miles de refugiados, sirios, principalmente. Pero pasaron las semanas y estas naciones se acordaron del desempleo de sus jóvenes, mientras cientos de emigrantes asiáticos seguían ahogándose en las playas griegas y turcas. Aunque más cadáveres de niños fueron fotografiados, ya no fue el mismo impacto; el éxtasis, él duelo mundial por Ailán quizá fue demasiado efímero. 

El Estado Islámico, uno de los causantes de la guerra en Siria, ha decapitado futbolistas, quemó vivo a un piloto no recuerdo de qué nacionalidad y se le ha relacionado con atentados en Francia, Bélgica, Malí, Túnez y Turquía. Y supuestamente la fiebre por ISIS ya hizo efecto en Estados Unidos. El ataque en un bar gay, en Florida, y antes un tiroteo en California, son adjudicados a simpatizantes de este movimiento que profesa un extremismo musulmán jamás antes visto.

Pero la comunidad norteamericana seguramente está más preocupada por el resurgimiento de viejos rencores, que parecían disueltos tras décadas de ver a jugadores de todos los colores en la NFL, y agrupaciones pop, también con integrantes de todo tipo de color. Este año, afroamericanos resentidos mataron a policías albinos, en venganza no por la segregación de los 60, sino por asesinatos recientes, a jóvenes negros que no opusieron resistencia.

También este año hay elecciones en Estados Unidos, la nación que domina al mundo desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial. Después de un negro con apariencia de basquetbolista, o de reportero deportivo norteamericano, pareciera que los gringos quieren retroceder 60 años y tener como presidente a la vil imagen del Tío Sam, del yanqui saqueador de países tercermundistas.

La otra opción bien la podemos maquillar y decir que el “gran imperio (léase con tono de Hugo Chávez)” seguirá avanzando como “sociedad” y después de permitir que llegara al trono un miembro de la minoría históricamente más marginada de esa república hipócrita, ahora es el turno de una mujer… de una dama… ex Primera Dama.

La estupidez norteamericana ha reflorecido con la candidatura de Donald Trump.

Tener por primera vez a una mujer presidente… o presidenta, como ya es normal decir, puede ser un duro golpe incluso para Rusia, que según muchos, planea construir una URSS 2.0. O al menos representará un triunfo de Barack Obama sobre Vladimir Putin, ya que el todavía presidente gringo ha manifestado sus sospechas de que el mandatario ruso apoya a Donald Trump. Suena patético que unas elecciones determinen si se dará un paso adelante o un retroceso, y más en semejantes dimensiones, como el caso de la Unión Americana, cuna del desarrollo global actual.

Y ya que mencionamos lo soviético, recién concluí de leer, por segunda ocasión, “La Madre”, de Máximo Gorki, una de mis obras preferidas, y de las que conozco, la mejor que demuestra cómo surgieron el comunismo y el socialismo, desde un ángulo muy entendible y humano, prácticamente explicado con peras y manzanas.

Gorki, con sus mujiks y jóvenes rebeldes, visualizaba un mundo sin patrones ni obreros. O con patrones justos y obreros mejor preparados. Quizá gracias a estos conceptos es que los futbolistas son millonarios, incluso los de clase B. Y bajo este parámetro, el obrero común vendría siendo el esclavo africano radicado en Estados Unidos en el Siglo 17. No sé, es demasiado complejo formar un movimiento y visualizar un futuro muy lejano, pues pese a que tuvo un éxito rotundo esta corriente social-intelectual en Rusia, esta nación figuró en dos guerras mundiales, que no estaban contempladas en los ideales  de Pável Vlásov, el personaje más relevante de “La Madre”, y quizá ni en los de Lenin.

El ser iguales, como lo anhelan muchos humanistas, no encaja en este planeta: pareciera que no estamos diseñados para eso. Toda sociedad requiere de un líder o un jerarca, y mientras interactuamos, ciertas actitudes me hacen creer que estamos a la espera de alguien que, con cizaña, genere discordia para empezar a criticar, ofender, sentirse unos mejores que los otros, o simplemente joder por placer.

¿Cuántas actitudes 'humanas' circularán por el ADN del macaco japonés?

Dicen los puristas que el alma no tiene color. Dicen los paleontólogos que las osamentas humanas son todas iguales, que se requiere de muchos estudios científicos perfectos para precisar si los restos pertenecieron a un negro, a un blanco o a un multicolor (aunque quizá de ellos todavía no haya fósiles).

Antes me gustaba creer que la propiedad privada surgió cuando un simio más ambicioso que otros quería poseer un espacio más digno donde dormir y comer, y agrandar su jardín y el tamaño de sus cuartos explotando a los demás. Aún creo que pudo ser así, pero también imaginó que en otras hordas, algunos homínidos cercaron cuevas para defender a sus hijos, a sus parejas o a sus padres, de potenciales violadores o ladrones, lo que los obligó a dejar de convivir más de cerca. No sé. Creo que todavía no se descifra si fue primero el huevo o la gallina.

Como sea. Tal vez en otra vida, o en otra dimensión seamos iguales. Quizá nos convertiremos en estrellas que se funden en el firmamento, y tendrás el mismo estatus seas eres verde, azul o rojo, o quizá nos convertiremos en espíritus que vagan en la calle, como sombras irreconocibles, aferradas a lo que nunca quisimos dejar, o a lo que nunca pudimos tener, pero ya sin esa terquedad, ese orgullo que genera enemigos, que obliga a matar a quien ni siquiera se conoce. El espíritu de un vagabundo aferrado a su botella de alcohol, quizá esté igual de vacío que al heredero que asesina a su hermano al disputar la casa, o el trono de su padre.  

Pero seguimos vivos en el planeta Tierra y la tecnología vuela: ya no usamos CD´s y muy rara vez las memorias USB; los celulares, cámaras de video o fotográficas de hace 10 años son totalmente obsoletos. Pero las miserias humanas son universales, incluso las que los religiosos ultra ortodoxos niegan aceptar, como el instinto animal, que impulsa al León en celo a matar a las crías que no son suyas, por eso del territorialismo, o la del macaco japonés, donde en temporada de frío, en las aguas termales sólo se puede bañar él, sus hembras y sus crías. Los demás probablemente morirán congelados, aunque desconozco qué hace con ellos la “selección natural”. Quizá el macho alfa piense igual que aquellas personas medievales que aventaban a las brujas al río, y si no se ahogaban o se congelaban, las quemaban, pues no es de humanos sobrevivir a semejantes condiciones.


Quizá este mundo lo creó Dios, pero dudo que él lo habite. Quizá viene de repente a visitarlo, a ver si algún alma de su creación no se contagió de tanta mierda que hemos creado, ya sea por tentación o por mandato divino. O quizá viene a reírse de que somos animales, y a comprobar que, como menciona George Orwell en “Rebelión en la Granja”, obra un tanto sátira donde ridiculiza al comunismo político, y no espiritual: “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

ASR

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