Fue emotivo ver más de cinco
asientos vacíos en el 258, varios de ellos del lado donde había sombra en pleno
mediodía soleado de un Sábado de Gloria, esa fecha correspondiente a la recta
final de Semana Santa, donde los católicos suelen mojarse en la calle y
desperdiciar grandes cantidades de agua.
De inmediato, antes de sentarme,
abrí mi libro de “El Mundo de Sofía” para continuar con la lectura, en un
capítulo que quise dejar en suspenso e iniciarlo este día, el cual se titula “Darwin”.
Y es que este científico fue uno de los personajes que más admiré de niño, a tal
grado que consideré estudiar biología o zoología. No exagero ni invento.
Leí con atención y sin prisa, sin
prestarle atención a la música romántica y sosa que amenizaba el viaje a medio
volumen. Quizá por eso pude notar que el chofer tenía ganas de pelear, o al
menos de discutir, porque a los pasajeros que solicitaban bajar, les advirtió
con asombrosa precisión y tono malhumorado el lugar exacto de cada parada de
camión, y justo ahí se detenía.
Apenas y se aprecia el rostro del chofer del 258 que abordé el mediodía del sábado 31 de marzo de 2017.
Pero resultó no ser tan
respetuoso con las señaléticas de vialidad, porque subió a dos personas a las
que reprimió porque el lugar donde alzaron la mano para abordarlo no es parada
oficial. Y sin embargo los subió, como para aparentar ser una buena persona, o
al menos hacerles saber que le debían un favor.
Sobre la calle Belisario
Domínguez, un músico urbano pidió permiso para cantar. “Debes tocar algo chido,
porque si no, la gente te la va hacer de pedo porque vienen escuchando bien a
toda madre a Los Temerarios”, le advirtió el conductor, en un tono bromista, al
permitirle abordar la unidad sin pagar. “Está bien, sirve y a más de uno se le
sale el chamuco”, agregó cuando el solicitante detalló que es cantante de
música cristiana.
No se aprecia la cara del cantante de música cristiana o católica (no distingo esos géneros, si es que no se han fusionado ya). Medía no más de 1.70 y es de esas personas que se ponen coloradas muy fácil cuando se asolean, sin necesidad de ser muy güeros.
En ese momento sentí curiosidad por
ver el rostro del chofer, a quien no presté atención en un principio por estar pensando en el
autor de “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la
preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, y me limité a
darle los 7 pesos y guardar el boleto. Debe tener entre 45 y 50 años, muy
moreno, con bigote abundante, cara pequeña y ojos oscuros.
“Abro a mis alas y vuelo alto, si
me acompañas tú, señor Jesús”, es el coro que se repitió constantemente en la
primera melodía del cantante, quien rascaba lenta y maquinalmente su guitarra. "Cristo
es el que vive, Cristo es el que reina", se escuchó en el segundo tema, y
suspendí mi lectura para reflexionar.
Es que valía la pena mi entorno:
retomé las ideas de Charles Darwin, quien fue considerado en el Siglo 18 como “el
hombre más peligroso para Inglaterra”, por sus teorías de que el mundo llevaba
girando alrededor del sol mucho más de 10 mil años, periodo en que, según los
cálculos religiosos, fueron creados Adán y Eva, o Eva y Adán, si nos adaptamos
a los discursos “incluyentes” y feministas de la actualidad, pero sobre todo, a esa
emocionante y mágica idea de que somos animales, porque los fetos humanos se asemejan al de ciertas aves y mamíferos como los caballos, y ya que nacemos y
nos desarrollamos, nos parecemos significativamente a los monos, quienes
pudieran ser nuestros primos, o al menos tíos abuelos segundos, pero familia
al fin y al cabo.
Con las ideas de Darwin, Adán y Eva pasaron de ser nuestros patriarcas supremos, a simples personajes de cuentos infantiles y locos de autores como los Hermanos Grimm o Lewis Carroll.
“Darwin había alejado a Dios del
acto de la Creación” y “¡qué significa la eterna creación, si todo lo creado ha
de desaparecer para siempre!”, se lee en El Mundo de Sofía, donde Jostein
Gaarder especifica que el “Padre de la Evolución” estudió teología en la
Universidad de Cambridge, y que aquel viaje por el sur de América, donde se obsesionó
por la adaptación y transformación de la especies de la flora y fauna, fue tal
cual una casualidad.
Más que negar a Dios, Darwin "ninguneó" el papel y don prioritario que el ser humano creía tener respecto a la creación del planeta Tierra.
Continué leyendo y planeé buscar
documentales de Darwin y Benjamin Franklin, a quien también citan en el libro,
pues quiero recordar a aquellos personajes que comencé a admirar de niño, al
mismo tiempo que detestaba leer la biblia y rezar. Con justa razón a Darwin lo
consideraron un peligro, a pesar de que el catolicismo ya estaba en debacle en
el Reino Unido y varios países europeos: sus ideas, pero principalmente esa
curiosidad de pensar constantemente en las razones de nuestra existencia, ponen
en peligro no nada más al catolicismo, sino a cualquier religión, culto y actos
de mero fanatismo injustificado ante el razonamiento humano.
Darwin se ganó el reconocimiento de grandes filósofos como Karl Marx y Friedrich Engels; por esta razón es que se incluye un capítulo con su nombre en "El Mundo de Sofía".
Recordé también a mi padre, quien
detestaba a los curas, y sin embargo, aborrecía más a Darwin. Me era imposible platicar
con él al respecto a nuestra evolución. Decía: “Si venimos del chango, ¿ por qué
no todos los changos son humanos?” y sentía que con ese argumento medieval,
digno de cualquier inquisidor que ardía indios a fuego lento, me había callado.
“¡Pobre imbécil!”, pensaba yo en
voz súper baja, por no decir en mute. ¿Acaso no ve que en los cánidos hay
lobos, zorros, coyotes y perros… y que hay perros chihuahueños y pastores
ingleses? Lo mismo con los felinos. No todos ellos llegarán algún día a ser un
león o un tigre, que supuestamente son los más dominantes. Hay leopardos,
gatos, jaguares y chitas. Lo mismo que cocodrilos, que no han cambiado mucho en
millones de años, y sin embargo existen diversas especies. Sin darse cuenta, mi
papá heredó un gran legado católico por parte de mi abuela María Guadalupe,
quien hizo honor a su nombre.
Al bajarse el cantante urbano, el
chofer dijo en voz alta: "los que más creemos en Dios somos los más hipócritas.
Esa es la verdad", y puso a reproducir su pequeño estéreo, que ahora
tocaba una cumbia que jamás había escuchado, y más o menos dice así: "es
mejor que te vayas ahora, mi cariño ya no puedo darte, si te quedas, te juro
traidora, llorarás lágrimas de sangre".
ASR
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