29 de diciembre de 2019

Vuelo de Navidad


Lunes, 23 de diciembre

Hay días que, por múltiples significados, mensajes y aprendizajes, permanecerán intactos en nuestra memoria por un lapso prolongado, sobre todo en situaciones adversas o de reflexión.

Y hoy fue uno de esos. Estoy lejos de casa, en la sierra norte de Jalisco, sin internet ni algún libro que leer. Así que, siendo las 8:50 pm, no tengo más remedio que rememorarlo antes de que se esfumen los impulsos cardiacos esenciales. No inició bien el día, porque el Uber tenía tarifa y se pagaron más de 300 pesos. Es lo único que diré al respecto.
 
Después del mediodía llegamos a la comunidad El Aguacate, en Nayarit, donde nos citaron para realizar mi primer vuelo en avioneta. La pista de aterrizaje más bien parece una parcela de rancho por donde circulan burros y caballos porque, tal cual, es un caminito de tierra que tiene una longitud que difícilmente supera los 500 metros. Es decir, mide el espacio que es más que suficiente para que salgan y lleguen las aeronaves.

El Cessna 182 en el que volamos, tal cual, es un vocho con alas

El señor que nos recibió se mostró preocupado porque a simple vista los tres tripulantes pesamos mucho más de los 70 kilos que le habían indicado quienes contrataron el servicio. Además cargamos un equipaje considerable que consiste en cobijas, cámara de vídeo y tripiés (por eso no pude llevarme a Los Hermanos Karamazov, que debe pesar más de dos kilos).

Sin embargo llegó el piloto, un sujeto de entre 30 y 35 años, nos saludó y, sin examinar las maletas, ni que sus tres pasajeros rondamos el 1.80 de estatura y más de 80 kilos cada uno, nos ayudó a cargar nuestras maletas y, con un acento sinaloense que embona a la perfección con su barba de candado, lentes oscuros y gorra negra, nos dijo: "¡súbanse compas!". Más que manejar un aeroplano, con ese aspecto bien pudo haberse presentado como el cantante de una banda sierreña durante las fiestas patronales de cualquier pueblito de los alrededores de donde salimos.

Decidí ser el copiloto y la adrenalina al despegar fue impresionante: comprendí por qué fueron tan insistentes en el peso, porque la avioneta parecía un papalote que el viento maneja a su antojo; al elevarse dio un giro en forma de "u" y se inclinó por varios segundos. Miré por la ventanilla lateral y parecía que íbamos a caer en picada, como se ve en un sinfín de películas bélicas cuando un avión japonés, gringo o alemán es impactado por un misil antiaéreo y se desploma sin margen de maniobra.

Paisaje espectacular en la frontera de Nayarit y Jalisco


Para nuestra fortuna, el piloto sujetaba con firmeza el volante, que más bien parecía control de videojuego noventero. Minutos después llegó la calma hasta que casi me infarto cuando vi que el conductor revisaba su cuenta de Facebook, justo cuando nos topábamos frente a dos cerros inmensos. En ese momento me convertí en el más fiel creyente de la figurita de Jesucristo que adorna el tablero de la avioneta vieja, con altímetros, anemómetros y demás instrumentos de vuelo muy parecidos a los que tenían los aviones que arreglaba mi papá en la Base Aérea de Santa Lucía, hace casi 30 años.

Pero pronto volvió a concentrarse en su oficio. Se notaba que conocía el trayecto como la palma de su mano porque volvió a tomar su teléfono varias veces. Me calmé y volví a contemplar el espectacular paisaje. Vi la presa hidroeléctrica de Aguamilpa del Río Lerma, con aguas limpias, nada comparable con el mugrero que es cuando desemboca en la Barranca de Oblatos, cuando ya está unido al Río Santiago.

Quería hacerle muchas preguntas al piloto, pero llevaba unos audífonos porque el sonido del viento es ensordecedor, y tan sólo me alcanzó a decir que lo máximo que volamos fue 8,000 pies y su pequeña avioneta, que se identificaba con la leyenda "Cessna 182", no está capacitada para utilizarse más de 5 horas por viaje.

Después de media hora llegamos en San Andrés Cohamiata, comunidad 100 por ciento wixárica. Como pista de aterrizaje ahí funge una parcela aún más dañada y extrema que la primera, porque por ahí circulan los pocos vehículos que hay y además caminan niños que van a la escuela o a jugar a las canchas; de hecho tres se acercaron a saludar al aeroplano y corrieron tras él.

Nos recibió una señora y mientras indicaba dónde estaban las cabañas que podíamos rentar para hospedarnos una noche, un señor la interrumpió: de unos 50 años al menos, al igual que ella, tenía raspones en la cara, como si se hubiera caído en una borrachera, y le decía a ella que no tenía autoridad para guiarnos. Lo ignoramos y después Paola (así se presentó la mujer de falda verde larga hasta los tobillos, suéter azul y paliacate rosado) nos condujo a un mirador espectacular.

La señora Paola posa en el famoso Mirador 

Paola repetía una y otra vez lo bonito que estaba el paisaje y justificó su embriaguez asegurando que ayer había sido su cumpleaños. Nos decía a cada rato: "yo no cobro por hospedaje ni por llevarlos al mirador", aunque nos pidió una "cheve" que no pudimos darle porque todas las tiendas estaban cerradas. Llegamos al centro, donde se realizó el evento que motivó este viaje, y ella regresó al sitio donde aterrizamos, no sin antes advertirnos que regresaría para llevarnos de nueva cuenta con las personas que rentan las cabañas o bien, podía prepararnos algo de comer. No la volvimos a ver.

Me sorprendió que mucha gente habla español, incluso los niños más pequeños, y más asombroso fue encontrar entre ellos a una asiática bastante guapa, calculo de unos 25 años, considerando la variante de que dichas personas suelen verse mucho más jóvenes de lo que son. La simpática mujer también llevaba vestimenta huichola y se comunicaba con ellos en dialecto indígena, aunque se le dificultaba el español.

Mientras mataba el tiempo tratando de pronunciar “xaturi turamukame” y otros vocablos wixáricas escritos en la barda de la comandancia y en la cruz del templo ceremonial, un chavito como de siete u ocho años me preguntó "¿me compra artesanías, señor?", con una seguridad digna del dealer más temido de Oblatos que atiende a los hommies foráneos y les ofrece "broncas", "clavo" o como se le quiera llamar a las drogas, o mejor aún, con un trato de cliente-vendedor firme y seguro que envidiaría esas personas ruines e ingenuas que forman parte de los multiniveles; esos tristes diablos que les gusta jugarle al emprendedor y creen que en seis meses serán empresarios exitosos y millonarios, que estarán en un palco con Carlos Bremen y Amaury Vergara, con quienes podrían platicar de corridas de toros o repasar nombres de marcas internacionales de ropa y vehículos que adquirieron en sus viajes a Estados Unidos.

Le compré dos pulseras. Duele ver sus caritas quemadas tanto por el sol como por el frío; andan descalzos en plena sierra y en cambio yo, me llevé dos pares de calcetines por miedo a enfermarme; duele más ver a niños de entre 5 y 8 años que cargan a sus hermanos menores, por lo general los varoncitos sobre los hombros y las niñas en reboso, como si se tratara de madre a punto de amamantar al bebé: de hecho hacen esta función mejor que decenas de damas que habitan en las grandes urbes. Pero sus hermanitos no son sus crías, y deberían de estar recibiendo casi los mismos cuidados. Si es que andar por la sierra con un infante resguardándote se le puede llamar “cuidado”.

Pulseras coloridas, mejillas quemadas por el frío


Sé que generalmente son sus familiares más chicos a quienes cuidan porque así lo corroboró una niña que apareció de repente, se sentó a mi lado y también ofreció arte huichol y le pregunté su nombre: "Fernanda", respondió, y después me dijo que su hermanita es Rosa… dio otro nombre que ya olvidé, pero que no era Guadalupe, ni Felícitas, ni cualquier vocablo ininteligible para el habla hispana.

A diferencia otras comunidades de su misma cultura, en San Andrés dominan perfectamente el español y ya casi no usan nombres de su idioma, contrario a la costumbre actual de muchos hippies, hipsters y hasta los “Brayans suburbanos”, quienes bautizan a sus bendiciones con nombres como Tzilacatzin, Haramara o Ítzica, nombres que apenas pueden pronunciar y cuando les preguntan sobre el significado, suelen dar distintas respuestas porque se les olvida, pero optaron por plasmarlos en el registro civil porque en alguna ocasión de su juventud se fueron a fumar peyote a la sierra norte y por eso ya se sienten dignos y emparentados con la gente de ahí. Supongo que los indígenas de aquí comienzan a adaptarse a la cultura general de Jalisco, pese a que aún se rigen por una especie de “autogobierno” que eligen sus altos mandos a través de sueños (así me explicaron) y cada año tienen un nuevo dirigente.


No hay palabras para describir esta imagen

Fernanda sacó una bolsa con collares hermosos y figuras de barro forradas de chaquira. Los más baratos costaban 300 pesos y aunque en la ciudad valen casi el doble y en mi cartera llevaba un par de “Benitos Juárez súper saiyajin” (billetes nuevos de 500 pesos, pues), no quise comprarle porque vi gente muy borracha y latas de cerveza tiradas por todos lados, misma estampa que aprecié las veces anteriores que he ido a esta región norteña de Jalisco: abril del año pasado y junio de este; creí que alguno de esos seres alcoholizados podría ser el padre o la madre de la niña.

Me cuesta decir que el maldito alcohol es la pudrición principal que nos impide progresar como país, porque en las grandes potencias también el alcoholismo es un problema social. Y no puedo jactarme de abstemio. Talvez sea cierto que las penas se curan con cervezas, vodka, pulque y tequila, pero después de varios años de intento, ya no estoy tan seguro. Me duele pensar que todos esos niños que vi, en un par de décadas también tendrán hijos, que probablemente protagonicen a diario el drama que hoy presencié, y en el mismo escenario, por supuesto. Además del alcohol, subrayo el ser tercos y sumisos, sumisos a dos costumbres: la guadalupana que nos inculcaron los españoles, y la propia que se forja allá en las montañas del norte, con tradiciones y ritos que favorecen a muy pocos.

Antes de venderme una vasija de poco más de 100 pesos, esperó a que un compañero me cambiara un billete y en cuanto le pagué se puso de pie y siguió su camino a paso veloz con Rosita entre sus brazos y, al igual que Paola, se perdió entre la tierra colorada y el maíz seco que tan representativos son de TateiKie (nombre oficial de San Andrés Cohamiata), que además tiene ese extraño hedor a ocotes quemados y a estiércol de vaca y de caballo, tan característicos de los pueblos rurales mexicanos.

Mientras corrían en la plaza del centro, varios niños de entre seis y ocho años cargaban en sus espaldas a otros pequeñitos de la mitad de sus edades y corrían a buen paso, y al bajarlos, los chilpayates también salían hechos bala corriendo; jugaban a perseguirse y a atraparse. Entre ellos sobresalía un pequeñín con pantalón de mezclilla, botines color camel, con su piel no tan descuidada y camisa vaquera de cuadros. Él no cargaba a alguien menor sobre los hombros: a él lo llevaba de la mano uno de los líderes del pueblo.

Rituales extraños


Hasta de noche conseguimos un lugar donde dormir: el “Hotel el Ejecutivo Tatei-Kie”, que más bien es una casa ordinaria con tres cuartos, una cochera y un jardín, y es donde justo empecé a redactar este texto, antes de que me orinara un grillo negro que me dejó varias ronchas.

Ya es 24 de diciembre, son las 5 am y pienso si el destino me permitirá regresar a casa para envolver los regalos faltantes para mis sobrinos y otras personas. Me dormí a las 10:30 am, desperté a las 12 y después a las 4. Me despertó el frío. Las dos cobijas que me dejaron en la cama están muy delgadas y lo primero que pienso es que así deben ser la mayoría que hay aquí. Incluso me duele reconocer que mucho no deben tener trapos para taparse en la noche y peor aún, que la mayoría de casas son de ladrillo sin resanar o de adobe, lo que causa que el impacto de las bajas temperaturas sea mayor.

Por suerte traigo un cobertor pequeño que, aunque no alcanza a cubrir todo mi cuerpo, es de gran ayuda. También dos cobijas, dos chamarras, guantes y bufanda, la cual amarré a mi cintura porque el vaho gélido se sentía en mi espalda, la cual sudó toda la tarde porque cargaba dos mochilas, una maleta y un tripié mientras esperábamos al gobernador; sí, esa es mi chamba de la que tan seguido me quejo, pero me ha dado tanto, como poder contar este tipo de anécdotas y viajar no sólo por todo Jalisco, algo que soñaba desde pequeño, cuando vivía en estados del sureste mexicano. A propósito, ni en Inglaterra sentí tanto frío… ah, es que allá las casas tienen calefacción y andas a toda madre descalzo por el piso alfombrado. Y además fui en septiembre, cuando las ondas glaciares apenas comienzan a asomar las narices.

La avioneta pasará por nosotros a las 9 y ahora mismo recuerdo a tres niños que, mientras estaba en la tienda donde rentan el wifi a 30 pesos, con una voz temblorosa y cabizbajos, cada uno repitió el mismo enunciado: "¿me regala un peso?". Les hace falta juntarse con los pequeños comerciantes de artesanía, que dialogan con una seguridad sorprendente. Y yo, sintiéndome un turista bonachón, a cada uno le di monedas de 5 pesos, de esas que guardo en la cartera para depositarlas en la caja que está subiendo el camión, y no importa perder 50 centavos con tal de agilizar el tránsito de pasajes ahora que los choferes no manipulan dinero. Aunque estaba consciente de que cinco pesos ya no alcanzan ni para unos jodidos churrumaiz o rancheritos. Eran tres dos niñas y un niño. Ellas compraron chetos sin marca, de los que son más baratos; él echó la moneda a la bolsa de su short.

A la derecha se aprecian las dos pequeñas que me abordaron en la tienda, mientras yo festejaba que había señal de internet... y me moría de frío


Se fueron y continué enviando los videos, fotos y audios a mis compañeros de trabajo que se quedaron en la ciudad. Debió pasar como medio minuto cuando alcé mi cara justo en el momento en que la niña mayor volteó para darme las gracias; como buena aprendiz, la chiquitina actuó del mismo modo y las sonrisas de esos ojos negros, de esos cachetitos maltratados más por la miseria que por el frío, y sus manitas diciéndome adiós, quedará presente en mi memoria por mucho tiempo. En cuanto al chamaco, él caminó más rápido y se unió a unos niños que pateaban un balón de las Chivas. El fútbol siempre opacando cualquier tipo de carencias.

ASR

29 de octubre de 2019

Preséntame como Guasón



Es muy probable que los jóvenes vagos que al iniciar el filme golpean a Arthur Fleck tras quitarle el anuncio que mostraba durante su horario laboral, formaran parte del tumulto que al final lo liberó de la patrulla; la figura de payaso asalariado de la cual se burlaron, después la veneraban, impulsados por un asesinato que se interpretó como un acto de justicia social.

Espero que esta opinión no me convierta en un experto en cine frustrado

Vi la película de Guasón en condiciones poco idóneas: sucedió el sábado de una semana en la que el insomnio me consumió de forma terrible: en los tres últimos días dormí entre 10 y 12 horas, se me dificultó abrir los ojos y en cada pestañeo percibía luces verdes, rojas y azules; para completar este escrito pensé en la opción de regresar al cine, pero lo redacté de una vez porque esta película bien puede tratarse de una ilusión del protagonista, según la interpretación de los relojes que marcan las 11:11, lo mismo que el contraste notorio entre la torpeza que plasma Joaquin Phoenix en su papel de payaso de fiestas infantiles con la elegancia y ademanes refinados que realiza cuando viste un traje rojizo; es decir, existe la posibilidad de que en realidad Batman tan solo sea una especie de Conde Drácula moderno, creado por la ilusión y delirio de un comediante fracasado. Por cierto, es destacable el perfil de Thomas Wayne, el papá de Bruce, muy opuesto a los principios que suele defender el gótico y huérfano héroe con capa.

Viene lo relevante: el o los momentos en que nos identificamos con el villano más peligroso de Ciudad Gótica, esas comparaciones que en las redes sociales ofenden a más de un purista. Este año he tratado de redactar crónicas, relatos y demás escritos. Ahora mismo tengo un par de cartas inconclusas, escritas a mano con pluma de gel para grabar la letra lo más bonito posible y así tratar de impresionar a quien están dirigidas. Recordé este acto pendiente cuando Arthur asiste a la terapia donde recibe medicamento y muestra su cuaderno. Sentí miedo porque a mis hojas considero agregarles recortes fotográficos o de periódico.

Las letras de Joker de verdad asustan


Otro aspecto que me llegó es que aún vivo con mi madre. Ella y yo solos en una casa de dos pisos llena de humedad. Bueno, de repente nos visita gente y paso mucho más tiempo en la calle, pero aún así es un trauma que me afecta desde hace casi una década.

Cuando su compañero payaso le entrega la pistola, recordé las múltiples ocasiones en que mi padre (un militar de profesión para quienes no lo saben) insistía en que yo debía aprender a disparar. Seguido me pregunto qué sería de mí en caso de haber aceptado, porque además de mi actitud en casa que por lo general consistía en llevarle la contraria a mis papás, siempre dudé de la serenidad que me gusta mostrar en mi día a día, y suelo estresarme con suma facilidad. Lo que quiero decir es que me asaltan dudas como ¿habría disparado a la primera incitación contra quienes se burlan de mí? ¿Tener una pistola me haría alguien prepotente? ¿Buscaría enemigos solo porque cargo un arma? ¿Habría sido capaz de matar? ¿Ya me habrían asesinado?

Y ya que he incitado crímenes mortales, este drama aborda un rechazo a la clase social alta, por así decirlo: Fleck asesina a quienes fueron catalogados por la prensa como “ciudadanos ejemplares”, empleados de una importante empresa, propiedad del papá de Batman, quien los cataloga como parte de su familia, a pesar de no conocerlos; Arthur se deshace de los hipócritas, prepotentes, petulantes y bien vestidos, y no de los pandilleros, también hipócritas y presuntuosos, pero de escasos recursos. Aunque si se analiza a detalle, a estos últimos no los asesina porque estaba medicado y todavía no portaba la pistola; aún así es se muestra la imagen rebelde del Guasón, aunque en este filme, supuestamente alejado de la idiosincrasia anárquica de los cómics (de súper héroes, sólo he visto la saga Spiderman que protagoniza Tobby McGüire), el principal factor es la enfermedad mental: de hecho, se emite un claro mensaje a los gobiernos que urge invertir más en salud mental.

Abundan las bromas respecto a quienes se identifican con el Joker; en las redes sociales, principalmente en Facebook, existe un gran sector de intelectualoides que tildan de millenial-experto-fracasado a toda aquel que expone una simple impresión. Las burlas por opiniones que miles de personas compartieron en sus muros o feed de Twitter, se viralizaron porque hacen reír y ciertos influencers los exhiben… algo así como le sucedió a Arthur con el comediante exitoso, de quien no recuerdo su nombre pero interpreta Robert de Niro.

Memes: todos somos Joker


Porque todos podemos ser el Joker. Y porque muchas ciudades o países parecieran vivir en un caos sin autoridad competente. Mientras busco inspiración para este escrito, en Sinaloa, para evitar asesinatos de rehenes, liberaron a un narcotraficante, cuyo padre burló a las autoridades mexicanas adiestra y siniestra, como si se tratase del mismísimo Guasón, y nuestro presidente asumió el papel de villano, como alguna ocasión lo hizo Batman con el fin de establecer el orden. Porque quienes golpean a Arthur no dudo de que, si en lugar de habitar Ciudad Gótica en los 80 vivieran en la Ciudad de México actualmente, serían ninis beneficiados por Andrés Manuel López Obrador, un líder que enojado por perder elecciones bien podía ser el Guasón versión Heath Ledger, pero ahora que es Presidente actúa como un payaso de cuarta categoría. Creo que ya me salí del hilo y terminaré hablando de todo el odio que siento por este inepto HDP que tardó 15 años en graduarse (muero por ver a Carmen Aristegui investigando los estudios de esta chinche, así como lo hizo con el copetón de EPN) ...

¿Habrá un personaje más enigmático que el Guasón?

Como decía, nuestra sociedad, a dos décadas del nuevo milenio, puede compararse con un thriller de un asesino psicópata como el Guasón. Porque este mundo, donde se supone que cada individuo por lo general percibe que lo correcto es su forma de actuar y analizar la vida, y todo lo demás que se tiene que corregir, sustituir o erradicar proviene de las personas que lo rodean, de repente, por un mal día en el trabajo o en la casa, nos obliga a creer que en cualquier momento vamos a enloquecer, que cualquier chispa nos hará estallar, o bien, que nuestra vida, más que una tragedia o una comedia, puede ser una simple alucinación.

Por cierto, prefiero al Joker de Ledger, un tanto esporádico y concebido muy alejado del protagonismo que goza la interpretación de Phoenix. Intuyo que seguirán buscando más caracterizaciones de este payaso que tanto consterna a la humanidad, y del que todos seguro tenemos aunque sea una pequeña parte de él. Arthur, que según leí es el primer nombre oficial de un Guasón, sigue siendo todo misterioso, porque no sabemos si lo que desarrolla su cerebro son recuerdos o fantasía, como sucedió en The Dark Knight, donde cuenta dos versiones distintas de sus cicatrices en la cara.

Y en cuanto a AMLO: también se ve mejor como el Joker agitador de delincuentes, que como un payaso fracasado.

Al final hubo aplausos. No recuerdo algo similar en el cine. Varios trabajadores de Cinépolis que recogían las palomitas, y otros adolescentes que salían en bolitas de hasta seis cabronas y cabrones, imitan la estresante y enfermiza risa del Joker. Unos pasos después escucho a un señor obeso y bigotón, que le dice a una mujer que la acompaña mientras la suelta de la mano para explayar su idea con ademanes: "era un pinche trabajador más y nadie lo respetó". En tanto pienso que recientemente vi una obra de teatro local que se llama “Moby, la ballena poeta”, donde un joven que trabaja de botarga en una pizzería ve cómo se va frustrando su sueño de ser escritor.

ASR

7 de septiembre de 2019

Remordimientos y tortugas



A unos 10 pasos del límite del oleaje vi la figura de mi reptil predilecto tendida sobre la arena, entre piedras oscuras que arroja el mar, carbón de las fogatas de quienes acampan y demás basura que dejamos los humanos cuando vamos a la playa, casi siempre para desestresarnos.

La silueta que dibujaban estos montículos de residuos parecía perfecta: sólo hacía falta el caparazón. Me arrodillé para tomar una fotografía y entonces observé con claridad que no se trataba de escombros que daban cierta forma curiosa: era el cuerpo sin vida de una tortuguita marina. Al tocarla sentí la misma tristeza que me dejaba sin oxígeno cuando, siendo niño, se morían mis Donatelas, o cuando el año pasado se murió la “cupiso amazónica” que me regalaron de cumpleaños. Apenas estuvo conmigo un mes.

¿Por qué se me apareció entre la arena? ¿qué le impidió llegar al mar?

Con el pequeño cadáver sobre la palma de la mano, tenía en mente el mal presentimiento que me generó este viaje, porque partimos un miércoles 28, y fue un miércoles 28 cuando mi papá salió a trabajar y el destino le imposibilitó volver a casa. Aquello sucedió en junio de 2006. Trece años y dos meses después también se trataba de un viaje por carretera, pero a Puerto Vallarta. Un día antes me alegré de salir a mediodía y no tan temprano como él, que fue declarado muerto creo a las 7 de la mañana, cuando acababa de llegar a Jalostotitlán.

Últimamente ya no me apasiona la muerte ni pienso tanto en qué es lo que sigue al dejar este mundo, este tiempo y este espacio: estoy enfocado en ablandar mi corazón, cumplir un par de fantasías y volver a cruzar el Atlántico para conocer Rusia, quizá por eso fue que durante el trayecto me reí de mi exageración y llegué sin inconvenientes al anochecer.

Al día siguiente trabajamos desde temprano, bajo un calor brutal porque chispeó durante la madrugada y agosto es el peor mes para visitar al puerto jalisciense. En la tarde caminé por calles de mi pueblo que no conocía, crucé el puente del Río Cuale y subimos la montaña por las escaleras que dan paso a las viviendas que ahí se asentaron: aunque me enorgullece decir que ahí nací, sigo sintiéndome un turista. Valió la pena el regaño del viejito encargado de vigilar la finca en obra negra donde nos subimos para apreciar el espectacular paisaje; se fue y nos advirtió que ahí tenía un perro cuidando en la planta de abajo, un pitbull que permaneció dormido las dos horas que debimos durar mis tres compañeros y yo ahí platicando y haciendo ruido. ¡Vaya guardián!

Siempre que regreso al lugar donde empezó este viaje llamado vida, se me revuelve el corazón

La tormenta volvió a sorprendernos en el amanecer del viernes y recorrimos las playas hasta mediodía, con el cielo completamente nublado. La primera que visitamos fue Gemelas. Al bajarme del camión me quité los tenis porque los charcos estaban demasiado extensos.

Caminé y las piedritas me lastimaban los pies, lo que me hizo sentir como un peregrino región 4 que va rumbo a la basílica de Zapopan, o a la de la Virgen de Guadalupe, porque recordé cuando estaba en el kínder y me molestó que un familiar llevara mis chanclas; le dije que se las quitara, me las entregó, y mientras avanzábamos junto al cauce del Río Pitillal se quejaba porque le ardían las plantas de los pies: como suele suceder en los veranos vallartenses, el sol parecía que iba a estallar, y los quejidos de mi pariente incrementaban al pisar piedras. Como sucede en todo acto cobarde, no tuve el valor de verlo a los ojos. Esa noche, en lugar del sol, quien amenazaba con explotar fue mi corazón; aún siento cómo se estremecía en mi garganta y fue así que conocí la palabra “remordimiento”. Veinte años después me desahogué con mi ser querido que tanto daño le hice aquel cabrón día y le confesé lo mucho que me afectó ese acto: me respondió que ya ni siquiera lo recordaba, pero aceptó la disculpa. Me quité un gran paso de encima, sin embargo me queda claro que lo tendré presente hasta el último día de mi vida.

No fueron ni 100 metros los que anduve descalzo por las piedras y sentí un gran alivio al tocar la arena. Qué bueno que no se trataba de una “manda”, porque las vírgenes y santos de todas las religiones se habrían cagado de la risa. Entonces aconteció el tétrico encuentro. Ver el cuerpecito oscuro, con sus aletas en posición de estar constantemente arrastrándose por la arena totalmente tieso fue espantoso; sus ojos secos no le restaban ternura.

Adoro las tortugas. Cierto día leí que representan la paciencia y la sabiduría… Y quedé enajenado con esa idea. Hoy mismo estoy lejos de ambas cualidades, lo cual me frustra. De niño me decían que parecía un chita porque aparte de pecoso, estaba muy delgado, corría rápido y tenía una sonrisa en mi rostro, como la de ellos. Es triste ya no contar con ninguna de estas características y aunque ya tengo más pecas, estoy lejos de parecerme a un guepardo. Y aún más lejos de una tortuga.

Pensé en enterrarla, pero bajo la arena pronto la encontraría un cangrejo o una gaviota. Un compañero que fue testigo de mi terrible hallazgo me sugirió arrojarla con todas mis fuerzas al mar. Acepté la propuesta, pero el lanzamiento fue delicado y minucioso, como si se tratara de un objeto valioso que no quería quebrar, y no una piedra u otro proyectil que debiera llegar lejos.

Desde que me avisaron cuándo se realizaría este reciente viaje a Puerto Vallarta, sabía que no debía incluirlo en la monotonía laboral. Con muchas dudas respecto cuánto tiempo más podré contener un estrés mental que me ha estado consumiendo desde que inició este año, mientras preparaba mi maleta tenía ideas escalofriantes y sentí miedo de no regresar a casa. Al subir las grandes rocas de la hermosa Playa Gemelas volví a lastimarme los pies y pensé que alguien más se estaba sacrificando por mí; toqué mi collar que tiene un dije de tortuga marina, como la que minutos antes tenía en mis manos.

En este mes he visto muchas películas de guerra. “Deserve it!” es la frase que el capitán John H. Miller, interpretado por Tom Hanks, le dice al soldado Ryan antes de morir, y en el doblaje al español se utilizó “¡sea digno de esto!”.

¿Seré digno de que un ser que representa la paciencia y la sabiduría se haya sacrificado para que yo siga en este mundo?

Ahora te sueño despierto, que estás jugando sobre las olas, tu gran meta a la que no pudiste llegar.

ASR


28 de julio de 2019

Los muertos-de-hambre y su Síndrome de Macario



De repente me duelen los oídos de tanto escuchar música, por lo que debo guardar los audífonos en la mochila mientras avanza el camión. Se supone que así descansarán mis tímpanos, pero muchas veces resulta peor, como por ejemplo, cuando el estéreo del camionero, o la bocina de algún pasajero insensato reproducen banda o reggaetón… o cuando debo escuchar las pláticas de al lado.

Cierto día de esta semana se subieron al 258 dos jóvenes, hombre y mujer, supongo que son compañeros de trabajo porque vestían camisas iguales, con logos al parecer de una empresa restaurantera. Ambos comían tostilocos y me sentí feliz porque no se me antojaron; hace más de dos meses que no los consumo porque, entre otras cuestiones alimenticias, médicas y estéticas, ya cuestan 35 pesos.

Mientras revolvía con el tenedor los pepinos, jícama, clamato, cacahuates japoneses y demás ingredientes chatarra de la bolsa de Tostitos, el muchacho, a quien no le pude ver el rostro pero tenía una voz bastante suave, poco clara y un tanto afeminada, saboreaba cada bocado. Confesó a su acompañante que le es muy agradable comer frituras sin que le estén pidiendo, aunque eso sí, resaltó no ser una persona envidiosa. Talvez le sorprendió que de tanta gente a su alrededor, nadie se atrevió a molestarlo mientras consumaba uno de los grandes placeres y uno de los siete pecados capitales, que es la gula.

La chica hizo un comentario similar, destacando que tampoco en su casa puede botanear en paz y entonces recordé la película de Macario (duele reconocer que no he leído el libro), basada en el clásico literario en el cual el escritor alemán B. Traven describe a la perfección esas férreas ganas que tenemos los mexicanos de querer atragantarnos un helado, un chocolate, un pollo como en el caso del indígena que protagoniza magistralmente Ignacio López Tarso en dicho filme, o una coca cola, como lo viví en carne propia con un chavillo, conocido como “Cafú”. A más de 15 años y por todas las actitudes que implicaron, todavía me avergüenza recordar ese pasaje que aún así reviviré en lo que resta de este relato.

FOTO: Google. Ignacio López Tarso (izquierda) representa magistralmente a un indígena que se le aparece la muerte en el que tal vez haya sido el momento más feliz de su vida

A Mario le decíamos “el cagón” porque, valiéndole madre nuestras burlas, defecó en dos parques y en la jardinera de una casa abandonada, y cuando contábamos sus hazañas a los demás amigos, siempre lo negaba. En ese entonces, el verano de 2002, ocasionalmente jugábamos fútbol en la cuadra de abajo con un buen sujeto que estimábamos. Se llamaba Vic, narraba los partidos estuviera o no en la “cancha” y cambiaba nuestro nombre o apodo por el de un crack: a Omar le decíamos “Beibi”, como burla porque así lo despedía su mamá al dejarlo en la escuela, “¡adiós mi beibi!” y durante la cascarita se transformaba en “Beibi” Beckham; cuando se aburrió de pronunciar el prolongado “Arnulfillo”,Vic comenzó a decirme “Fillo”, y por eso me tocaba encarnar al flamante portugués Luis Figo, y a Mario le hizo el gran favor de cambiarle su horripilante y nauseabundo apodo por el del legendario lateral brasileño.

Al “Cafú” cierto día le pedí un trago de coca y se negó. Escondió la botella debajo de un carro, junto a la llanta, y cuando se descuidó la tomé y le di un ligero sorbo. Se tornó rojo como una granada (su piel era muy blanca); con gritos dignos de un paciente de manicomio, me insultó lo más que pudo y, casi con lágrimas en los ojos, confesó que antes de salir a jugar su mamá también quiso un trago y también con ella no accedió a compartir. Ser el causante de su rabia me hizo sentir miserable, y no tanto por la ofensa que debió colmarlo en ese momento, sino porque a ese cabrón en más de una ocasión le ofrecí de lo que traía, o él agarraba sin pedir cuando después de jugar comprábamos varias bolsas de papas y las servíamos en un plato. No sé qué tan relevante sea destacar que ese chamaco nunca traía dinero cuando íbamos a la tienda.

También recuerdo otros casos curiosos asociados a esta envidiosa conducta que me atrevo a nombrar “Síndrome de Macario”, que curiosamente se desarrollaron en la tiendita de la esquina, donde probablemente el “Cafú” compró aquella fatídica coca cola (pensándolo a detalle, ¡todas lo son!) de medio litro.

Le dicen “el mudanzas” porque no puede hablar. Es como 10 años mayor que yo y lo recuerdo acompañando a su abuela para cargar las bolsas de mandados. También cuando la anciana sacaba una silla y se sentaba en la banqueta, junto al árbol que está afuera para ver el panorama. Era incómodo y peligroso jugar fútbol con ella como espectadora, aunque a veces su acompañante sin lengua desviaba los balonazos que podían golpearla y a quienes vestíamos camiseta rojiblanca nos animaba con sonidos guturales ininteligibles, incapaces de redactarse en cualquier idioma, y sus dedos pulgares en seña de aprobación.

Cuando la señora (nunca supe su nombre) murió, esto pudo ser entre 2004 y 2005, al “mudanzas” le encargaban cuidar a dos sobrinos suyos, una niña y un niño que usaban uniforme de preescolar y salían a jugar a la calle como a las 5 de la tarde, y los metían cuando recién anochecía.

En vacaciones salíamos a pelotear desde temprano y fue un día de esos cuando noté que el señor mudo comía dentro de la tienda, y por lo general compraba galletas chockies y yogurt dan-up. En una de las enésimas veces que llegué, le dije en broma al tiendero que debían estar muy buenas las pláticas del desayuno; con un gesto de desaprobación comentó que el muy ojete comía adentro para no compartirles a sus sobrinos. Enmudecí. Más que el envidioso tío.

Otro caso similar lo evidencié en la misma tienda, pero más de una década después, no sé si a inicios de este año o a finales del anterior. Aquí el protagonista fue el “Jona”, un vecino que pinta carros. Un fin de semana necesitaba agua al tiempo y el tiendero, que estaba atendiendo a mucha gente, me dejó pasar hasta el fondo, a un segundo cuarto sin puerta que funge como bodega, para que tome la botella y ahí estaba el susodicho, escondido en la escuadra que forman dos refrigeradores, tomándose una cerveza pequeña a toda prisa.

De repente se escuchó un reproche acompañado con un recordatorio materno. Era una voz femenina, la de su esposa que lo cuestionó: “¿para eso querías el dinero, hijo de la chingada?”. Fue un momento incómodo para los más de 5 clientes que hacíamos fila para pagar. Pobrecito Jona, ni siquiera pudo gozar la pequeña ampolleta de a lo mucho 300 mililitros de alcohol. ¡Así de miserable suele ser el vicio!

Bueno. Lo del Jona no fue tanto envidia, ni deseos de tomarse una cerveza para él solo. Lo digo porque lo he visto compartiendo tragos de su caguama. Aquí no aplica el “Síndrome de Macario”, simplemente, pienso, quería tomar sin que lo estuvieran chingando, porque dudo que la furia de su mujer se debiera a que no quiso compartir la botellita con ella.

“Yo también he querido algo para mí sola, para no darle a nadie, ni siquiera a ti”, le dice su mujer a Macario, como para justificar los deseos del marido que trabaja día y noche para que coman sus hijos, quienes tienen un apetito feroz y desaparecen las ollas de comida, sin preocuparse de que los platos de sus padres generalmente se quedan vacíos, en espera de ser servidos con frijoles.

Algunos de mis parientes tienen la horrible costumbre de pedir todo, generalmente a los niños: y si el mocoso se niega a compartirles, le quitan el chocolate, churrito, coca cola (¡auch, me mordí la lengua!) o lo que sea que estén degustando, y se lo comen con un semblante autoritario-represor, masticando lo más fuerte posible, no sin antes emitir un "no seas muerto de hambre". Se justifican diciendo que es una medida para erradicar la envidia, cuando en realidad exigen una especie de “tributo” familiar que consiste en ofrecerles todo lo que estén consumiendo.

Estoy seguro que estas acciones son uno de los principales síntomas del “Síndrome de Macario”, que obligan a los afectados a comerse sus refrigerios en paz, sin que les pidan ni que les arrebaten lo que comen. También lo es esa patética frase de “cómete al mundo”, como si arrasar cantinas o hacer lo que se nos dé la gana en realidad lo fuera.

Porque no es casualidad que en la película el diablo aparece cuando quiere comerse el pollo (¿o era pavo?) él solo. Macario, el hambriento amigo de la muerte, no fue envidioso, sólo quería darse un momento de satisfacción a sí mismo, darse un poco de cariño, algo que muy probablemente sólo se presentase una vez en su vida, como comprarse unos tenis muy caros o un automóvil nuevo. Eso es lo que entiendo cuando detalla “sin aguantarme el hambre para que otros coman”. Pero para su mala suerte, cuando por fin parecía que llegaba ese ansiado momento, se le apareció la muerte hambrienta… como cuando me aparecí detrás de la llanta de un carro para darle un trago a la coca cola.

PD 1: En Google encontré esta genial definición para “muerto-de-hambre”: muy peyorativo, más que a la falta de bienes materiales se refiere a la persona ansiosa y despreciable que siempre quiere más de lo que tiene y sin plantearse si lo merece o hacer nada para ello.

PD 2: Cafú vivió no más de seis meses en nuestra cuadra y a Vic, quien muy humildemente adoptó el apodo de Víctor Gutiérrez, un lateral de Cruz Azul, de repente lo dejamos de ver allá por el 2004.

Segunda semana de julio del 2019

ASR

22 de julio de 2019

Un legendario “Pacman” como en sus mejores tiempos


Aquellos que tienen el atrevimiento de posicionar a Manny Pacquiao dentro de los 20, 15 o incluso 10 mejores boxeadores de toda la historia, presenciaron la noche del sábado 20 de junio en el MGM Grand de Las Vegas más argumentos para decorar el legado del filipino, quien derrotó por decisión dividida a Keith Thurman en un dramático combate, sin duda candidato al mejor del año, en el cual se disputaron el campeonato y el súper campeonato de la Asociación Mundial del Boxeo (AMB).

A sus 40 años, Manny Pacquiao se mantiene en la élite del boxeo
FOTO: AP

No hubo round de estudio y todo fue emoción desde el principio. Talvez para demostrarle al estadounidense que noquearlo en el primer asalto, como señaló en reiteradas ocasiones, se trataba de un sueño guajiro, “Pacman” tomó la iniciativa y atacó con determinación; Thurman, 10 años menor que su rival, respondió con su potente recto de derecha y comprobó ser el más fuerte, pero la amplia experiencia fue la principal carta de presentación del multicampeón asiático: 20 de sus últimas 18 actuaciones han sido por campeonato, y en total sumaba 70 peleas profesionales, por 30 del “One Time”.

Esta variable se reflejó en el minuto final del primer round, cuando Pacquiao tomó mal parado a Keith para enviarlo a la lona, acción que hizo estallar la arena de Nevada, donde el público apoyó en todo momento al oriundo de General Santos, Filipinas, quien fue capaz de arrasar en la primera parte de la contienda: se fajó como en sus mejores tiempos; cuando su oponente ajustó la estrategia y trató de voltear la tortilla, su quijada lo respaldó como cuando reinaba en divisiones menores, en aquellas épicas guerras ante Marco Antonio Barrera, Juan Manuel Márquez, Erik Morales, Miguel Cotto y, fiel a su estilo, jamás dejó de ir al frente.

Ser 10 años más joven y tener más alcance de poco le sirvió a Keith Thurman
FOTO: AP

Con un físico perfectamente trabajado a sus 40 años, supo cuándo descansar, cuándo amarrarse y cuándo desarmar a su oponente, al que logró arrinconarlo sobre las cuerdas en reiteradas ocasiones e incluso, el constante golpeo al cuerpo generó malestar en Thurman, quien mostró problemas para caminar sobre el ring; para impresionar a los jueces, cerró de forma impecable la mayoría de los asaltos y a pesar del dominio del tagalo se decretó decisión dividida: dos tarjetas marcaron 115-112 a favor de Pacquiao, y una 114-113 para Keith.

Durante los entrenamientos y entrevistas, el de Florida se burló de la veteranía del filipino y menospreció su legado. Sin justificar esta derrota que terminó con su calidad de invicto, quedó claro que la inactividad de dos años a causa de una constante lesión en la mano le ha cobrado factura; a inicios de este año regresó ante Josesito López, quien lo lastimó considerablemente y a punto estuvo de noquearlo, y ahora ante “Pacman” se vio lejos del nivel que demostró cuando derrotó a Danny Garcia, en marzo de 2017. Desde entonces, Terence Crawford subió a las 147 y de inmediato se afianzó como el mejor de la división, al mismo tiempo que Erroll Spence Jr. se consolidó como un pugilista de élite. Ante este panorama, ahora tendrá mucho por planificar, ya que un boxeador que él daba por retirado y que nunca se ha caracterizado por contar con una técnica depurada, por amplios momentos le dio cátedra.

Subestimar a "Pacman" le costó el invicto al "One time"
FOTO: INSTAGRAM


Siete años y 10 peleas después de aquel fulminante nocaut que le propinó Juan Manuel Márquez, el “Pacman” sigue vigente, como campeón de una las divisiones con más talento y sin servir como escalón de las nuevas generaciones, como lo terminaron siendo leyendas como Roy Jones Jr, Mike Tyson o Shane Mosley, ni arrastrando el prestigio, como Julio César Chávez o Roberto Durán.

Ya sean cinco, seis u ocho campeonatos en distintas divisiones los que ostenta Manny es lo de menos: por ejemplo, algunos no reconocen el título de la International Boxing Organization (IBO) que obtuvo cuando masacró con uno de los nocauts más escalofriantes del siglo a Ricky Hatton, a pesar de que el inglés es de un histórico en su país y se presentó en buen momento.

Aunque a la IBO no se le considera entre los cuatro grandes organismos del boxeo (CMB, FIB, OMB y AMB), recientemente sus peleas de campeonato internacional son de mejor calidad y cuenta con campeones como Andy Ruiz, Chris Eubank Jr y Julian Williams, en tanto que la AMB contabiliza hasta cuatro monarcas en una misma división, como es el caso de los pesos pesados, que además del súper campeón Ruiz, aparece como campeón regular el sirio-libanés Mahmoud Charr; como campeón interino está Trevor Bryan, cinturón que obtuvo al derrotar al veterano de 40 años BJ Flores y antes se impuso a los mundialmente desconocidos Francois Russell y Sandy Antonio Soto,  dos boxeadores que sumando el record de ambos se obtiene la cantidad de 4 triunfos y 40 derrotas, y por si fuera poco, tienen a Joe Joyce como su “campeón de oro”.

Por eso es que el legado del filipino, y de las próximas figuras, deberá medirse más allá de la cantidad de cinturones que logren fajarse. Quienes desean que el mejor boxeador asiático de todos los tiempos cuelgue los guantes, tendrán que esperar sentados, pues el pupilo de Freddy Roach concretó otra gran sorpresa en este 2019 que ha estado repleta de ellas. Incluso Tim Bradley y Lucas Matthysse se retiraron tras caer con él.

Con el poder de sus puños intacto, el legendario filipino se niega al retiro y está listo para seguir sorprendiendo
FOTO: AP

El público ama el boxeo alegre de Pacquaio y después de esta gran exhibición, más que pensar en sorprender a Spence Jr. o Crawford, una revancha ante el retirado Floyd Mayweather Jr. vuelve a tomar forma, y a pesar de que en 2015 la pelea entre ellos y fue un fiasco que resultó una de las grandes decepciones de todos los tiempos, sus millones de fans que tiene por todo el mundo volverán apoyarlo.

ASR

15 de junio de 2019

El lugar al que perteneces


El lugar al que perteneces

“Get back to where you once belonged”, dice el coro de un gran éxito de los Beatles, que traducido al español es más o menos “regresa al lugar al que alguna vez perteneciste”, y bien podría ser la descripción del camino para retornar a la gloria que han emprendido los Reds de la mano de su entrenador Jürgen Klopp.

En un año inolvidable, con refuerzos precisos como Xerdan Shaquiri, Naby Keita y los brasileños Fabinho y Alison Becker, más la consolidación de Virgil van Dijk, quien llegó en diciembre de 2017, se conformó un equipo contendiente a ganar tanto en la Premier League como en la Champions League.

Aún sin cicatrizar la punzante herida por caer en la Final de 2018 ante Real Madrid, parecía una temporada enfocada en las competiciones locales, cuando en enero se colocaron como líderes a siete puntos del Manchester City, y gracias a una gran atajada de Becker se evitó el empate ante Napoli en tiempo de compensación del último juego, calificaron milagrosamente a la siguiente ronda como segundo lugar; de haber igualado en ese partido, el pase habría correspondido al cuadro italiano, pues con apenas nueve puntos y la misma diferencia de dos goles a favor para ambos clubes, tras seis partidos en el Grupo C, la ventaja correspondía a Liverpool por haber anotado más.

Con los goles de Salah y Origi en Madrid, Liverpool derrotó 2-0 al Tottenham para conseguir su sexta orejona. 

En octavos tocó el siempre candidato Bayern Münich y en la ida se empató sin goles en Anfield, por lo que repetir la final y conquistar la “Orejona” se veía lejano debido a que los nueve puntos en la fase de grupos se consiguieron en casa y el conjunto teutón venía recuperando su gran nivel; con el equipo de Pep Guardiola pisándoles los talones en el primer puesto de liga, una brillante actuación de Sadio Mané dio el triunfo 3-1, demostrando que se le podía competir a cualquiera.

Un contundente de 4-0 en la ida ante Porto ya tenía al club pensando en las semifinales, pero más en cuál partido liguero los de Manchester podrían salir sin el triunfo, ya que un dolorosísimo 0-0 en Goodison Park significó perder el liderato y, por si fuera poco, en la Champions Tottenham sorprendió a los Ciudadanos, situación que les permitió, mejor dicho, los resignó a enfocarse en el bicampeonato de liga y ganar la FA Cup.

Las malas noticias seguían: salir goleados 3-0 del Camp Nou después de brindar una gran actuación, más la herida a los fans por el festejo de Luis Suárez, quien anotó su primer y único gol y generó el segundo de Lionel Messi, autor de la tercera anotación elegida como la mejor certamen, parecían ser el escenario del capítulo final de una obra trágica que plasmaba un año tirado a la basura; un día antes de buscar el milagro, el 1-0 del City ante Leicester, con un golazo de Vincent Kompany, se erigía como la estocada final para irse con las manos vacías.

La tercera fue la vencida para Klopp, a quien en Anfield ya lo comparan con Bill Shankley y Bob Paisley, los entrenadores más exitosos del club.


Pero más bien sirvió como inspiración para consumar una noche mágica y de antología en Anfield, con un juego redondo en el cual Klopp demostró su genialidad táctica y sin cracks como Mohamed Salah, Roberto Firmino e incluso Naby Keita, quien en marzo y abril por fin demostró su espectacular juego que lo tazó en 70 millones de libras; con Van Dijk, Jordan Henderson, Andrew Robertson y Mané como líderes, Origi tuvo un partido épico, y Wijnaldum, quien cometió varios errores en la ida, entró como relevo por “Andy” y marcó otro par en la segunda mitad para así eliminar 4-3 al Barcelona de Lucho y Coutinho, quien salió hace 18 meses de Merseyside de la peor forma con el fin de cumplir su sueño: ganar la Champions League, e irónicamente, desde que se fue los “scousers” han disputado las dos finales realizadas desde entonces.

Lo que no pudieron lograr Torres ni Suárez, se consiguió con un conjunto competitivo en todas las líneas. Pronto se olvidó la lamentable situación de Loris Karius, sin embargo sigue presente el resbalón del eterno Steven Gerrard, que en mayo de 2014 significó perder la Premier; esta campaña, el mano a mano errado por Salah ante Everton representó entregar la liga. Pese a este error, el “Rey egipcio” sigue siendo pieza clave y está demostrado de más que no se trata de un “one season wonder” como se le catalogó en su primera temporada. Fue una liga de 97 puntos, apenas uno menos que los logrados por el campeón celeste. Fue una competencia sensacional y formidable: nadie en Europa hizo más que estas dos escuadras inglesas.

Quedan varias dudas, como si debe llegar o no un nuevo delantero que pueda competir con el tridente Firmino-Salah-Mane. Daniel Sturridge arrancó espectacular, pero pronto quedó fuera de circulación, en tanto que Divock Origi, relegado a la Sub 20 y sin un equipo interesado en ficharlo durante el mercado invernal, supo ganarse un lugar en la banca, después exigió minutos y respondió con goles fundamentales, sobre todo en los dos últimos compromisos de Champions. Otro contraste fueron los mediocampistas Keita y Fabinho: el primero arrancó brillando pero se volvió predecible, hacía jugadas de más, se lesionó y tardó en dar asistencias y anotar, mientras que el sudamericano debutó dos meses después del inicio y en diciembre ya era pieza clave; de hecho terminó siendo factor para destruir el ataque de Barcelona y Tottenham.

Es cierto que el fútbol ya no es tan explosivo y espectacular como hace dos años, cuando recién llegó Salah y arrancó a un gran nivel, y en la delantera se contaba con Coutinho; también es cierto que las últimas tres finales de Liverpool han sido aburridas, pero el “Milagro de Estambul” es eterno y con el estratega alemán al mando, la posibilidad de cumplir sueños es altísima.

Klopp, tras una temporada fantástica, con Guardiola como rival será más complicado defender el reinado europeo, por lo que debe planificar a detalle y conseguir cuatro de los seis puntos que disputará de forma directa ante los Citizen, porque queda pendiente ganar la Premier League y hay dos grandes factores determinantes:

Qué tan en serio se tomará el DT catalán la Champions, quien debe asumir el compromiso tras dos descalabros consecutivos en cuartos y al menos aspirar a las semifinales, lo que implica más desgaste y sacrificar puntos de la Premier League, porque aunque vuelva arrasar en torneos locales, los jeques (su afición irrelevante no tanto) ya exigen la “Orejona”.

Y el más importante, conseguir un par de refuerzos, que bien pueden conseguirse desde las reservas como Rian Brewster, Rafael Camacho, Ki-jana Hoever o Harry Wilson para darle más rotación al equipo y evitar lesiones en la zona defensiva y mediocampo que tanto afectaron, como fueron los casos de Joe Gomez, Joel Matip, Dejan Lovren, Trent Alexander Arnold, Henderson, Keita y el siempre lastimado Adam Lallana.

Terminar con 30 años de sequía en la liga es el siguiente reto de Salah, Mane, Firmino, Van Dijk, Allison y compañía.

En Inglaterra dan por hecho que Klopp, el genio que ha acertado en cada fichaje (ninguno llegó con la etiqueta de súper estrella que ahora tienen e incluso se cuestionaron los altos costos de algunos) se enfocará en ganar la Premier League, la primera en este formato pero la número 19 considerando los más de 120 años de historia de la competición y acercarse a un solo título al Manchester United, el máximo ganador, y ahora sí poder cantar al ritmo del cuarteto de Liverpool “Get back to where you once belonged” que bien podría convertirse en un nuevo himno que los fanáticos canten en The Kop y en cualquier parte de Anfield Stadium.

ASR

3 de junio de 2019

Sacude Andy Ruiz la división completa con nocaut anecdotario


Según Juan Carlos Tapia, un prestigioso periodista panameño, previo a la ceremonia del pesaje Anthony Joshua estaba arriba 33 a 1 en las casas de apuesta sobre Andy Ruiz. No se trataba de una cifra descabellada, e incluso, a nadie habría sorprendido si la supuesta superioridad fuese del doble, si comparamos la papada, las lonjas y demás masas grasientas que se menean del pecho y brazos del mexicano, con la musculatura de acero galvanizado que destaca en cada parte de los casi 2 metros que mide el londinense.

Las acciones iniciaron como indicaba la lógica: que el “Destroyer” saldría a dar la más digna de las presentaciones y la fiesta terminaría con un bombazo de "AJ", lo cual aconteció en el tercer round, con un zurdazo que mandó a la lona al mexicano. La forma aparatosa en que cayó supuso el punto final.

Pero Andy se levantó y, como si se tratara del Gladiador Máximo Décimo Meridio, cambió el libreto para escribir una anécdota inesperada e inolvidable en el Madison Square Garden, el “coliseo del boxeo” por excelencia: apenas se puso de pie y salió a fajarse en lo que se esperaba como la última combinación, pero terminó con la quijada lastimada de Anthony, quien se llevó la mayor parte del castigo y fue derribado en un par de ocasiones. Incluso casi lo sacan del ring en la segunda caída y lo salvó la campana de ser noqueado en ese tercer asalto, que será recordado porque se desarrollaron quizá los tres minutos más dramáticos de este siglo boxístico.




Esa caída fue la primera para Ruiz en su carrera profesional. En cambio Joshua ya conocía lo que es mirar las lámparas boca arriba cuando se enfrentó a Wladimir Klitschko en 2017, sin embargo en aquella ocasión su rival fue un histórico veterano que aunque a punto estuvo de revertir, ya nada tenía que demostrar en su legado de más de 10 años como campeón. A diferencia del ucraniano, Andy tenía su segunda contienda titular, tras perder en Oceanía con Joseph Parker una decisión mayoritaria en diciembre de 2016.

En el cuarto round ambos descansaron, en el quinto el europeo demostró un poco de sus grandes cualidades, pero caminaba sin orden, con sangre en la nariz que le dificultaba respirar y con una mirada nublada, totalmente perdida. En el siete volvió a caer dos veces y así concluyó la sorpresa donde el contraste no nada más consistía en la apariencia física totalmente antónima, con una diferencia de 10 centímetros de estatura y casi 20 de alcance: cierto es que el “Destroyer” no había demostrado en pelas anteriores cualidades que permitieran un margen de error, y su principal desventaja consistía en ser la tercera opción para este combate, que en un principio encabezó Jarrell Miller, suspendido por dopaje dos meses después de anunciarse el evento.


Se esperaba que el relevo sería Luis “King Kong” Ortiz, quien reconoció no estar en condiciones óptimas para asumir semejante reto que se realizaría dentro de un mes de presentarse esta oferta. Finalmente fue el pupilo de Manny Robles, quien tras derrotar a Alexander Dimitrenko el 20 de abril, de inmediato regresó al gimnasio para asumir el mayor desafío de su carrera, que concluyó en la hazaña más grande de los pesos pesados, después de que James Douglas derrotara en 1990, contra todo pronóstico, a Mike Tyson, entonces considerado sin objeción como el mejor libra por libra.


Hay que decir quién es Joshua en el mercado global: después de Saúl ”Canelo” Álvarez, es el boxeador que mejor cobra sus peleas (las tres últimas han consistido en siete cifras), y por ende, el segundo más taquillero, que ha abarrotado el estadio Wembley y la Arena de Manchester en varias ocasiones, y en su primera visita a Manhattan fue capaz de convertir al Madison Square Garden en un estadio de fútbol, con cánticos ingleses y nuevos clásicos boxísticos como el “Sweet Caroline”, tema que es habitual escuchar cada que se presenta un púgil británico, ya sea en Europa o en América.

El londinense de origen nigeriano es uno de los principales causantes de que la división de los pesos completos hoy se encuentre entre las más competitivas, tras más de una década de decadencia en la que solamente figuraron los hermanos Klitschko. De hecho, por su tamaño y contundencia, similar a la de Deontay Wilder, hay quienes consideran crear una división mayor: los super completos. Pero esta derrota, junto aquella ocasión en que el cubano Ortiz por poco sorprende al “Bombardero de Bronce”, parecen ponerle una pausa a esta decisión.


“AJ” salió por primera vez de la Gran Bretaña para realizar su séptima presentación ya como campeón del mundo. Desde que consiguió el cinturón de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) en abril de 2016, también se convirtió en monarca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), la Organización Mundial de Boxeo (OMB), e incluso del considerado quinto organismo principal, la IBO (International Boxing Organization), que últimamente sus peleas tienen más seriedad que la AMB, pero esa es otra historia.


Este panorama, respaldado con un campeonato olímpico y una aterradora marca profesional de 22-0-0, 21 KO, le valió que muchos expertos lo consideraran entre los 10, o incluso 5 mejores boxeadores del mundo de la actualidad. Todo estaba organizado para disputarle el cetro del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) a Wilder en territorio norteamericano, y así unificar los cuatro cinturones.

Poco a poco la etiqueta de súper estrella invencible venía perdiendo brillo: ante Carlos Takam le regalaron un nocaut técnico en la recta final del combate, porque no se veía cómo podría finiquitar a través de la vía rápida; en su siguiente presentación, contra Parker, terminó su racha de siempre ganar antes del límite, y Alexander Povetkin logró meterle las manos en un par de ocasiones y le lastimó el rostro.

No sé qué tan mexicano sea el "Destroyer". Imperial, California, donde nació y reside actualmente se ubica prácticamente en la línea fronteriza de Mexicali, donde se dice que vivió un par de años, lo cual demuestra con un español más fluido que el ciudadano chicano promedio, aunque está claro que piensa y se expresa mejor en inglés. Dudo que los gringos lo reclamen como un campeón suyo.

Salvador Rodríguez, periodista de ESPN, menciona que Ruiz, de 29 años y ahora con marca de 33-1-0, 22 KO, cuenta con pasaporte mexicano al representar a la selección azteca de boxeo y estuvo cerca de acudir a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, pero perdió un combate decisivo. La gloria ya nadie se la quitará y tiene todo el mérito, pero cierto que Anthony falló en muchos aspectos: tal vez el viaje lo afectó, o la terrible goleada que el Chelsea le propinó a sus Gunners en la final de la UEFA Europa League, a media semana.

Cobrar 3 millones de dólares, el 10% de lo que le pagaron a quien destronó, parecía ser lo mejor que le pasaría a Andy en toda su vida. Dar una buena presentación significaría seguir cobrando buenas bolsas en compromisos de renombre ante los contendientes de siempre como “King Kong” Ortiz, Dillyan Whyte, Povetkin, Izuagbe Ugonoh, Breazeale y Takam, además de los prospectos ascendientes como el africano Efe Ajagba y los polacos Adam Kownack y Lukasz Rozanski.

Ahora ellos lo verán como la opción más fácil para coronarse, aunque ya se habla de revancha a finales de año, en la que está en condiciones de exigir al menos el doble ya que que muy probablemente se realzará en Inglaterra, porque a Joshua le salió caro irse de paseo a Manhattan y medirse a Fury o Wilder ya no tendrá el mismo imán taquillero que si siguiera invicto.

ASR

22 de mayo de 2019

Deshilachada


Desdichada

Sucedió a los 23, cuando empezaba a embarnecer dejando atrás una figura esquelética que me caracterizó desde niño; cuando mis infantiles facciones faciales maduraron sentí la seguridad de estar a tu talla. Fue ahí cuando decidí utilizarte, con el objetivo principal, me duele reconocer, de sencillamente satisfacer mi orgullo y demostrarles a los fanfarrones que, siendo tú totalmente mía, nada tenía que envidiarles. E incluso serían ellos quienes se morirían de celos al ver lo perfecta que te veías conmigo, dándole un notable estilo, y hasta cierta categoría, a mi presencia en el lugar que fuera: las cafeterías, la plaza de la colonia o los bares.

Aún estabas en pleno verdor de tu existencia cuando el destino, aunado a ese asqueroso “¡qué dirán!”, impidieron que siguiéramos compartiendo nuestra compañía frente a los demás durante el día. Un imperdonable descuido, que se dimensionó en un fatal accidente que deterioró tu belleza y reputación, nos impulsó a pactar un acuerdo conveniente para ambos, acorde a nuestras necesidades y objetivos en esta vida: solo podíamos coincidir de noche, y tú estarías por siempre encerrada en mi cuarto, alejada de la vista pública, lo más oculta posible, incluso de mis seres más cercanos y de quienes mayor confianza les tenía. No tuve el valor de contarles lo acontecido, porque amaba dormir contigo, sobre todo porque la desgracia se suscitó en diciembre y tus finos brazos me protegían del frío.

Pero tu belleza la fue deformando ese fatal accidente. Perdiste el porte, tu desgaste fue evidente y tras un par de años de meditación, me quedó claro que fuiste una etapa de la cual me avergonzaba; andar contigo fue un acto egoísta en el que traté de construir una imagen que no me corresponde, y que la sencillez y el alto sentido del humanismo que por tanto tiempo me caracterizó, no encuadraba con los bares y demás lugares de mala muerte donde coincidimos. Para recuperar mi camino hacia el nirvana, no me quedó de otra que deshacerme de ti.

Ha pasado mucho tiempo y reconozco que fuiste alguien fundamental en mi vida, que me llenó de seguridad y confianza: una pieza clave para moldear lo que ahora soy… o me gusta creer que soy. Por eso esta noche que encontré tus vestigios me llené de asombro: contemplar las vísceras escurridizas y disecadas junto a tus restos ocasionó una mortal sacudida hacia el pasado. Mi hermosa deshilach… desdichada, quise decir: daría lo que fuera por volver a abrazarte con todo mi cariño, pero créeme que no es posible, porque sólo nos ensuciaríamos ambos, porque ya rato que nuestra historia terminó de escribirse.

II
 Descolorida y deshilachada

"La misma ropa de ayer, será el pijama de hoy”, pronuncia el rapero español Kase O en el coro de “Cantando (no comprendo por qué esta canción se ha vuelto tan referente en mi día a día, si ni me gusta tanto)”. Esta frase asaltó mi mente cuando vi tendida sobre el barandal del balcón lo que queda de aquella camiseta de tela ajustada, como de licra o, mejor dicho, de algodón strech, y que no fue sencillo comprarla. Y menos decidir cuándo sería apropiado vestirla: debí tardar varios meses en armarme de valor y no regresarla al gancho para guardarla nuevamente en el ropero, porque me abrumaba bastante que relucían las remarcadas clavículas y aún más, mi espantoso agujero que deforma mi pecho desde que tengo memoria.

Lo que queda de mi camisa verde musgo. Ahora más que pijama, es alfombra de las cucarachas

Pero cierto día le di prioridad a su cualidad de tonificar mis brazos y me la puse. A ella le agradó cómo se me veía. “Te va bien el verde musgo, combina con tus ojos”, fue el discreto piropo que se le escapó minutos después de nuestro encuentro en aquel bar cuyo dueño era (o es, tiene años que no lo visito) un chef español. Las primeras palabras, que describían el color de mi camisa, se dispersaron de sus bellos labios con un tono trémulo, pero ya con mayor seguridad chuleó mis ojos. ¡Es que le gustaban mis ojos (ahora recuerdo un clásico de José Alfredo)! El muy idiota me sentí ofendido: supuse que se trataba de una burla más. Bueno, no ofendido, pero asocié su comentario como parte de la carrilla a la que fui sometido por mis amigos durante toda esa noche, lo que me obligó a hacer a un lado el gran valor sentimental y sincero de parte de ella, porque así hubiera llevado mi eterno jersey de las Chivas, también me habría dicho palabras lindas y habría mimado mis ojos, puedo jurarlo.

Creo que la usaba cada quince días, o al menos una vez al mes, y no tenía ni un año con ella cuando lavando no recuerdo qué se salpicó de cloro. En la zona abdominal quedó una mancha horrible y oxidada que la echó a perder en su totalidad. Nunca más volví a ponérmela para salir, pero me gustaba usarla de pijama.

Para ese entonces ya me había alejado de ella. Emprendimos distintos caminos y muy de repente extrañaba su compañía, más en los inviernos, cuando dormía con la camisa verde que aparte de protegerme del frío, sentía que aún olía a su perfume, porque cuando pasó aquel accidente, horas antes habíamos estado juntos. De hecho, la catástrofe se debió a los efectos del alcohol y la felicidad que me produjo el estar a su lado. Me gustaba que oliera a su perfume, a pesar de las lavadas; incluso a la crema de su cabello y, si la contemplaba con cuidado el semicírculo de la parte frontal del cuello, se notaba una mancha de baba suya, que se le escurrió de sus labios cuando se quedó dormida en mi pecho.

Tantos recuerdos lindos guarda lo que hoy es un trapo viejo, que mi madre pone debajo de la puerta del balcón para impedir que entren el polvo y algunos bichos. Totalmente descolorida, deshilachada y descolorida, aún sobresale ese manchón, ahora anaranjado, provocado por manchas de cloro. En eso ha quedado la vanidad de los veinte, en una alfombra de mugre donde las cucarachas se limpian las patas.

Ajusto este escrito escuchando la misma canción grosera de los Violadores del Verso que cité recientemente, y mientras pienso en lo ridículas que son estas letras, me hace eco en las neuronas la frase “mas si quieres ser feliz no analices, no hasta que tu alma cicatrice”.
Medianoche del miércoles 15 de mayo

ASR