En muchos pasajes cuestioné la existencia de quien da nombre a esta historia: en las clases, al encontrarse de frente a Kromer y a causa de los nulos detalles de su madre durante la pubertad de Sinclair deduje que Max Demian era como un amigo imaginario, o un alter ego que Sinclair prefería ocultar.
Es en este párrafo, que corresponde al capítulo titulado El pájaro rompe el cascarón, donde más se incrementaron mis sospechas sobre la “autenticidad” del tan aclamado amigo del narrador:
“Durante todo aquel invierno viví en una tempestad interior que me es difícil describir aquí. Habituado ya a la soledad, no me pesaba, y vivía con Demian, con el gavilán simbólico y con aquella imagen de mi sueño que era mi amada y mi destino. Con ello le bastaba a mi vida, pues todo era grande y vasto y todo señalaba hacia Abraxas. Pero ninguno de estos sueños, ninguno de estos pensamientos, me obedecía; no me era posible someter a mi voluntad su emergencia ni darles a mi capricho su color. Venían y se apoderaban de mí; era dominado por ellos, era por ellos vivido”.
IMAGEN: DEVIANTART.COM
Aquella imagen del sueño me gusta
relacionarla con la protección femenina que necesitamos, sobre todo a quienes disfrutamos
de la soledad y en momentos nostálgicos la figuramos con nuestra almohada;
Sinclair decidió adjudicarle el papel de madre de Demian y no el de una
compañera amada que lo acompañara en la búsqueda de su destino.
Entiendo esta asignación como
cierto miedo a encariñarse con una mujer, de un tipo inmaduro o tímido y que
busca un objetivo distinto a lo habitual, pero sobre todo de un perfeccionista que
además desconfía de sus virtudes.
Volví a leer la obra, surgieron nuevas
cuestiones y la existencia del fiel consejero de Emil dejó de ser prioridad. Ahora
la inquietud se inclinaba sobre el principal antagonista, Kromer, y era
necesario no nada más identificarlo, sino saber cómo Demian logra separarlo de
Sinclair.
Esta composición de nombres
desarrollada durante la búsqueda de ideales en una introspección constante obliga
a Emil Sinclair a crear ambas personalidades que lo atormentan, que una
simboliza a la maldad, al pecado, y su contraparte, el camino a lo sublime, la
inteligencia y belleza interior que finalizan en amor propio.
El psicoanálisis que Hesse
utilizó en la mayoría de sus letras, separar “lo bueno” y “lo malo”, dividir la
vida en dos mundos y dejarse atrapar por los prejuicios ocasionaron que Emil no
se ubique en ninguno luego de convivir con el exterior, de platicar y querer
encariñarse con alguien distinto a sus gustos,
ideales, y metas; alguien distinto a Demian…o a la madre de éste;
entonces, en él buscamos y creamos un lado oscuro, vano, común.
Demian no derrotó a Kromer, sino
se fusionó con él. De ambos surge Abraxas, aquel Dios mitológico que equilibra
y combina el bien y el mal.
Sinclair comprendió que haber mentido para
tratar de impresionar a personas deshonradas era una falta simple y ahora su
principal tormento se debía a la frialdad de su amigo, quien idolatraba a Caín.
Entonces, tras los relatos de su
consejero, ante Emil surge un Caín anarquista, cuya desobediencia es atribuida
a la necesidad de liberarse de imposiciones sociales, religiosas y políticas,
un personaje opuesto a lo aprendido en el calor de su hogar.
“Creamos dioses y estos nos vencen”, lo mismo
que las personalidades, creamos cualidades y defectos, religiones, y sucumbimos
ante estas”.
Fue Sinclair, y no Demian, quien
intimidó a su profesor cuando éste se determinaba a cuestionarlo en clase;
también fue Sinclair quien, de niño, robó dinero de la pequeña bolsa en la que
su madre guardaba monedas, sin ser motivado por un ente malvado como Kromer.
La novela, publicada en 1919, es
un repaso nostálgico del adiós a nuestra niñez, del imaginarnos a seres
perfectos que siempre pretendimos conocer, con cualidades puras que no podemos
interpretar, y nos cansamos de esperarlos; es decir, una confusión respecto a
lo que queremos.
Es también la desilusión al notar
la simpleza de lo que se llegó a creer sagrado, de una persona congruente que
se martiriza tras recapacitar sus actos y pensamientos; interpretar los
mandamientos de acuerdo a la justificación de nuestros pecados: “por tanto,
cada uno de nosotros ha de encontrar por sí mismo lo permitido y lo prohibido”.
De este albedrío suele brotar el arte,
pero es más habitual que ocurra lo que en términos legales llamamos delitos.
Además surge el cuestionamiento de las religiones -todas-, que juegan un papel
en nuestra sociedad superior y prioritario a la política, y en consecuencia
aparecen sentimientos como el odio, la envidia, que suelen derivar en guerras y
conflictos sociales.
Y es que cada uno de nuestros
dioses son distintos, incluso en las ramas protestantes, y lejanos a Abraxas,
la conformación de un auténtico individuo humano, de la magia blanca, que consiste
en dominarse a sí mismo.
En vez de criticar a Caín, ¿no es
justo preguntarse si realmente Dios nos pediría algo “nuestro” sólo para
demostrar que lo amamos? ¿No es él quien ha creado todo y quien decide hasta
cuándo estaremos con nuestros seres queridos?
Hermann Hesse participó en la
guerra y el justificar su ideal pudiera reflejarse en el final de la obra,
donde incluso se mencionan las diferencias políticas de Alemania, país donde nació Hesse, con Rusia y Japón ,
principalmente a causa del comunismo que se predicaba en Europa, alrededor de
1920.
Una bellísima lectura que nos
enseña las dudas de elegir un camino adecuado, de enamorarse de la mujer que
consideramos ideal.
¿Y cómo es esa bella mujer que
buscamos? Muchas veces no lo sabemos, sólo queremos lo distinto y por miedo a
equivocarnos, a cometer los mismos errores de quienes consideramos inferiores o
en mejor caso, corrientes, nos encerramos en nuestras ideas y creamos a
nuestros propios amigos, a quienes les adjudicamos cualidades que no podemos
desarrollar; y los defectos, que hasta al final tenemos el valor de aceptarlos,
se los atribuimos a esa gente simple, llana, “perteneciente a otro mundo”, al
grado de ahora considerarlos nuestros enemigos o seres que nos incitan al
camino oscuro.
Concluiré con la frase que da
inicio a la que 10 años y no sé cuántos libros después sigue siendo mi historia
preferida:
“Quería tan sólo intentar vivir
aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan difícil?”
Hermann Hesse – Demian (1919)
FRASES:
“Hay que saber encerrarse
completamente en uno mismo, como una tortuga”.
“Fuese de mí lo que fuese, me
sentía ya feliz de saber en el mundo a aquella mujer, beber su voz y respirar
su presencia. Lo que para mí fuera no
importaba: madre, amante o diosa. Me bastaba saberla viva y que mi camino
avanzase cercano al suyo”.
“El verdadero oficio de cada uno
era tan sólo llegar a sí mismo. Luego podría terminar en poeta o en loco, en
profeta o en criminal”.
“Aquel que verdaderamente no
quiere más que su destino no tiene ya semejantes y se alza solitario sobre la
tierra”.
“No creo que vea usted hombres en
todos los bípedos que van por esas calles, simplemente porque andan erectos y
llevan en sí nueve meses a sus crías”.
“Creamos dioses y luchamos con
ellos, y ellos nos bendicen”.
Gracias por leerme... ASR
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