21 de julio de 2013

NAGASAKI


No es correcto cambiarle el título a los libros. Quizá sí a las películas de idiomas complejos y poco conocidos, o a las hollywoodenses de nombre absurdo, pero no a los libros.
Recién leí "La Intrusa", de Eric Faye, obra escrita apenas en el 2008...si digo apenas es porque hablando cronológicamente, mi escritor preferido más joven es Albert Camus, quien falleció en 1960.




No es fácil decidir un título; no lo es un encabezado ideal para una nota de tiempo real, mucho menos debe serlo en una pintura, fotografía, un filme y ni qué decir un cuento o novela. El autor tiene sus motivos, él profundiza, siente e impacta mejor que nadie el principal significado que quiere darle a sus letras.

Este relato que internacionalizó a Faye es corto, simple. No debí invertir más de cuatro horas en repasarlo -divididas en sesiones de camión y breves lapsos de poco trabajo en la oficina, en apenas tres días-.
Seré honesto: por momentos me aburrió y me arrepentí de haber pagado 190 pesos (Demian $25, Los Miserables $110), me acusé de inepto por guiarme a través de recomendaciones absurdas y hasta me sentí un lector "wanna be" de bestsellers, como muchos hipsters de todas las edades que abundan en Avenida Chapultepec y juegan a ser intelectuales, o esas señoras adineradas menopáusicas subyugadas por las 50 Sombras de Gray, y que también abundan en Avenida Chapultepec.

Total, noté mucho la frase "...quiero decir que...", lo que me recordó a "El Coleccionista", leída apenas un par de meses, en la cual se repetía a cada rato.
Pero aquí Shimura Kobo, quien también es solitario y de nulos impulsos y deseos, parece tener respeto hacia los demás, sabe interpretar sus sentimientos y tragarse sus fracasos y locuras, sin esparcir veneno ni sintiéndose víctima de todo el mundo. De igual manera, pudiera decirse que está dividido en dos partes, en este caso el hospedador y la intrusa.

Y es que esta palabra, "Intrusa", es mucho más ideal para contar la historia de una mujer que ingresa sin permiso al domicilio de un cincuentón soltero, quien tarda más de un año en percatarse de este delito, que "Nagasaki", aquella palabra que parece incompleta, pues en todos lados suele escucharse antes de "Hiroshima y..."
Pudiera tener sentido el cambio. Un relato en el que como escenarios fungen la casa y oficina de un hombre maduro fracasado, sería muy poco para atribuirle el título de una ciudad cumbre en la historia universal bélica.

Sin embargo, como buena obra, es el final el que nos impacta y conmueve, por lo que la inversión económica dejó de preocuparme.
La semblanza de una mujer, también cincuentona, que ingresa sin permiso y a escondidas a la casa donde vivió por ocho años y que abandonó a los 16 luego de que sus padres murieran tras "el desprendimiento de tierras por una tempestad", un percance común que afecta a aquella ciudad del imperio del lejano oriente, donde cada uno de sus pueblos debe tener crónicas en relevancia a terremotos o catástrofes de esta clase.

Observar por la ventana el Monte Inasa y la bahía, asomarse un poco a la izquierda para divisar la iglesia de Oura, en la que ella fue bautizada; una señora sin intereses, que a los 20 años, llena de odio antiamericano, ingresa al Ejército Rojo Unificado para después ocultarse en otra identidad y disiparse en el anonimato.
"Es extraño: esos barrios católicos, arrasados por la bomba de un país cristiano...hay tan pocos cristianos en Japón", concluye la mujer de quien sólo se dice que es de apellido corriente, la intrusa, en su carta de agradecimiento que le escribe a Shimura, quien se comportó con mesura y consideración durante el juicio.

La soledad en los protagonistas, ambos adultos mayores, se desenvuelven durante la severa crisis económica mundial que se desató en 2008, quizá pudiera describirnos cómo son los personajes contemporáneos típicos de Nagasaki, o al menos cómo los percibe este autor francés encariñado con Japón: “-pero supongo que conoce las alturas de la ciudad tan bien como yo-, en medio de un paisaje de cementerios y templos anclados en el tiempo".
¿No es Nagasaki un panteón anclado en el tiempo? ¿Durante cuánto tiempo dejará de ser recordada como la ciudad japonesa en que se arrojó la segunda bomba nuclear (no recuerdo si fue “Little Boy” o “Fat Man”)?

¿No coincide la descripción de éstos personajes con aquel lamentable suceso? ¿Qué causa motiva a una sociedad a fabricar robots que cuidarán a los ancianos, quienes se multiplican década tras década y cada vez hay menos gente interesada en cuidarlos?
A Shimura le enfurece saber que ingresaron a su cocina y bebían de su yogurt, el ser víctima de allanamiento de morada y comprobarlo por medio de la tecnología, descubrir que por más de un año no dormía solo en casa y ver su realidad, sin esposa ni hijos, y una bochornosa rutina que ejercía día a día.

"Te ves arrojada a los márgenes de la sociedad, y ¡pobres de los solteros sin familia!... "Insulso, sin ningún atractivo especial. Un hombre decente. Cientos de personas, en todas las ciudades, tienen ese rostro intercambiable".
Son las frases que quizá mejor describen a cada uno de los personajes. No veo motivos en cambiar el título, que sin duda es mucho más llamativo y genera más interés en cuando a la decisión de adquirirlo.

 Existen lugares que al nombrarlos de inmediato los identificamos con personajes clásicos, como Chinameca, donde fue asesinado Emiliano Zapata; Santiango Tianguistenco, donde nació el histórico boxeador mexicano, Salvador Sánchez, o Aracataca, para muchos “Macondo”, sitio de donde es oriundo el nobel colombiano, Gabriel García Márquez.
Desconozco si Nagasaki cuenta con una personalidad ilustre como las mencionadas, pero sin duda puede describirse no nada más a base de la radioactividad atómica generada a causa del macabro bombardeo yanqui.

¿Por qué Nagasaki fue sustituido por La Intrusa? Quiero pensar que se debe a una decisión mercadológica, y no que el traductor, o director editorial, haya considerado insuficiente la trama desarrollada en la novela para titularla así de simple.

FRASES:

"Eran unos ojos vacíos y cansados, que posaron en mí inequívocamente".

"La idea de sentido fue inventada por la humanidad para poner un bálsamo a sus angustias".

"Bienaventurados los amnésicos, porque el pasado es dolor"




Gracias por leerme... ASR

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