Gozaba
la vida, detestaba las responsabilidades y su mayor temor consistía en morir
joven; luego de batirse en un duelo y salir victorioso, circunstancialmente
cambió su forma de pensar y se obsesionó con creerse poseedor de un misterioso
don: poder predecir la inesperada muerte de alguna de las personas que le
rodean.
Imagen que representa el duelo de Pechorin que, según mis apreciaciones, cambió su forma de pensar y de ver la vida.
Grígori
Pechorin, un militar novato ruso, combatiente en innumerables batallas del
Cáucaso y que por su valentía se ganó el respeto del general Maksim Maksímych, quien, por el hecho de
haber guardado su diario y divulgar su historia al menos al narrador de la
novela, es el principal responsable de que sus hazañas sean conocidas 200 años
después.
Arriesgó
su vida y mató para honrar a la orgullosa Vera, su cómplice de un romance fallido,
tal vez desde ese momento, en el fondo de su corazón simplemente anhelaba morir
inesperadamente, primero al sacar provecho de un caballo ajeno y después
secuestró a Bela, sin el afán de ofenderla, ni burlarse de sus adversarios, ni
ocasionar otro conflicto: simplemente buscaba ser la cabeza más buscada por los
enemigos de los rusos.
Tanto
a la dama como a la prisionera las amó “como un objeto de su propiedad”; a
ambas amenazó con abandonarlas. Raptó a Bela no para verla morir: quería que los
soldados de su padre lo mataran durante el rescate; más que torturarla en el
encierro, la obligó a amarlo, sin atreverse a dañarla, lo que es una forma
sutil y cruel de repartir amor.
Pero
no nada más se alejó de sus amadas: Pechorin rechazó arrogantemente a Maksim Maksímych, cuando el general más
anhelaba verlo. No come con él y no le interesa que le regrese su diario, quizá
consciente de que su amigo contaría las experiencias de su primera juventud,
aunado a los momentos que convivieron juntos.
Y aunque Pechorin fue muy orgulloso, en el
fondo de su alma deseaba que el general lo comprendiera y perdonara luego de
leer las confesiones que mantuvo secretas en su libro, porque en toda su vida
estuvo presente la sensibilidad: también anhelaba que el mundo comprendiera su
accionar, más que envidiarlo u odiarlo por su cinismo. Va a la guerra y muere,
de forma inesperada porque ya había alcanzado rangos altos militares:
finalmente es lo que buscaba en su profunda depresión.
El ejemplar que conseguí: una novela corta épica, pese a que Lermantov se especializó en poesía.
A
este sujeto, Mijaíl Lérmontov lo nombró como “Un héroe de nuestro tiempo”,
hablando de la Rusia, su Rusia, de mediados del Siglo 19, cuando el socialismo
apenas florecía y los grandes escritores contemporáneos, como Aleksandr
Pushkin, Nikolai Gógol, así como los posteriores Fiodor Dostoievski y Anton
Chéjov, siempre críticos del zarismo, sabían que este nuevo pensamiento,
supuestamente obrero, no era la mejor opción de nuevo gobierno.
“Con
cuánta frecuencia tomamos por convicción un yerro de nuestros sentidos o un
fallo del entendimiento”, exclama Pechorin al final de su diario, en una obra
maestra de Lermontov, de quien apenas supe de su existencia el año pasado,
leyendo el Diario de Un Escritor, de Diostoievski, quien lo menciona con profunda
devoción, respeto, y confesó estar arrepentido por no haberlo conocido mejor.
Al buscar su nombre, encontré que es el escritor preferido de Vladimir Putin,
el flamante Presidente ruso.
De los libros que más me han sorprendido, y que más he rayado.
Más frases encantadoras que se aprecian en esta joya.
“En
los corazones sencillos, el sentido de la hermosura y la majestuosidad de la
naturaleza es cien veces más fuerte y vivo que en nosotros, los que hacemos
enfáticas narraciones, de viva voz o por escrito”; “también uno puede
habituarse al silbido de las balas, es decir, habituarse a disimular que el
corazón acelera sus latidos”, y “siempre he dicho que no conduce a nada bueno el
olvidar a los viejos amigos”, son algunas frases rescatables de “Un héroe de
nuestro tiempo”, cuyo autor influyó demasiado en la formación de Dostoievski y
por ende, sus obras deben se incluirse con mayor relevancia en las selecciones
de los clásicos de la literatura rusa.
PD:
Dedicado a la greñuda Fanny, Godín fase Dios que me pidió escribir al respecto
de este libro, que supuestamente ya leyó pero no recuerda de qué trata.
ASR
No hay comentarios:
Publicar un comentario