9 de noviembre de 2016

Insectos voladores de mala suerte que atacan en Día de Muertos

Lunes por la noche, durante los últimos suspiros de octubre.

Lo reconozco, me aterraron sus ojos. Voló juntó a mí por segunda ocasión en esa misma noche, pero ahora fue más tétrico, porque estaba oscuro; porque, como si se tratara de un kamikaze, se estrelló en mi pecho y sentí el hormigueo de sus patas.

Y después “aterrizó”. Digo aterrizar, porque desconozco si existe una palabra para especificar la acción de reposar “de cabeza” sobre el techo, como lo hacen los murciélagos. Fue así como me sorprendió de nueva cuenta la polilla gigante, justo al momento de abrir la puerta del balcón, aún con el candado en mano.

Esos tenebrosos ojos, junto con mi consciencia, seguirán generándome pesadillas por un buen rato.

Me asombró que pese a la oscuridad, noté claramente su figura. Retrocedí un paso y, como la puerta mide poco menos que mi estatura, me golpee en la nuca sobre el dintel. Luego, sus horribles ojos diminutos brillaban en un tono rojizo, debido a una luz lejana que los reflejaron, quiero pensar. Encendí el foco, y antes de prender el boiler, consideré matarla. Sobre el tanque de gas estaba una toalla, sumamente sucia, ya que ahora funge como tapete. La tomé.

Suspiré muy profundamente: ¿por qué habría de eliminarla? Porque hay quienes dicen que son del diablo, y otros supersticiosos menos incrédulos, aseguran que las mariposas nocturnas presagian la muerte, o anuncian una desgracia, o simplemente causan mala suerte. De ser cierto, ¿matándolas se soluciona todo? ¿Es su presencia la culpable de todas nuestras estupideces, errores y maldiciones que hemos tenido, y que cometeremos en esta vida? Lo dudo.

Estoy leyendo La Ladrona de Libros, donde quien narra la historia es la muerte, y en esta obra, el autor Markus Suzak la describe como alguien noble, obediente con su misión, aunque susceptible al dolor ajeno. Y me agrada esta idea, porque la muerte, desde hace un par de años, la defino como un “recolector de basura”, esos señores que avisan con su campana que ha llegado la hora de sacar los desperdicios para trasladarlos a un vehículo cuyo destino es un vertedero, que bien podría ser como un infierno sin lava, donde los pepenadores interpretarían el papel de almas en pena, exprimiendo las miserias y los desechos de los demás.

Una linda ilustración respecto a la superstición de las polillas, que encontré en Deviantart.

Lo que quiero decir es que la muerte ocupa el cargo que nadie ha querido tener, ni soñó con poseerlo: de niño quieres ser bombero, astronauta, policía o doctor, pero no recolector de basura; de puberto, futbolista, actor o actriz, o político, pero no recolector de basura. Ese es el punto. Que es un oficio sucio, poco agradecido, pero que debe realizarse con nobleza.

Quién sabe qué siga al morir, apenas voy a la mitad del extenso libro y la muerte no lo ha mencionado, y dudo que lo haga. Quizá no exista el espíritu y sólo se conserve el polvo en que nos convertiremos, y si bien nos va, en petróleo. O a lo mejor comience un camino a la eternidad, una felicidad incomparable con los momentos mágicos que podemos tener en este planeta, o seremos luces que brillen por todo el universo. Seguramente la muerte tampoco lo sabe: ella se limita a mandar las bolsas de basura al camión. 

Y pensándolo mejor, los pepenadores del vertedero no son almas en pena, sino ángeles que segregan lo rescatable entre tantos desperdicios y tanta mierda (pensé en la bolsa de baño de mi casa, y en algunos ex compañeros de trabajo y familiares). Aunque creo he ido al extremo de mi primera teoría, eso de que todo es relativo y que "todo depende del cristal donde se mira", pareciera volvernos indecisos a nuestras ideas y ajenos o escépticos a las doctrinas… en fin.

Otra linda ilustración de Deviantart. Se titula: "Rebirth of a black moth".

Total, quise escribir sobre estas polillas porque no vuelan igual que las mariposas diurnas: aquellas, cuyo colorido embellece el paisaje con la luz solar, vuelan despreocupadas, van de un lado a otro, mostrando su belleza, inocencia y pureza, como niños inquietos de guardería; en cambio, las negras, o grises o cafés pálido, pareciera que les agrada hostigarte, y su aleteo, similar al de un pájaro en apuros para despegar, o al de una paloma al aterrizar, de verdad asusta.

Además hay antecedentes. Hace ya mucho tiempo -tendría yo unos 7 u 8-, una de ellas entró a la casa, a plena luz del día. Creo que recién habíamos llegado de la escuela. Mi hermana Iris, casi 4 años mayor que yo, se asustó al verla y mi madre aprovechó la ocasión para decirnos que el diablo la había enviado para llevarnos porque nos habíamos portado mal. No le creímos, pero nos asustamos, y nos quedamos como con cierta duda.

Recordé aquella anécdota justo cuando moría octubre, con mi cabeza llena de sucesos fantásticos, fúnebres y tenebrosos. Y es que se acercaba el festejo de Día de Muertos, y recién había concluido un artículo laboral respecto a la Leyenda de Nachito y su tumba, la más famosa del Panteón de Belén. Al desocuparme, bajé (me mudé al segundo piso de mi casa hace meses) a cenar, y al apagar la luz, me desafió la mariposa negra por primera vez. Le tiré un manotazo y vi cómo se salió por la ventana del segundo cuarto, y no vi hacia dónde se fue.

Este es el F-117 Nighthawk, conocido como "avión fantasma". Se popularizó durante la Guerra del Golfo Pérsico, y por su forma sorpresiva de ataque -y también por su fisionomía- me recordó a la polilla protagonista de este escrito. 


Ya no recuerdo qué comí esa noche, pero subí en cuanto terminé y antes de prender otra vez la computadora o la luz, me fui directo al boiler. Y como la puerta que da al balcón estaba cerrada, me sorprendió reencontrármela, ahora por fuera de mi cuarto, como si fuera un F-117 Nighthawk (¡vaya que se parece!). Aunque igual pudo ser una distinta mariposa, pero quiero creer que no fue así.

Ya no quise verla y un poco agitado, fui a la sala, a ver el Monday Night Football de la NFL, jugaban los Vikingos VS los Osos. Quince minutos después regresé al balcón para apagar el boiler, y traté de relajarme y prepararme para un tercer encuentro, el cual no sucedió.

Fue emocionante, porque ese mismo día estuve en las tumbas del panteón de Belén, donde con los ojos cerrados traté de imaginarme cómo fue que enterraron a algunos de sus inquilinos, hace ya más de 150 años. Fue un viajecito bello, y cardiaco porque escuché a la perfección cuando caían las guayabas. Es que debo presumir el plus de haber estado solo, casi totalmente. El 31 de octubre fue lunes y esos días no abren al público. Sólo estaba un policía, que no me dejó pasar en un principio, y ya después llegó uno de los chalanes del director, quien me acompañó hasta la lápida (fui a tomar fotos), ubicada en uno de los fondos, y se regresó a la puerta de ingreso. Bueno, así concluyo este relato. 

Y ese soy yo, junto a la tumba de Nachito. En ese momento no pensaba que por la noche, una polilla me inspiraría a escribir en este blog :) .
  

PD: Al concluir este escrito, investigué y suele usarse “perchar” para definir la acción que realizan los murciélagos cuando duermen o reposan, y también hay mariposas negras que no son nocturnas, aunque quizá sí sean del diablo, como los gatos negros, cuervos, serpientes y lobos.


ASR 


1 de noviembre de 2016

Primera y única visita a Carrefour, más monedas de 10 pesos

Primera y única visita a Carrefour, más monedas de 10 pesos
Medianoche del miércoles 19 de octubre- madrugada del 20.

Un día pésimo ameritaba un despeje mental. Afortunadamente fue en miércoles, día del recorrido ciclista de mi colonia, al que no había asistido desde medio año, y qué mejor opción que pedalear por la noche para tratar de relajar la mente y consolar el alma.

No consulté la ruta: el destino me fue indiferente. Aunque iba a un ritmo lento, casi todo el trayecto junto a la patrulla que nos custodiaba, reconocí pocas calles, debido a que también mi mirada apuntaba al suelo la mayor parte del tiempo.

De repente estábamos en los límites de Tonalá con Guadalajara, donde hay una academia de la Policía estatal. Llegamos a un Oxxo para descansar y de frente vi el súper mercado Chedraui, que hace ya mucho tiempo fue un Carrefour, al cual fui con mi familia durante la semana de su inauguración.

Era la navidad del 95, estaba nublado y hacía un frío del diablo (honestamente no recuerdo la hora, pero seguro alrededor del mediodía). Había globos y muchos animadores, y me sorprendió la gran cantidad de escaleras eléctricas. A mi padre le habían dado un ascenso importante en el trabajo y estábamos preparando las maletas para partir al siguiente día rumbo a Mérida. Quizá por eso no nos llevó a Gigante, como de costumbre. A más de 20 años, he olvidado qué regalos nos compraron ese día, pero de repente, esta noche, justo después de tomarme un Red Bull de cereza, surgió un recuerdo.

Íbamos a entrar cuando junto a nosotros pasó un niño, como de unos 10 años, o al menos un par de años más grande que yo. Su cuerpo despedía un olor desagradable, y donde más se reflejaba la mugre era en su esponjada cabellera castaña, “tirándole” a rubia. Tenía los ojos muy claros, como miel, y era muy blanco. Realmente parecía gringo. Pero hablaba español en un dialecto muy tapatío, y pidió dinero a todas las personas que interceptaba.

Mi padre le dio 10 pesos, y me sentí orgulloso, porque siempre nos inculcó ayudar a los necesitados, y en las pocas ocasiones que salíamos, solía darnos pequeñas monedas para entregárselas a los vagabundos. Pero también hubo celos, porque esta era una moneda grande, de orillas doradas y centro plateado, y nunca me habían dado una de esas, con las que en 1995 podrías comprarte 5 latas de refresco y 5 papas Sabritas, las mismas que ahora cuestan 9 o 10 en las tiendas, o 14 y 15 en el Oxxo o en el Seven Eleven.

Retomé la pedaleada y seguí como oveja a los demás ciclistas. Distraído, cabizbajo, pero ahora tratando de recordar más de aquel día, como la reacción del chamaco que recibió 10 pesos, o el discurso de mi madre, o los regalos que nos compraron ahí. Y vaya que me esforcé, pero sin resultados favorables.

Ahora que escribo y aplico un poco de lógica, seguramente nos regalaron ropa, porque unos días antes, en Medrano, me compraron unos Power Rangers pirata que me hicieron muy feliz, porque tenían un mecanismo que al apretar el botón de sus cinturones, giraba su cabeza y ora aparecía enmascarado, ora nada más su rostro. Creo que me compraron el azul, el rojo y el verde.

Recordé que pagaron 30 pesos cada uno y mi papá pidió un descuento por los tres. No lo hubo, porque el comerciante aseguró que era lo menos en que podía ofrecerlos, y en ningún otro lado los hallarían tan baratos. Y tenía razón, porque los buscamos por varios días, y uno sólo costaba más de 50, cuando menos. Por eso se animó a comprarme tres.

Pagó con un billete de 100 y de cambio le dieron una moneda de 10. Por un segundo pensé en pedírsela, pero por la discusión con el comerciante, no creí que fuera oportuno. Quizá también por eso me impactó que le diera la moneda a aquel chaval, porque nunca me atreví a pedirle una moneda de 10 a mi papá. Llegamos a Mérida y ahí también había un Carrefour, pero no recuerdo haberlo visitado.  Y tampoco recuerdo alguna otra propina o limosna de a diez.

*Va sin foto, porque la que tomé la borré sin querer, y las de internet están muy chafas


ASR

28 de octubre de 2016

¿Qué vemos?

¿Qué vemos?
Miércoles, 26 de octubre:

Este miércoles me sentí fotógrafo por un rato, y creí que podía compartir historias interesantes a través de las capturas de mi teléfono nuevo. Bueno, no es mío realmente, pertenece a la empresa donde trabajo, pero lo uso todo el día y lo quiero y cuido como si fuera mío. Puedo decir con orgullo que, en 10 días, no se ha caído una sola vez. Todo un récord, una proeza, si se compara con otros celulares que han pasado por mis manos.

Viajaba en camión, el 258, el que más veces he usado en mi vida, y quise aprovechar la buena posición ocular que un vehículo de estas dimensiones brinda a quienes contemplamos lo que sucede en las calles. La primera foto se fue a Instagram. Bastó una cita de un artista urbano, de esos que hacen malabares a cambio de monedas en los semáforos, y listo. Todo un suceso tapatío. Pero no quedé conforme y como todos los asientos estaban ocupados, seguí buscando momentos relevantes.


Y lo encontré de inmediato, un par de cuadras antes de cruzar la glorieta de la Minerva. Me llamó la atención que “el protagonista” reposaba sobre el suelo, como en cuclillas, a unos pasos de una parada de camiones, con mucha gente aguardando su ruta, aunque nadie estaba sentado en la banca metálica de espera. Observé su pantalón azul, roto y sucio por todos lados, sabrá Dios de qué líquido o sustancia (café quizá), vi que su camisa blanca y los tenis complementaban un atuendo perfecto, digno de un vagabundo.

La barba y el bigote, igual de desacomodados y deslavados que su ropa, cubrían casi la mitad del rostro, que estaba alzado, haciendo notar aún más las arrugas expandidas a lo largo y ancho de la piel, y que desembocaban en la nariz. Sus ojos examinaban el interior del autobús donde yo viajaba, de atrás hacia adelante. Observaba, entre 5 y 10 segundos, a cada una de las personas, reparando más en los que estaban sentados junto a las ventanillas, que en quienes veníamos parados.

Yo tenía ganas de “filosofar”. De sentirme él, o al menos de tratar de adivinar qué buscaba, o qué opinaba, de cada individuo que analizaba. Aunque no quise ver a los pasajeros. Me enfoqué en él, en sus ojos deslavados como su ropa: tenues, débiles o pálidos, como se quiera calificar mejor. Sentí que su mirada se acercaba a la mía, y no me rehusé al encuentro. De inmediato notó que indagaba en él y creo que lo confundí. Porque bajó la barbilla un par de ocasiones y modificó drásticamente la rotación de su cabeza, virándola de repente, a toda velocidad, hacia su izquierda.

Entonces me sentí mal. El camión avanzó, pero se detuvo casi al instante. El tráfico era pesado sobre López Mateos. Aún faltaba para cruzar Aurelio Aceves, por lo que decidí seguir viendo al protagonista, que bien podía tener 40, 50 o 60 años. Tras contemplar el suelo varios segundos, volvió su vista hacia el camión, pero esta vez directamente hacia mí, aunque trató de hacerlo con discreción. Pero yo estaba alerta y esta vez no quise “desafiarlo” y de inmediato bajé la mirada y fue cuando me acordé que necesitaba disparar con la cámara del teléfono.

Saqué el celular y batallé para desbloquearlo (necesito colocar mi dedo pulgar o el índice para hacerlo… ¡esa seguridad no la tiene ni Obama!). Cuando preparé la cámara vi que ya no estaba. Se paró y caminó a paso lento. Titubeó en entrar al Oxxo, y mejor dio vuelta a su derecha. Y cuando el camión cruzó el semáforo aceleró como a 70 u 80 km p/h. Al pasar la Minerva se desocupó un lugar y me senté. Leí mi libro La ladrona de libros.

En la venta superior de enmedio se aprecia al señor que creo es un vagabundo.

Antes de llegar a “Chapu”, mi destino inesperado, vi una muchacha que dormía, exactamente en el primer asiento (de izquierda a derecha) de los cinco que suelen estar colocados hasta atrás del bus. “Yo también le voy a las Chivas”, pensé en decirle luego de ver sus grandes pechos, que le daban mejor forma y deseo de veneración al escudo del glorioso Club Deportivo Guadalajara. Vestía el jersey de visitante de la actual temporada, blanco con dos franjas juntas en azul y rojo. También destacaban sus largas pestañas, y las facciones de su rostro toscas (algo trompuda), pero sumamente atractivas.

Seguro tiene entre 22 y 25 años. A su lado, una jovencita probablemente menor que la dormilona, un poquitín gorda, leía. No alcancé a ver cuál libro era (quise saberlo porque prestaba una concentración al máximo en la lectura). Creí que podía salir una foto “nais”, titulada en Instagram: “De esa gente que dignifica mi ciudad”, por eso de que amo los libros, y a las Chivas. Pero recordé que últimamente las denuncias de acoso en los camiones han incrementado. Arrimones y caricias repentinas de cabello es lo que más se presenta.

No he escuchado de un acoso por fotografiar, y no quería ser el primero, a pesar de que una chava dormía, y la otra no despegó ni un momento la vista de las páginas. No me pareció correcto. Además, esa ruta recorre las colonias que más frecuento, donde viven la mayoría de mis conocidos. Probablemente uno de ellos conocería a la bella chivahermana. O a la simpática lectora.

Me dio miedo ser “de esa gente que ofende mi ciudad” y me contuve. Además, ganas reales nunca existieron. Sólo quería destacar una fotillo y ya. Llegué a avenida Chapultepec y me dirigí hacia el bar donde más tarde vi a mis amigos. Mientras caminaba pensé en la mirada del supuesto vagabundo. ¿Qué habrá pensado de mí? ¿Por qué bastó mi jodida mirada para que interrumpiera su inspección de usuarios de camión?... ¿Qué buscaba en la gente?... ¿Por qué cuando encontró mi mirada, que traté de ablandarla lo más posible, se desanimó?... ¿Convivirá con personas?... ¿Tendrá casa, familia o compañía?... ¿Duerme en la calle?...  ¿Qué vemos en los demás?

Recordé al primer chavo que fotografié, al greñudo que alertó a los conductores que no intenten en casa hacer malabares con machetes, y sin embargo puso el mal ejemplo. Su camiseta morada, su barba igual que la del señor sentado en el suelo, aunque totalmente oscura; sus tenis Adidas, también negros, pero sobre todo, el gusto con que recibió las monedas y su saludo al ver que le tomé fotos. Fue su buena vibra la que me motivó a ver al anciano e intentar un mediocre ejercicio de psicoanálisis. Y fue la triste reacción que mostró dicho anciano luego de verme, lo que frustró mi intento de fotografiar a las chavas del camión.

"Esto es muy peligroso, ¡por favor, no lo intenten en casa!, gritó, y enseguida lanzó malabares con los machetes



¿Será que no todo lo que vemos es digno de tomarle una foto y compartirlo al ciberespacio?

PD: ¡Cada día tomo peores fotos!

 ASR

20 de septiembre de 2016

Lunes ansiados

Se avecina el otoño y, al menos en mi mente, ya huele a mandarinas. Estoy feliz porque estos son mis mejores días año tras año, porque ya no hace tanto calor y aunque de repente chispea, podemos decir que las lluvias se han ido; cierto es que también se aproxima el frío, pero con los años ha disminuido y además, como la mayoría de la gente, ella suele ponerse melancólica, por lo que mis probabilidades de abrazarla y de templar mi cuerpo junto al suyo, se incrementan.

Quienes reniegan de los lunes, seguro es porque no tienen la dicha de verla, al menos cuando entra y sale del trabajo. Siempre es en este día cuando mejor se arregla, y aunque suele estar más seria de lo ordinario, es cuando su sonrisa resplandece más. Porque sabe del poder que sus prendas imponen no sólo a los hombres, también a sus compañeras. Y ella disfruta ser el centro de atención los inicios de semana. El resto de los días vuelve a ser la de siempre.

FOTO: DEVIANTART

Aunque desde los sábados espero los lunes, sólo para contemplarla lo más temprano posible, hoy llegué de prisa a la oficina, a terminar un pendiente, y totalmente desubicado, inmerso en las letras de mi libro, que tratan del pasado.

Tan distraído estaba, que no escuché el imponente ruido de sus tacones; incluso, ni siquiera reconocí su voz cuando me saludó, y eso que acercó su boca muy a mi oreja. Al voltear vi su sonrisa coqueta, de mujer triste y maliciosa, la misma con la que me aturdió desde el primer día que la vi, si mal no recuerdo hace casi cinco octubres, y la misma que me detuvo el corazón cuando me reencontré con ella, hace año y medio, cuando ya ni siquiera pensaba en ella, pues había creído que nunca más la volvería a ver: de ese mismo modo inesperado, cuando ya la daba totalmente por perdida y de la nada apareció en la oficina donde yo trabajaba en ese entonces, así llegó y me saludó.

Vi sus torneadas piernas por varios segundos y añoré volver a acariciarlas: lástima que sólo me permitió amarla en verano, cuando más vanidoso y estúpido me porto, y no en estas fechas, en las que sin dudarlo me convertiría en su esclavo. Contemplé su mirada, y dentro de mi fantasía, sentí que ella anhelaba acariciar mi cabello, como hacía hasta hace unos meses. Guardaré los detalles más bellos y sólo recordaré que este lunes, como el anterior y el anterior, fui muy feliz al verla, y me sentí dichoso porque compartimos el mismo espacio y tiempo.

Después mis ojos se clavaron en sus empeines color almendra, que hacían un contraste divino con sus zapatos totalmente negros y tan bien cuidados, que parecían estar recién estrenados. En su piecito (lo es aunque esté patona) sobresalía un grano rosita, como de esos ocasionados por los mosquitos y que se hinchan tras rascarlos en repetidas ocasiones. “¿Habrá aniquilado al insecto que le provocó ese desperfecto?”.

Supongo que sí, es una experta para deshacerse de lo que ya no le sirve y de lo que le incomoda. Aunque quizá lo dejó rondar por un día más en su cuarto, porque también le agrada el peligro y compartir su poco tiempo libre con criaturas extrañas, como yo, y como los zancudos. Quién sabe qué habrá hecho anoche, o tal vez el grano se produjo a plena luz del día.

Por lo pronto, ahora que ya se consumen los primeros minutos del martes, espero a que sea lunes, y si  ese día hace frío y chispea, es mayor la posibilidad de que use pantimedias o leggins, acompañados de su gabardina. Entonces quienes tenemos la dicha de verla en la oficina, y quienes pueden contemplarla mientras espera el camión de ida y de vuelta, seguro contemplarán un bello motivo que los hará olvidarse, por un breve instante, de que es lunes.

 ASR

19 de septiembre de 2016

Marca “Canelo”, redituable en Fiestas Patrias

“Yo sé que a muchos no les gusta, pero soy el mejor peleador del momento. No le tengo miedo a nadie, tengo 26 años y he peleado con los mejores… ¡Viva México!”, fue el grito del “Canelo”, quien fue capaz de transformar, en ese momento, al Estadio de los vaqueros de Dallas en el Zócalo capitalino.

Ante poco más de 50 mil espectadores, la gran mayoría compatriotas suyos, Saúl Álvarez cumplió con las expectativas y con un nocaut espectacular en el round nueve derrotó a Liam Smith, para convertirse en campeón súper welter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y de paso revivir el Grito de Independencia en suelo texano, celebrado un par de días antes.

Con el triunfo ante Smith en Texas, Álvarez ha conseguido cuatro cetros mundiales en dos divisiones


Para acrecentar su victoria y su declaración, el jalisciense subrayó que (pese a que conectó muy buenos uppers con su guardia natural en todo el combate) se lastimó su mano derecha en el segundo round, demeritando un poco la gran actuación de “Beefy”, quien demostró las cualidades que lo llevaron a ser campeón y lo mantenían invicto, y también que el ruido ensordecedor del público a favor del mexicano, sólo lo trastornó en el asalto inicial.

Y es que la superioridad en potencia de Álvarez quedó demostrada desde los primeros jabs y fue hasta el segundo episodio cuando el oriundo de Liverpool, Inglaterra, se animó a lanzar combinaciones de más de cinco golpes; incluso logró cortar ligeramente al mexicano.

Contra las cuerdas, “Canelo” hacía retroceder al inglés y fallaba los contragolpes, aunque parecía que bajo este escenario había planeado la táctica para la victoria, pues los golpes de su rival lo dañaban poco. El mexicano no descifraba las fintas y por momentos sus golpes quedaban en el aire; pero lo mismo sucedía con “Beefy”, quien a partir del cuarto round comenzó a sangrar por la nariz.

Para el quinto asalto, el pánico escénico y el respeto habían desaparecido de la mente de Smith, aunque fue cuando “Canelo” propinó los mejores golpes que lo tambalearon en el centro del ring, y para el sexto, su párpado derecho sangraba constantemente, lo que empezó a dificultarle la vista. Con su gancho izquierdo, Álvarez buscaba el hígado de su oponente, para firmar el triunfo con el sello azteca que registró Julio César Chávez.

La segunda mitad del combate fue el inicio del final. Con dos buenos uppercuts más un volado de derecha a la zona hepática, Saúl derribó a Smith, quien se levantó de inmediato y en lugar de amarrarse, se defendió atacando; Canelo esquivó golpes hasta que terminó el séptimo round. Liam salió al octavo justo como al inicio del combate: dubitativo y sin convicción. Y aunque después pudo abrumar al mexicano contra las cuerdas, terminó yéndose a la lona de nueva cuenta, a causa de otro gancho al cuerpo.

Con las piernas tambaleándose, Smith no alternó su ataque. Sobre su espalda se veía una marca roja que refleja los intentos del mexicano por colocar un sólido gancho a la zona hepática, el cual llegó en el noveno round de forma categórica, y fue tal la expresión de dolor del inglés, que el réferi paró el combate cuando apenas había contado cinco segundos. “Beefe” se levantó de inmediato, cabizbajo y apretando los dientes, consternado por haber sufrido la primera derrota de su carrera profesional.

Al estilo JC Chávez, con un gancho al hígado el "Canelo" deleitó a los 50 mil asistentes


Antes de dar el micrófono al vencedor y nuevo campeón, el presentador pidió un aplauso para el ex monarca británico, quien se murió en la raya. Después siguió otra polémica declaración del jalisciense, quien aseguró que, hace un mes, le ofrecieron “el doble o lo triple de los que ha ganado (¿?)” a Golovkin para que se concrete un combate entre ellos, y sin embargo, el kazajo no ha respondido: hace un mes, cuando las peleas Golovkin-Brook y Smith-Canelo ya estaban firmadas. Eso sí, no precisó si buscaría el cinturón mediano del Consejo Mundial de Boxeo respetando las 160 libras, o pediría un peso pactado de 155 libras, como exigió luego de vencer a Amir Khan.

Es natural que esquiven a Golovkin, pues no nada más se corre el riesgo de sumar una segunda derrota: hay mucho más en juego. “Canelo” no es nada más la segunda marca registrada de su promotor el “Golden Boy”; el mexicano es la actual mina de oro del boxeo mundial y, ¿valdrá la pena arriesgarla ante un rival de 34 años, oriundo de un lejano país, que es seis veces menos poblado que México? Sólo si Golovkin llegase a vender la mitad de lo que este 17 de septiembre recaudó Álvarez, las televisoras presionarían para realizar el tan ansiado combate.

Aunque debió despojarse de los calzones para marcar las 154 en la ceremonia del pesaje, por su juventud Saúl aún puede realizar un par de peleas en esta división, sin que el desgaste represente un riesgo para su salud, aunque sería lamentable que eligieran a Willie Monroe Jr., un mediano natural y quien aburrió en la pelea coestelar de esa noche. En súper welter, como campeones están disponibles los hermanos Jermell y Jermall Charlo, además de Demetrius Andrade, quien a mi parecer es el mejor de la categoría.

Pero “Canelo” no dijo ser el mejor welter, sino el mejor del mundo, aunque si se consideran sus argumentos boxísticos sobre su popularidad, pareciera no encajar siquiera en un top 5, donde desde el año pasado quienes compiten por ser el libra por libra son Golovkin, Román “Chocolatito” González, Andre Ward, Sergei Kovalev y Terence Crawford, y además habrá que agregar a Vasyl Lomachenko y considerar el regreso de Manny Pacquiao.

No hay duda que, tras el retiro de Mayweather -quien también ya amenazó con volver-, el único boxeador capaz de arrastrar a más de 50 mil almas a un estadio es Álvarez; incluso su situación es más admirable, porque el “Money” reunía millares de “haters” y sus fanáticos más bien son acordes a su espectáculo boxístico: mezquino y conservador, incapaces de generar un ambiente semejante al que se vive donde se para el pelirrojo, lo cual no sucedía desde el mejor momento de “Pacman” Pacquiao y Oscar De la Hoya.

Como ejemplo, la semana pasada Carlos Cuadras y “Chocolatito” Martínez apenas juntaron 10 mil personas en el Forum de Inglewood, y eso que ambos se presentaron como campeones vigentes e invictos. Mediáticamente, “Canelo” es lo máximo, y tan sólo se encuentra un peldaño debajo de lo que generaron Mike Tyson, Julio César Chávez y el Púas Olivares, aunque para escalarlo, deberá enfrentar los verdaderos retos.

No recuerdo que Chávez, Juan Manuel Márquez, Erik Morales o Marco Antonio Barrera vociferaran ser los mejores del mundo: nunca necesitaron de la lengua para crear empatía, ni generar polémica. La táctica que le dio resultados a Mayweather, que consistía en decir ser el mejor no sólo del momento, sino de la historia, parece que De la Hoya la ha copiado.

Esa estrategia de antagonista podría tener éxito, ya que mucha gente no olvida que hace cinco años y medio, al pupilo de Chepo y Edison Reynoso le regalaron el cinturón súper welter del CMB, el cual se encontraba vacante y le consiguieron como rival a Matthew Hatton, quien toda su carrera había peleado en peso welter, y ni siquiera estaba posicionado entre los mejores 10.

Muchos de los que odian a Álvarez, o al menos aquellos que lo vieron perder ante Erislandy Lara y Miguel Cotto, y que le reprochan pelear ante rivales en desventaja de peso y acabados, como Amir Khan, Josesito López y Shane Mosley, también son consumidores de la marca “Canelo”. Pero son más quienes lo ven como un ídolo, a quienes convence con sus nocauts y estilo de pelea. A esos seguidores no les importó que hubiera perdido con Mayweather, aunque confían en que pueda derrotar a Golovkin.

Habrá que esperar quién será el siguiente oponente del boxeador más taquillero del momento. Ojalá sea una pelea de unificación, o que suba de lleno a las 160 libras… aunque esa decisión no depende de él, y quizá tampoco de Oscar de la Hoya, sino de las televisoras que programan sus presentaciones en mayo y septiembre, en pleno festejo de las fiestas patrias mexicanas.

 ASR

14 de septiembre de 2016

¡No se ha levantado este cabrón!

Fue bastante extraño observar a Don Pedro impaciente y sumergido en tal desesperación, que olvidó que en su casa manda el macho y acudió al auxilio de su esposa, Doña Natividad, quien en ese momento me preparaba un jugo.

“¡No se ha levantado este cabrón!”, dijo en un tono bajo, no tanto como él hubiera querido -la sordera de su mujer ha ido en incremento en los últimos meses-, pero sí lo suficiente para que no lo escucharan todas las personas que esperaban ser atendidas por Doña Nati.



Sin mirar a su marido y con voz resignada, como “dándole el avión”, respondió: “ve y dile algo”, y continuó concentrada, retirando con esmero las semillas, la pulpa y demás residuos atorados en el exprimidor. Hubo un amplio silencio y Don Pedro se retiró.

“¡Listo, joven, son 12 pesos, ya subió!”, me dijo la señora al entregarme el jugo, y noté en su mirada un poco de rubor, pues yo estaba hasta adelante, y tal vez le incomodó que haya escuchado el comentario de su esposo (soy cliente constante desde hace más de 10 años, sea temporada baja o alta, y nunca he renegado por el precio. Descarto que se haya sonrojado porque el jugo costó dos pesos más).

“¡Está demasiado dulce!”, le dije, luego de dar un trago a mi jugo de toronja, que de verdad tenía un sabor para deleitarse, lo que me sorprendió porque hace un par de meses concluyó la temporada. Mi felicidad (de verdad me hizo feliz beber ese jugo y puedo compararlo con la emoción que representa el comer el primer gajo de mandarina en otoño) tenía un plus: el domingo compré un jugo en un lugar donde los dan más baratos, pero parecía que las naranjas estaban echadas a perder, y añoré los que sirve Doña Nati.

Pero por desgracia, los domingos ella cierra a las 12, o antes, y en aquella ocasión ya era más de las 2 de la tarde, por lo que con mayor razón, debí destacar su producto, aunque la intención de mi comentario fue hacer como que no me interesaba, o no había captado, la presencia de Don Pedro.

Compré jugo de toronja, y no de naranja, porque Doña Nati me dijo que le habían llegado “pasadas de maduras” y las mejorcitas se acabaron desde temprano. Amo a la gente así: honesta con su servicio y cuidadosa con los clientes. Pero no voy a hablar de la bondad de esta mujer extremadamente católica, ni de su marido machista, ni de buenos modales ni mucho menos de consejos de marketing.

Me subí a la bicicleta y vi el reloj. Marcaba casi las 12:30. Ya era tarde. Y esto que cuento sucedió un lunes, un día después de tomar jugo de naranja semi-podrido. Sé a quién se refería Don Pedro cuando mencionó a “un cabrón que no se había levantado”. Lo conozco, es su “junior”. Tal cual, así lo llamaba desde que tenía 5 años, y así se dirige a él a la fecha, porque a “Pedrito” nunca le ha gustado su nombre.

Ese lunes no fui a trabajar y me levanté hasta las 10 de la mañana. Sé que es de muy mal gusto contar ciertas historias de personas ajenas, es chismear y algo así como meterse en lo que no nos importa… pero desgraciadamente me llegaron las palabras de Don Pedro, y para tratar de desprenderlas de mi mente, decidí escribir.

Lo primero que recordé fue a mi padre renegando, cuando a mis 16 años, en plenas vacaciones de verano, me levantaba incluso hasta las 12. Él tiraba indirectas, que ahora que estoy pisando las tres décadas, comprendo que es bastante incómodo tener en casa a un adolescente que no ayuda en los quehaceres.

A los 16, muchos ya alcanzaron su desarrollo total en estatura, que suele superar a la de tus progenitores, al menos en el caso de los hombres: ya comes como adulto, pero en muchas cuestiones, legales e intelectuales, se te interpreta como a un ser inocente y desprotegido que apenas da sus primeros pasos en la vida… y te vuelves abusivo.

A los 16 y en vacaciones solía jugar hasta tres “retas” en la calle. Me metía ya muy noche y me bañaba incluso a la 1 de la mañana. Chateaba en el Messenger hasta las 3, al tiempo que descargaba canciones de Ares, las cuales escuchaba a un volumen no alto, pero que sí incomodaba a quienes trataban de dormir, y a mí me valía madre: hasta sentía que les hacía un favor, porque sus oídos escuchaban música de primer nivel, como Oasis, Nirvana, The Who y Radiohead (cuando escuchaba a Blink 182 y demás basura happy-punk, aún lo hacía en el cyber: cuando Dios me juzgue, a mi favor diré que este no molesté a mi familia con este estilo… no en la madrugada).

Por eso me levantaba a las 12, o más tarde. Me salía a jugar, regresa a comer para volverme a ir y llegar a bañarme pasada la medianoche. Esto sucedía tres o cuatro días por semana..., reitero, en vacaciones de verano, Y esto le molestaba a mi papá. Creo que mi madre prefería que yo no estuviera en casa, o quién sabe, pues nunca hizo un comentario a favor ni en contra.

“¿A dónde crees que vas a llegar con esa actitud?”, me cuestionaba mi papá a cada rato, y después me daba sermones de cómo debía educar a mis hijos… y a mi vieja. Esto a mis 16, cuando apenas empezaba a interesarme por el sexo opuesto (siempre he bendecido que la calentura genital se presentó en mi cuerpo una vez concluida la secundaria).

No creo que Junior siguiera dormido este lunes a las 12 y media porque se desveló cuidando a sus dos hijos; es más probable que anduviera crudo (desde sus 15 años demostró que sería todo un “macho alfa” para eso de la parranda), y me pregunté qué habrá pensado mi madre respecto a que hoy me levanté tarde. Quizá recordó esa etapa de mis 16, o tal vez pensó que estaba muy cansado porque trabajé en domingo… o  a lo mejor ni siquiera le dio importancia, o incluso ni siquiera se dio cuenta. 

Me incumbió que Pedrito o Junior se levantara tarde porque aunque es cuatro o cinco años menor que yo, él y los de su edad actúan igual que los de mi generación, esclava de la tecnología y con alcance a lo que sucede en todo el mundo, pero que educa a sus hijos con la misma mentalidad retrógrada que lo hicieron nuestros padres, quienes de jóvenes, a lo mucho tuvieron una televisión en blanco y negro, la cual sólo transmitía telenovelas y noticias de la ciudad más cercana a su pueblo (Pedrito y yo crecimos en el mismo barrio, y más o menos tenemos el mismo nivel socioeconómico).

Y nuestros padres disfrutan que así sea. Les gusta saber que en logros patrimoniales superan a sus retoños, que ellos sí pudieron comprar una casa, aunque en ese entonces costaban 300 mil pesos y ahora valen un millón y medio, con todo y humedad, y los sueldos han incrementado muy poco. Aman saber que hicieron lo correcto al regañarnos y corregirnos –casi siempre mediante severos golpes y groserías humillantes-; que de haber sido de un modo más dulce, ahorita andaríamos vendiendo droga, o peor aún, ya estaríamos en la cárcel o muertos.

Seguir viviendo en su casa, lo interpretan como una señal de que aún dependemos de ellos, y les satisface que repitamos sus errores: “¿quién cuidaría a mis nietos si no estuviéramos?”, suelen presumir ahora que son abuelos.

O quizá realmente sólo son felices porque pueden vernos a diario y recordar sus tiempos mozos al apreciar nuestro rostro, y disfrutan con sus nietos los momentos que no pudieron tener con sus hijos. Porque el ser humano –sea macho o hembra-, es muy cursi cuando lo invade la nostalgia, y más cuando en su cuerpo se ha extinguido la belleza, la fortaleza, la arrogancia y demás armas de la juventud. No les gusta estar solos y a quienes ofendieron, maldijeron y renegaron de tenerlos como compañeros, ahora ya no quieren despegarse ni un segundo de ellos.

Aún vivo con mi madre, y aunque mis hermanas ya se fueron de casa, pasan mucho más tiempo con ella que yo. Generalmente salgo en cuanto me levanto y llego para bañarme y dormirme, aunque ya no a medianoche, sino mucho antes; ya hasta vergüenza me da jugar futbol y no me complace escuchar por la noche a Noel Gallagher, ya sin la compañía de su hermano Liam, ni a The Who. Aunque de repente sí pongo, lo más bajito posible, a Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina o Adele.

Me orgullece seguir soltero y no tener hijos; presumo que son las razones por las que aún mantengo un aspecto un tanto juvenil. Seguido pienso qué haría si de mí (y de mi actual sueldo) dependieran un hijo (o dos) y una pareja atada a una “firma civil”, o a una obligación de conciencia.

Me aterraría ser una mala imagen de quienes me quisieran, pues casi estoy seguro que hasta los 4 años, todo niño es un angelito y ama sin condiciones ni obligaciones morales ni religiosas a sus papis: los ven como súper héroes, así sean flacos, o muy obesos, y con cara de idiotas, cuyas únicas virtudes sean gritar todo el pinche día, porque ya ni para beber alcohol sirven; se acercan para contarte sus dudas y sus emociones, sin importar que veinte minutos antes los hayas ofendido y desanimado con un comentario estúpido, o por no brindarles el tiempo que requieren.

¿En dónde viviríamos? ¿Habría escapado? ¿Me habría suicidado? Tal vez ambas, porque quizá también soy un “cabrón que no se ha levantado”, a pesar de no estar crudo ni cansado tras haber jugado una cascarita.

 (Escrito el primer lunes de julio del 16).

ASR


ASR

11 de septiembre de 2016

La fallida misión de Brook


Kell Brook subió al ring de la Arena O2 convencido de lograr una proeza, ante la misión titánica que se avecinaba: tras realizar la mejor preparación posible, su fortaleza corporal correspondía con su semblante colmado de presunción. Incluso su estatura y haber registrado más tonelaje en la báscula que su oponente durante las semanas previas al combate y en la ceremonia del pesaje, daban una señal de que la diferencia de divisiones no importaría en esta ocasión.

El “Special One” fue recibido por su público como si se tratara de un noble caballero inglés, o bien del pirata más intrépido, capaz de vencer a un temible invasor proveniente de un lejano territorio euroasiático, a quien ningún peleador “de su pelo” quiso enfrentarlo, y para desgracia de los británicos, Gennady Golovkin era el único guerrero capaz de someter a Brook en esa fría noche londinense.

Sonó la campana y Kell atacó de inmediato. En sus primeros tres ataques demostró ser más rápido de manos y piernas que su contrincante, situación que lo motivó a no retroceder en su objetivo de generar daño. Los aplausos retumbaron en la Arena O2, pues el  gladiador de casa logró poner en apuros desde el inicio a semejante monstruo.

Golovkin demostró en su primer ataque que su potencia es letal para cualquiera. FOTO: ESPN


Pero apenas en el primer intercambio, “GGG” conectó sus mejores golpes: el derechazo descendiente carente de técnica, parecido a un hachazo de un verdugo, como con el que derribó al “Veneno” Rubio tras colocárselo en la sien (con Brook se impactó en la frente); un “falso jab” izquierdo que en realidad es un recto repleto de poder, y el más conocido: el gancho al hígado, aquel que, según Julio César Chávez -uno de los mejores ejecutores de este método-: “te dan ganas de ir al baño al recibirlo”.

Para fortuna del oriundo de Sheffield, este último golpe entró apenas rosando; aún así, lo tambaleó y debió amarrarse del cuerpo de su rival para no caer ni recibir más castigo. Estaba claro: ser más veloz de piernas y manos significaba poco a su favor. Por momentos parecía estar en igualdad de condiciones. Acertaba sus golpes y se movía, pero no lograba esquivar todos los puñetazos de acero del kazajo.

El inglés no quiso decepcionar a su gente y en el segundo asalto colocó buenos ganchos de izquierda y encontró la distancia. Gennady pareció desesperarse porque sus golpes quedaban en el aire y un tanto frustrado esperó a que se completaran los tres minutos para ajustar otro plan de ataque.

Con valentía, “Special One” siguió atacando, hasta que un golpe laceró su párpado derecho, y desde este momento, el combate se realizó sobre las cuerdas, con Golovkin apuntando al ojo lastimado. En el cuarto asalto Brook realizó lo que mejor ha hecho en toda su carrera: caminar el ring y lanzar el jab en el momento ideal para después amarrar al rival y contragolpearlo con varias combinaciones.

Aunque no bajó los brazos en ningún momento, Kell Brook no pudo dañar al kazajo. FOTO: MIRROR.CO.UK

En el quinto episodio, otro gancho al hígado desestabilizó a Kell, quien quedó encerrado en el encordado y con la visión nublada por la hinchazón, ya no se defendía tan bien como antes. Al notar que el ataque del kazajo se centraba en el ojo derecho, y sabedores de que su héroe tendría pronto otra oportunidad para consagrarse ante rivales de menor calibre, la esquina del boxeador local decidió que era momento de abandonar la contienda.

Pero no fue una rendición fácil. Por más de 10 segundos el entrenador Dominic Ingle agitó la toalla, sin que el réferi Marlon Wright lo notara. Y es que, a pesar del castigo, las piernas de Brook no tambaleaban y su jab aún respondía, aunque más por instinto que por buscar contrarrestar a Gennady.

Fuera del ring, una persona, al parecer el médico, trataba de indicar sobre la rendición, pero hasta que, en su desesperación, Ingle lanzó la toalla a la lona, Wright se dio cuenta de la situación y paró la pelea. Brook, como todo guerrero, reclamó a su esquina, aunque de inmediato le señalaron su ojo lastimado y lo atendieron.

Golovkin realizó ese saludo peculiar, similar al de los japoneses karatecas, aunque en lugar de las manos juntas en posición de rezo, él muestra tímidamente su guante derecho mientras se inclina. Las más de 20 mil almas callaron y Golovkin reconoció a su rival, y lejos de aclamar su labor, en la entrevista subrayó que Brook venía de peso welter, donde dominaba y marchaba invicto, pero debió subir 13 libras para enfrentarlo.

Esta victoria representó la primera defensa de “GGG” del cinturón CMB mediano y la tercera del de la FIB; la AMB, donde es campeón desde 2010 y acumula 15 defensas, no permitió que se disputara para esta pelea, disque por no estar en igualdad de condiciones. Su sorprendente récord ahora queda en 36 (33KO)-0-0 y aunque ya cuenta con 34 años de edad, el ocaso de su carrera se vislumbra lejano.

No hay duda: el rey de los medianos, y quizá de los libra por libra, es "GGG" FOTO: ELITECAPITALLENDERS.COM


Mientras que Brook, de 30 años y quien al perder el invicto ahora registra 36 (25KO)-1-0, mencionó que batallaba al marcar las 147 libras, por lo que la lógica indica que en su regreso será en 154, para retar a campeones como los gemelos Charlo o al mismo Saúl “Canelo”, Álvarez, quien muy probable se refugiará en la división súper welter hasta que GGG decida subir a súper mediano. Tras la revisión médica en el hospital, se informó que el inglés sufrió una fractura en el pómulo derecho que lo dejaría fuera un año del ring.

El invasor amenaza con quedarse en la isla británica, donde ya planea enfrentar a Chris Eubank Jr. o Billy Joe Sanders, dos de los boxeadores que lo esquivaron antes de que se concretara la pelea con Brook. Golovkin lució como un robot soviético destructor; Sylvester Stallone bien podría inspirarse en él para crear otra película derivada de “Rocky”, y la trama trataría de un androide generado con células de Iván Drago.



Es verdad que ahora lució magistral ante un rival que subió de división, pero Kell dominaba en las 147, y no se puede compararlo con Amir Khan, el último rival de “Canelo” y cuya mandíbula frágil ya había sido evidenciada ante rivales intrascendentes en las 140 libras, siendo noqueado en un par de ocasiones. Y Brook no cayó a la lona, como sí lo hicieron los últimos 22 que han enfrentado a Golovkin, en peso medio. Aunque no sea el tema y el mismo “GGG” ya quiera darle vuelta a la página, Álvarez no es rival para el kazajo.

ASR

25 de agosto de 2016

Nuevas poses de las palomas

Nuevas poses de las palomas

Lo que se me hizo extraño fue que estaba acurrucada sobre el asfalto. Y es que nunca había visto a una de ellas en esa posición: picoteando el suelo es como las había imaginado siempre.  A pesar de que son aves de las que más abundan en las calles, tampoco las recuerdo anidando los árboles; estoy acostumbrado a contemplarlas sobre los techos de templos, mercados, edificios gubernamentales y demás construcciones representativas a la esclavitud y/o enajenación humana.

Me refiero a las palomas, en especial a una que parecía estar empollando huevos, o a una cría recién nacida, en plena banqueta. Pero al acercarme noté que intentaba sacudir sus alas, aunque sin ahínco, como sintiéndose ya derrotada, con una de sus alas, creo la derecha, sumamente maltrecha; casi como si un gato, o un perro o cualquier depredador, la estuviera sujetando de la garganta.



Intenté alejarla, porque a paso veloz se acercaba una comitiva de políticos, reporteros y gente curiosa que se arrima cuando ve micrófonos, cámaras y al alcalde de nuestra ciudad. Pensé ponerla en una jardinera, a un costado del andador, pero dudé en agarrarla: creí que podía lastimarla más. Para suerte de ambos, un compañero, con mayor determinación que la mía y la de la paloma, trotó hacía ella, dándole palabras de aliento.

Con muchas dificultades avanzó en paso atolondrado, como en zigzag, aunque pudo desplegar sus alas y emprender vuelo, aún más descompuesto que el despegue, como si fuera uno de esos avioncitos de papel que lanzan los niños en la primaria, o los no tan niños en la secundaria y prepa. 

No capté el momento en que logró colocarse sobre una rama, a medio árbol. Todas sus “compañeras” que estaban cerca de ella brincaban de un lado para otro; las que estaban en las copas de más arriba reposaban, y algunas hasta parecían estar durmiendo. A lo mejor ella apuntó ahí, a lo más alto, donde se puede descansar mejor, pero no alcanzó a llegar.

Fue raro, porque en la mañana vi una paloma atropellada que me llamó la atención. Su cuerpo estaba rotalmente aplanado, aunque por la forma abierta de su piquito y la pupila bastante dilatada, pareciera aún tener vida. La terrible tormenta de anoche bien pudo ser la causante de su muerte, y de las lesiones de mi “paloma protagonista”.

Recordé que, hace muchos años, más de veinte, a mi hermana Iris le regalaron una igual a ellas. Me gustaba el plumaje verde brilloso de su cuello, porque, según yo, se parecía a la armadura de Shiryu, el Dragón de los Caballeros del Zodiaco, mi caricatura preferida en ese entonces. A los pocos días se fue. Se soltó de las manos de no me acuerdo quién y se apoyó en la barda, justo debajo de una lámina. Ahí se estuvo varios minutos, mientras mi hermana se desbordaba en lágrimas. De repente voló y no sé cuántas veces la he recordado desde entonces; si digo que con esta ocasión son tres, exagero.

Conforme avanzaba la comitiva, yo miraba a hacia el árbol, en sus grandes ramas de en medio, donde con dificultades se sostenía la paloma, pues estaba sobre una rama chueca, llena de agujeros y deformaciones que ocasionaba que sus patitas tambalearan seguido. De regreso me limité a ver el piso, para comprobar que no había caído: sentí tristeza y pena, y no me atreví a alzar la mirada.

Siempre me parecieron animales insignificantes, pese a que en la mayoría de los pueblos en que he estado, veo personas que conviven con ellas, echándoles migajas de pan o arroz. Gente de la calle, personas desoladas que son su compañía.

Qué fea palabra es “insignificante”; lo menciono porque así vemos a muchos animales, como yo a las palomas. Creo que este término sólo debería aplicar para los humanos, para los que se empeñan en serlo, con sus actitudes pesimistas, de envidia, de rencor. Creer que hay criaturas “insignificantes” es sentirse completos, o que los otros son poco en comparación contigo; es un impulso que nace de la indiferencia, que suele ir muy de la mano de la ignorancia y la apatía, propiedades únicas del ser humano.


 Esto que cuento sucedió el miércoles 13 de julio del 16

ASR

22 de agosto de 2016

Infecciones de mosquitos que te obligan a meditar

(Escrito entre la noche del lunes 8 de agosto y la madrugada del 9 del mismo mes)

Creo que tengo dengue. O zika, chikungunya, paludismo o cualquiera de esas extrañas infecciones que transmiten los mosquitos, que supuestamente son nuevas mutaciones, pero existen desde los 60 en lugares muy recónditos de África… o al menos eso es lo que entiendo a las explicaciones que dan varias dependencias de salubridad.

Por la tarde, durante el “mal del puerco”,  me acosté, me quité el pantalón, no me tapé con la sábana y me quedé dormido. En cuanto desperté, noté que los sancudos me pusieron una buena chinga. Me quemé algunos granos (conté 23) con la cabeza de un cerillo, ya que lo comezón era extrema.

Salí a correr, pese a un ligero dolor de cabeza, casi igual al que se padece cuando desayunas tarde y comes aún más tarde de lo habitual. Unos cinco minutos después, sentí dolor de huesos, y me asusté, pues supuestamente es uno de los primeros síntomas de las enfermedades citadas en el primer párrafo.

Deadly Mosquito by Tomkolbeek (Deviantart)

Me regresé a casa, preocupado y cabizbajo. Pensé en bañarme, pero al llegar tenía fiebre. Cené, me cambié de ropa y me acosté, con la esperanza de que la temperatura se estabilizara pronto. Pero no tuve éxito, y creí delirar por varios minutos. Recordé varios instantes de mi niñez: partidos de futbol en canchas de tierra en Puerto Vallarta, Mérida y Chiapas; después lapsos de mi etapa en la preparatoria y de repente, algunas de las frases que recién leí en la mañana, de la obra “Mis Confesiones”, de Máximo Gorki, respecto a Dios, y mi mente comenzó a viajar de lo lindo.

Tomé mi libro y las primeras líneas subrayadas se leían así: “no es Dios lo que el hombre busca, sino el olvido de su dolor”. Con algo de tristeza concuerdo con estas palabras. Sin profundizar en las oraciones populares como “Dios así lo quiere, o así lo quiso”, o “hágase tu voluntad”, ni en la forma en que las personas más viles se escudan en santos y vírgenes, me basta con expresar mi testimonio.
Realmente nunca pienso en Dios como alguien venerable. Me maravilla la perfección del universo, pero no estoy seguro si dentro de sus prioridades se encuentre la raza humana, y de repente me interesa poco. Cuando me hago a la idea de que él espera algo de mí, de que estoy en este mundo para una misión sencilla, pero única, aún desconocida y especial, que de verdad habrá alguien a quien le interese lo que haga, piense y diga, es en los momentos en que la soledad se vuelve amarga.

Nunca me gustó rezar. Por eso nunca me gustó vivir en Vallarta, porque mi abuelo, a quien siempre quise e injustamente dejé de extrañar hace muchos años, todas las noches tomaba su rosario y le daba no sé cuántas vueltas, y yo me moría de aburrimiento. Luego los mormones invadieron la casa, y sus cánticos alegres y sumisos tampoco me llamaron la atención. Y ajeno a la religión, mucho tiempo sentí que él estaba en deuda conmigo: que al no ser un asesino ni un ladrón profesional, debió darme mejor suerte: que no bastaba tener bien las dos manos y las dos piernas, ni ver bien ni escuchar como la mayoría, ni mucho menos tener cama, mesa, techo y dos padres preocupados por mí.

“Yo apostrofaba a Dios: ¿Acaso sea cierto que no eres más que una ilusión del alma humana, una esperanza creada por la desesperación en una hora de trágica impotencia?”, otra frase de Gorki, la cual no acepté, quizá por la terquedad de tener a quién reclamarle “mi mala suerte”, las tragedias humanas y el permitir que tanto idiota asesine a su nombre. Y es que si se analiza bien, todas las sectas y religiones apuntan hacia un solo Dios.

La fiebre disminuye, aunque empiezo a sudar y me siento peor: síntomas parecidos aparecieron cuando leí por segunda ocasión El Lobo Estepario, de Hesse; en la primera, que fue a los 16, no tuvo el mismo impacto. Sigo buscando frases subrayadas: “los ojos débiles ven muchas cosas, pero, ¿las ven bien?”. El poder de la mente puede ser la mayor fatiga, y quizá sea este el motivo de mi alteración, y no el veneno de los mosquitos.

¿Por qué me convulsionan tanto las letras? No lo hizo la muerte de mi padre, ni cuando me abandonó mi primera novia que tuve, a la única que fui incapaz de buscarle un pretexto, un defecto físico o espiritual para alejarme y anidarme en mi ingenuidad y seguir soñando: con ella me animé a ser como mis compañeros, como mi padre quería verme y nunca le di el placer: de la mano de una muchacha.

Son letras en teoría ajenas, de sucesos antiguos pero cuyos mensajes siguen vigentes. Muchas aventuras pertenecen a seres ficticios, creados por hombres que anhelan alcanzar los ideales del alma, de Dios, perfeccionando un poco la figura del humano ordinario. Y aquí es cuando surge otra frase: “¿había descendido Dios de los cielos a la tierra, o es por el contrario, la fuerza de los hombres la que le había exaltado desde la tierra hasta el cielo?”

Creo que aún no se sabe si fue primero el huevo o la gallina, pero aquí Gorki ya define con precisión y contundencia las bases del comunismo ruso: “el valor del hombre sencillo ante la arrogancia del burgués y del rey”. La figura del santo Cristo no necesita milagros, bastan sus enseñanzas. ¿Qué más da si Dios lo envió como salvador, o bien, llegó al mundo como uno más de nosotros y sus actos lo hicieron, no mesías, sino un simple luchador social?

Lo complejo de la doctrina de Gorki es convertir al pueblo en Dios, pero lo que encaja es la diferencia que generan las clases sociales, que se solidifican con la implementación de reyes, supuestamente elegidos por orden divino, del cual gozan todos sus descendientes.

“El día era para mí tan oscuro como la noche; estaba solitario en la tierra como la luna en el cielo, y no hallaba la razón de nada”. Justamente así me encuentro no nada más ahora que ha bajado la fiebre. Sin embargo, sigo prefiriendo a la soledad que a la compañía, no nada más en los momentos en que te devora el orgullo.

“¿Es que el alma humana será bella solamente en la angustia?” Con estas palabras, ya no quise seguir apuntando, y es que realmente es una frase fulminante. Por la mañana del martes fui a un consultorio médico, y la doctora dijo que tan sólo era una infección a causa de los piquetes. Por la tarde fui a trabajar con normalidad y pude seguir leyendo.


PD: En 1996, o quizá era 1997, fuimos a visitar unas ruinas mayas, en algún municipio de Yucatán, del cual ya no recuerdo su nombre, pero sí que regresé lleno de granos por los moscos. Mi papá creyó que podría darme paludismo debido a la alta fiebre que tenía al llegar a casa. El médico dijo que no habría razones para alarmarse… y al día siguiente fui a clases. 


 ASR

3 de agosto de 2016

Sobre racismo, comunismo, existencialismo y otras miserias risibles

Sobre racismo, comunismo, existencialismo y otras miserias risibles

En casi una década de utilizar el internet como principal medio de información, no recuerdo un lapso tan breve en el que, en distintas partes del mundo, se hayan cometido tantas manifestaciones  relacionadas a los crímenes de odio.

Justo cuando en México dejaron de circular las “narco ejecuciones” y los “narco ajustes de cuentas”, con decapitaciones perpetradas con sierras eléctricas y machetes, además de cuerpos mutilados esparcidos en las banquetas o en los pisos de bares, en Oriente Medio apareció ISIS, un grupo armado que nos obliga a ya no asustarnos de las atrocidades que, según nos contaban los maestros mejor instruidos en la primaria, realizó la Santa Inquisición para someter a los indígenas.

En septiembre del año pasado el mundo se unió por la muerte de Ailan Kurdi, un bebé sirio de 2 años. Su pequeño cuerpo siendo sostenido por un guardia costero, consternó a millones de personas, varias horas antes de que esta imagen fuera portada de periódicos de todos los continentes: la información ya es instantánea y totalmente global.

Muchos artistas gráficos exhibieron los mejores trabajos de sus carreras, inspirados en Aylan Kurdi.

Miles de reporteros se volvieron poetas -o poetastros, mejor dicho- en su intento de dedicarle un espacio a Ailan. Alemania, Canadá y otros países abrieron sus fronteras y en ese mes recibíeron a miles de refugiados, sirios, principalmente. Pero pasaron las semanas y estas naciones se acordaron del desempleo de sus jóvenes, mientras cientos de emigrantes asiáticos seguían ahogándose en las playas griegas y turcas. Aunque más cadáveres de niños fueron fotografiados, ya no fue el mismo impacto; el éxtasis, él duelo mundial por Ailán quizá fue demasiado efímero. 

El Estado Islámico, uno de los causantes de la guerra en Siria, ha decapitado futbolistas, quemó vivo a un piloto no recuerdo de qué nacionalidad y se le ha relacionado con atentados en Francia, Bélgica, Malí, Túnez y Turquía. Y supuestamente la fiebre por ISIS ya hizo efecto en Estados Unidos. El ataque en un bar gay, en Florida, y antes un tiroteo en California, son adjudicados a simpatizantes de este movimiento que profesa un extremismo musulmán jamás antes visto.

Pero la comunidad norteamericana seguramente está más preocupada por el resurgimiento de viejos rencores, que parecían disueltos tras décadas de ver a jugadores de todos los colores en la NFL, y agrupaciones pop, también con integrantes de todo tipo de color. Este año, afroamericanos resentidos mataron a policías albinos, en venganza no por la segregación de los 60, sino por asesinatos recientes, a jóvenes negros que no opusieron resistencia.

También este año hay elecciones en Estados Unidos, la nación que domina al mundo desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial. Después de un negro con apariencia de basquetbolista, o de reportero deportivo norteamericano, pareciera que los gringos quieren retroceder 60 años y tener como presidente a la vil imagen del Tío Sam, del yanqui saqueador de países tercermundistas.

La otra opción bien la podemos maquillar y decir que el “gran imperio (léase con tono de Hugo Chávez)” seguirá avanzando como “sociedad” y después de permitir que llegara al trono un miembro de la minoría históricamente más marginada de esa república hipócrita, ahora es el turno de una mujer… de una dama… ex Primera Dama.

La estupidez norteamericana ha reflorecido con la candidatura de Donald Trump.

Tener por primera vez a una mujer presidente… o presidenta, como ya es normal decir, puede ser un duro golpe incluso para Rusia, que según muchos, planea construir una URSS 2.0. O al menos representará un triunfo de Barack Obama sobre Vladimir Putin, ya que el todavía presidente gringo ha manifestado sus sospechas de que el mandatario ruso apoya a Donald Trump. Suena patético que unas elecciones determinen si se dará un paso adelante o un retroceso, y más en semejantes dimensiones, como el caso de la Unión Americana, cuna del desarrollo global actual.

Y ya que mencionamos lo soviético, recién concluí de leer, por segunda ocasión, “La Madre”, de Máximo Gorki, una de mis obras preferidas, y de las que conozco, la mejor que demuestra cómo surgieron el comunismo y el socialismo, desde un ángulo muy entendible y humano, prácticamente explicado con peras y manzanas.

Gorki, con sus mujiks y jóvenes rebeldes, visualizaba un mundo sin patrones ni obreros. O con patrones justos y obreros mejor preparados. Quizá gracias a estos conceptos es que los futbolistas son millonarios, incluso los de clase B. Y bajo este parámetro, el obrero común vendría siendo el esclavo africano radicado en Estados Unidos en el Siglo 17. No sé, es demasiado complejo formar un movimiento y visualizar un futuro muy lejano, pues pese a que tuvo un éxito rotundo esta corriente social-intelectual en Rusia, esta nación figuró en dos guerras mundiales, que no estaban contempladas en los ideales  de Pável Vlásov, el personaje más relevante de “La Madre”, y quizá ni en los de Lenin.

El ser iguales, como lo anhelan muchos humanistas, no encaja en este planeta: pareciera que no estamos diseñados para eso. Toda sociedad requiere de un líder o un jerarca, y mientras interactuamos, ciertas actitudes me hacen creer que estamos a la espera de alguien que, con cizaña, genere discordia para empezar a criticar, ofender, sentirse unos mejores que los otros, o simplemente joder por placer.

¿Cuántas actitudes 'humanas' circularán por el ADN del macaco japonés?

Dicen los puristas que el alma no tiene color. Dicen los paleontólogos que las osamentas humanas son todas iguales, que se requiere de muchos estudios científicos perfectos para precisar si los restos pertenecieron a un negro, a un blanco o a un multicolor (aunque quizá de ellos todavía no haya fósiles).

Antes me gustaba creer que la propiedad privada surgió cuando un simio más ambicioso que otros quería poseer un espacio más digno donde dormir y comer, y agrandar su jardín y el tamaño de sus cuartos explotando a los demás. Aún creo que pudo ser así, pero también imaginó que en otras hordas, algunos homínidos cercaron cuevas para defender a sus hijos, a sus parejas o a sus padres, de potenciales violadores o ladrones, lo que los obligó a dejar de convivir más de cerca. No sé. Creo que todavía no se descifra si fue primero el huevo o la gallina.

Como sea. Tal vez en otra vida, o en otra dimensión seamos iguales. Quizá nos convertiremos en estrellas que se funden en el firmamento, y tendrás el mismo estatus seas eres verde, azul o rojo, o quizá nos convertiremos en espíritus que vagan en la calle, como sombras irreconocibles, aferradas a lo que nunca quisimos dejar, o a lo que nunca pudimos tener, pero ya sin esa terquedad, ese orgullo que genera enemigos, que obliga a matar a quien ni siquiera se conoce. El espíritu de un vagabundo aferrado a su botella de alcohol, quizá esté igual de vacío que al heredero que asesina a su hermano al disputar la casa, o el trono de su padre.  

Pero seguimos vivos en el planeta Tierra y la tecnología vuela: ya no usamos CD´s y muy rara vez las memorias USB; los celulares, cámaras de video o fotográficas de hace 10 años son totalmente obsoletos. Pero las miserias humanas son universales, incluso las que los religiosos ultra ortodoxos niegan aceptar, como el instinto animal, que impulsa al León en celo a matar a las crías que no son suyas, por eso del territorialismo, o la del macaco japonés, donde en temporada de frío, en las aguas termales sólo se puede bañar él, sus hembras y sus crías. Los demás probablemente morirán congelados, aunque desconozco qué hace con ellos la “selección natural”. Quizá el macho alfa piense igual que aquellas personas medievales que aventaban a las brujas al río, y si no se ahogaban o se congelaban, las quemaban, pues no es de humanos sobrevivir a semejantes condiciones.


Quizá este mundo lo creó Dios, pero dudo que él lo habite. Quizá viene de repente a visitarlo, a ver si algún alma de su creación no se contagió de tanta mierda que hemos creado, ya sea por tentación o por mandato divino. O quizá viene a reírse de que somos animales, y a comprobar que, como menciona George Orwell en “Rebelión en la Granja”, obra un tanto sátira donde ridiculiza al comunismo político, y no espiritual: “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

ASR